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Pedro Fernández Barbadillo

Fidel Castro, el revolucionario victorioso del siglo XX

La pervivencia del comunismo en Cuba, así como su prestigio renacido, son dos de los grandes fracasos de las elites gobernantes y universitarias de América y Europa.

EFE

Sin duda en sus últimos instantes de conciencia antes de morir, Fidel Castro, nacido en Birán en 1926, pudo despedirse de este mundo con una sonrisa de desprecio y superioridad. Ha sido, sin duda, el revolucionario de mayor éxito del siglo XX. Ha evitado ser destituido o purgado por sus camaradas; ha sobrevivido a todos sus enemigos internos y externos; junto con el norcoreano Kim Il-sung, ha establecido una monarquía comunista; ha alcanzado el siglo XXI; y ha muerto en loor de multitudes.

Castro es un hijo del siglo de las revoluciones y los genocidios. Como Lenin, mamó ideología y vivió para la ideología. Su militancia comunista comenzó en la Universidad de La Habana, en la que ingresó en 1945. En 1947 participó en una patética invasión de la República Dominicana para derrocar al general Trujillo, pero ésta fracasó y él tuvo que huir.

Amante de la violencia

En abril de 1948, en Bogotá, mientras se desarrollaba una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OEA, se produjo el asesinato del político liberal Jorge Eliécer Gaitán, que causó una sublevación popular contra el Gobierno colombiano (el Bogotazo) y una larga guerra civil cuyos estertores duran hasta hoy. Castro se encontraba en la ciudad en su condición de líder estudiantil y se había reunido con Gaitán. Muchos colombianos aseguran que participó en el complot que causó el magnicidio, todavía sin resolver.

En 1950 se graduó y en 1952 el general Fulgencio Batista, que había gobernado en los años 40 mediante elecciones plurales, dio un golpe de Estado. Ahí comenzó Fidel su combate. Dirigió un asalto al cuartel de Moncada, que también fracasó, pero que a cambio le concedió su aura. En el juicio posterior pronunció su frase célebre: "La Historia me absolverá". Batista le indultó y le envió a México.

En diciembre de 1956, Fidel, su hermano Raúl (nacido en 1931) y otros miembros del Movimiento 26 de Julio se embarcaron en el yate Granma y cruzaron el Caribe para desembarcar en Cuba. En los años siguientes se hicieron fuertes en Sierra Maestra, en el centro del país. El régimen de Batista fracasó en sus intentos de capturar a los guerrilleros. En la Nochevieja de diciembre de 1958, Batista y sus acólitos huyeron de La Habana vestidos de fiesta a la República Dominicana.

La victoria de los barbudos fue celebrada por muchos cubanos de clase media y alta, ya que la dictadura de Batista se había convertido en un pozo negro de corrupción e incompetencia. También sectores de la Iglesia católica cubana y del Gobierno y la prensa de Estados Unidos recibieron con alegría a los guerrilleros. Incluso el régimen franquista se mostró favorable a ellos, ya que una de las primeras medidas del nuevo régimen fue mutilar el memorial construido a las víctimas de la voladura del acorazado norteamericano Maine, la excusa para el comienzo de la guerra hispano-yanqui de 1898. En junio de 1959, el Che Guevara se paseó por Madrid con su boina y su uniforme verde oliva, y hasta acudió a una corrida de toros.

Siempre queda la sospecha de que estuviese detrás del asesinato del presidente John Kennedy en Dallas en 1963, ya que éste y su hermano Robert habían aprobado varios proyectos de la CIA para matarle a él; antes, en abril de 1961, Kennedy había permitido el desembarco en Bahía de Cochinos.

En cuanto se hicieron con el poder Fidel y su hermano, empezaron a fusilar a exaltos cargos del régimen de Batista, a miembros relevantes de la sociedad civil que podrían encabezar la resistencia y, característico de los socialistas, a sus propios camaradas. Huber Matos fue detenido y encarcelado durante 20 años, Camilo Cienfuegos murió en un accidente aéreo y el Che realizó turismo guerrillero hasta que en 1967 los militares bolivianos le capturaron y fusilaron.

