Los muertos de Merkel
Los únicos culpables de un atentado terrorista son sus autores.
Una de las cosas que han cambiado desde que unos islamistas lanzaron unos aviones contra las Torres Gemelas es el modo en que se reacciona ante el terrorismo en las democracias. No son las democracias occidentales los únicos países que sufren ataques islamistas, pero es en ellas donde se aprecia claramente el cambio. En la conmoción que causan esos atentados, empezando por el que inició la mortífera secuencia, surge una tendencia a transferir la culpa. Se culpa del ataque al gobierno, al presidente o a la canciller, como acaba de ocurrir en Alemania, donde al poco de difundirse las primeras noticias sobre el atentado contra un mercado navideño en Berlín un dirigente de Alternativa para Alemania, Marcus Pretzell, puso un tuit que terminaba con esta frase: "Es sind Merkels Tote!" ("¡Son los muertos de Merkel!").
Los muertos de Merkel. Es una lógica perversa que hemos visto antes. Cuando los miles de asesinados en Nueva York y Washington en 2001, fueron los muertos provocados por el belicismo norteamericano. Cuando los muertos del 11-M, fueron los muertos causados por Aznar por su apoyo a la guerra de Irak. Cuando los muertos de Londres, en 2005, fueron los muertos de Blair por la guerra de Irak. Siempre recuerdo a Blair en la rueda de prensa que dio después de aquellos atentados, cometidos por islamistas británicos, cuando a una pregunta de un periodista español sobre si no había alguna responsabilidad del Gobierno, respondió enfadado: "Los únicos responsables de estos atentados son sus autores".
Los únicos culpables de un atentado terrorista son sus autores. Esto era inapelable cuando se trataba de un terrorismo interno. Aunque parece algo remoto, sólo han transcurrido décadas desde el terrorismo de grupos como el IRA, la Baader Meinhof o las Brigadas Rojas, y de organizaciones terroristas palestinas. Yo espero que aún tengamos memoria, mal que les pese a los raudos en pasar página, de los años en que la ETA asesinaba a mansalva en España. En aquel entonces, aquí como en el resto de Europa, ningún partido democrático culpaba al gobierno de los atentados. Podía haber partidos renuentes a condenar los atentados o que lo hicieran poniéndole una vela a Dios y otra al diablo. Pero los únicos culpables eran los autores.
Aquello que era inapelable dejó de serlo cuando apareció el terror islamista en nuestro entorno. Por su naturaleza y su forma de actuar, a una escala criminal inédita, ese terrorismo resulta más pavoroso que el que habíamos conocido. Más ajeno, extraño e incomprensible que aquellas bandas armadas, nacionalistas, marxistas-leninistas o lo que fueran, que sembraron el terror en su época. Y esas capas superpuestas de miedo son el filón que explotan los que transfieren la culpa de los atentados. Porque no es que critiquen la política antiterrorista de un gobierno, cosa legítima y necesaria. Igual que es legítimo criticar la política alemana sobre refugiados. Pero no, no hacen eso. Echan la culpa: son los muertos de Merkel, de Aznar, de Blair o de EEUU, todos ellos tan asesinos como los asesinos. De este delirio ya nadie tiene la exclusiva. Entran en su espiral tanto sectores de la izquierda como de la derecha. Los más extremistas de cada casa.
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