La Batalla de Madrid: así es Podemos
Estos son los mimbres con los que Iglesias y Errejón quieren revolucionar España: personajes de ínfima categoría que protagonizan campañas infames sin una sola idea que merezca la pena.
La campaña de las primarias de Podemos en la Comunidad de Madrid ha captado mucha atención mediática por obvias razones: a nadie se le escapa que el control de esa organización es clave en la guerra que libran Pablo Iglesias e Íñigo Errejón por el control de la formación liberticida y ha enfrentado a personajes relevantes y muy mediáticos de los morados: el especulador Ramón Espinar y la condenada Rita Maestre, apoyada por la ex de Iglesias Tania Sánchez.
Lo cierto es que la campaña, marcada por el tremendo escándalo del piso de Espinar y por la defensa que ha hecho Iglesias de éste, ha sido un espectáculo tan bochornoso como instructivo.
Así, los protagonistas y sus equipos han demostrado una absoluta falta del más elemental sentido del ridículo: los materiales de campaña –especialmente los de Espinar– son una colección de disparates que dan auténtica vergüenza ajena, y desprenden un desprecio formidable por unos militantes a los que se pretende conquistar sin un mísero argumento, sólo a base de humoradas patéticas.
Se ha visto también un Podemos donde no se produce el menor debate político de calado y enganchado a la conspiranoia más grotesca: pese a lo que pretenden hacer creer a esos militantes que toman por imbéciles, ni Cristina Cifuentes ni el Ibex 35 tienen otra cosa mejor que hacer que maniobrar para impedir que el especulador Espinar se imponga a la condenada Maestre. Lo más probable es que el escándalo del pelotazo inmobiliario del secuaz de Iglesias haya sido lo que se denomina fuego amigo, tan frecuente en la vida interna de los partidos como –a diferencia del que se registra en los campos de combate– nada involuntario.
Igual de importante es la constatación de que Podemos es incapaz de presentar unos candidatos medianamente presentables en una plaza tan importante como Madrid: de Ramón Espinar ha quedado acreditado no sólo que se benefició de un piso de protección oficial en circunstancias más que sospechosas –no ha conseguido explicar cómo y por qué fue incluido en la promoción, ni cómo y por qué le fue concedida una hipoteca cuando era un joven sin apenas ingresos–, así como su condición de mentiroso contumaz; en cuanto a Rita Maestre, condenada por asaltar una capilla, que prometió dimitir si precisamente era condenada y por supuesto deshonró su palabra, para colmo es la cara visible del Gobierno capitalino, del que no se sabe si indigna más su sectarismo o su incompetencia.
Estos son los mimbres con los que Iglesias y Errejón quieren revolucionar España: personajes de ínfima categoría que protagonizan campañas infames sin una sola idea que merezca la pena.
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