La testarudez de Fidel estuvo a punto de causar la Tercera Guerra Mundial en la Crisis de los Misiles, ya que se oponía a cualquier acuerdo entre Moscú y Washington.

Imperialismo cubano en América

Al aplicar las fórmulas socialistas, la economía cubana se hundió y sólo ha sobrevivido, hasta que el venezolano Hugo Chávez envió tal cantidad de petróleo que parte de éste se revende en el mercado internacional para obtener dólares, gracias a que el bloque socialista (el Comecon) compraba el azúcar a un precio superior al internacional y a los transferencias de fondos de la URSS.

Cuba se convirtió en uno de los satélites más fieles de Moscú. A cambio de la protección y el dinero soviéticos, Fidel pagó con sangre cubana. Bajo el mantra de la solidaridad internacionalista, envió carne de cañón no sólo a todos los puntos calientes del hemisferio occidental, como Nicaragua y Colombia, también a Angola, Etiopía y Siria. Además, La Habana cayó en el pecado que reprochaba a Estados Unidos: el imperialismo. A partir de los años 60, Fidel aprobó la injerencia cubana en los demás países del hemisferio mediante vías secretas y subversivas: instauró el Departamento América, a cuyo frente colocó a Manuel Piñeiro, alias Barbarroja. Éste y su departamento se encargaban de dar instrucción, cobijo, asilo, inteligencia y lo que hiciese falta a los camaradas revolucionarios. Parte de la guardia personal del socialista chileno Salvador Allende era cubana, como lo es el círculo íntimo de Chávez.

La caída del Muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión Soviética dejaron a Cuba más aislada y empobrecida que nunca. Pero los Castro reforzaron la represión interna. El caso más despiadado fue el juicio farsa al general Arnaldo Ochoa (otro veterano de Sierra Maestra), al coronel Antonio de la Guardia (asesor de Allende) y otros oficiales acusados de narcotráfico con un cártel colombiano. De esta manera, los hermanos Castro disiparon cualquier tentación de golpe palaciego estilo rumano. A partir de este momento, Raúl, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias entre 1959 y 2008 y jefe de los servicios secretos, empezó a aumentar su poder.

El yayo de la revolución

En 2001 aparecieron sus achaques de edad, que le llevaron a renunciar al caudillaje revolucionario a favor de su hermano en 2008, después de haber ejercido la tiranía más larga de las padecidas por cualquier país americano: 49 años. Mucho más tiempo que los reinados de Anastasio Somoza en Nicaragua (19 años), Juan Vicente Gómez en Venezuela (27 años), Rafael Trujillo en la República Dominicana (31 años) y Porfirio Díaz de México (35 años).

Sus últimos años los ha pasado como un viejo duque inglés que se hace fotos con los visitantes de su castillo. Recibió a Chávez, que pretendió ser su heredero político; a la argentina Cristina Fernández, al brasileño Lula da Silva, al boliviano Evo Morales, al nicaragüense Daniel Ortega y a todo el que buscaba un souvenir revolucionario. En sus años de madurez triunfadora ya recibió y agasajó a los españoles Manuel Fraga, conservador, y Felipe González, socialista.

Fidel deja un régimen comunista fortalecido en torno a su hermano y una Cuba que ha superado el aislamiento y el desastre económico posterior a la caída del bloque socialista en Europa. La revolución cubana vuelve a tener admiradores y protectores en las Américas, desde Oliver Stone a Morales. Éste ha llegado a celebrar la irrupción del Che en Bolivia, que iba a matar bolivianos, otra manera de levantar obstáculos contrarrevolucionarios.

La pervivencia del comunismo en Cuba, así como su prestigio renacido, son dos de los grandes fracasos de las elites gobernantes y universitarias de América y Europa.

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