Puigdemont, un año en la silla eléctrica
El presidente de la Generalidad ya ha anunciado su renuncia a presentarse en las próximas elecciones, una deserción que pone en duda el proyecto del PDEcat.
Carles Puigdemont, improvisado relevo de última hora de Artur Mas, cumple un año como presidente de la Generalidad. El balance en términos prácticos es nulo. El parlamento catalán se dedica a legislar castillos en el aire sobre la culminación del proceso separatista mientras se mantienen los recortes, la sanidad está colapsada y las grandes promesas sobre rentas mínimas de inserción, fin de los desahucios y lucha contra la "pobreza energética" quedan fuera de las prioridades políticas del Ejecutivo formado por la vieja Convergencia y ERC. La "hoja de ruta" de la república es lo primero y lo único en la política catalana.
Durante los últimos doce meses, Puigdemont ha pilotado lo que él denomina la transición entre el "postautonomismo" y el "preindependentismo" bajo la presión de la CUP y a instancias de los espasmos asamblearios de la formación radical. Se sometió a una moción de confianza en septiembre tras la negativa de los diez diputados cuperos a aprobar los presupuestos en junio y la Generalidad sigue sin presupuestos, a expensas de la CUP, cuyo último mensaje al ejecutivo autonómico es que los presupuestos no son indispensables para la continuidad de una legislatura cuya teórica fecha de caducidad es la segunda quincena de septiembre.
Pregunta vana de La Vanguardia
La encuesta publicada este domingo por La Vanguardia sostiene que Puigdemont sería el candidato preferido por los electores del PDEcat para las próximas elecciones catalanas, por encima de Artur Mas. Vana pregunta, toda vez que Puigdemont dejó bien claro el pasado día 5 que no piensa presentarse y que en 2018 ya no será presidente. En cuanto a Mas, del 6 al 10 de febrero afronta una cita con el banquillo de los acusados en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) en la que se dilucida una petición fiscal de diez años de inhabilitación por el referéndum del 9-N de 2014.
En el PDEcat, el anuncio de Puigdemont ha caído como un jarro de agua fría que ahonda en sus nefastas perspectivas electorales a tenor de todas las encuestas. La caída en picado de la intención de voto es de tal calibre que sitúa a los nacionalistas presididos por Artur Mas por detrás de Ciudadanos y no muy lejos del PP. En este contexto, la deserción del dirigente más valorado de los sucesores políticos de Pujol acrecienta las dificultades del PDEcat para tener una cierta viabilidad política fuera de la sombra de ERC.
Puigdemont está absolutamente condicionado por la CUP, por lo que podría replantearse su advertencia de que sin presupuestos no habría referéndum. De hecho, ya ha firmado un "acuerdo político global" con la CUP para aprobar a principios de verano la "ley de transitoriedad", un artefacto que según los separatistas permitirá convocar el referéndum y aplicar su resultado.
A mayor abundamiento, acuñó la consigna de "referéndum o referéndum", por lo que el escenario de una reedición del 9-N es muy probable. El juicio a Mas, Ortega y Rigau marcará un punto de inflexión, según los nacionalistas, que reactivará el proceso y contribuirá a una gran movilización a favor de la consulta. Sin embargo, la calle de 9-N en Montoliú (Lérida) es un callejón sin salida, igual que el final de la "hoja de ruta" de Puigdemont, un nuevo referéndum seguido de unas elecciones con todo a favor de ERC, cuyo líder, Oriol Junqueras, se ha convertido en el interlocutor del gobierno catalán con la Moncloa. Puigdemont, por su parte, arde en deseos de abandonar la silla eléctrica.
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