El golpe sigue en marcha
Por mucho que el Gobierno se empeñe en lo contrario, ante el desafío independentista se necesita mucho más que una –por ahora bastante tímida– respuesta legal.
Aunque las noticias que han llegado este jueves desde Cataluña parezcan contradictorias, la lectura sólo puede ser una: el golpe separatista sigue adelante y, de hecho, la CUP parece tener cada día más fuerza para imponer la versión más radical o urgente del procés.
Las acciones penales que puedan desarrollarse a través de los tribunales para que los hechos indudablemente delictivos que perpetra sin vergüenza el separatismo sean castigados como se merece son de todo punto necesarias. Pero está claro que esa respuesta legal no está resultado suficiente: diga lo que diga el Constitucional, el sedicioso Parlamento catalán sigue adelante con su ataque al Estado de Derecho, espoleado por las necesidades parlamentarias del indigno Puigdemont y el fanatismo miserable de los cupaires.
Pero, por mucho que el Gobierno en funciones se empeñe en lo contrario, ante el desafío independentista senecesita mucho más que una –por otra parte hasta ahora bastante tímida– respuesta legal; es preciso un impulso político que Rajoy no ha querido dar en ningún momento. Respecto a la cuestión catalana, el presidente lleva en funciones desde diciembre… de 2011.
No sólo el Gobierno, el PP al completo parece negarse tozudamente a ver la realidad de un desafío separatista que sus protagonistas parecen decididos a llevar hasta el final. Sólo así se explica que el mismo día en que Junts pel Sí pone fecha a un referéndum que sólo puede ser ilegal los populares les ofrezcan negociar los presupuestos.
Del mismo modo, resulta no sólo contradictorio sino directamente escandaloso que mientras el nacionalismo utiliza todos los recursos del poder para avanzar en su proyecto liberticida, el Gobierno, en lugar de dificultarle la tarea, se la esté facilitando: los miles de millones entregados a la Generalidad sin prácticamente ningún control y sin una mínima fiscalización de su uso han sido la gasolina con la que se ha alimentado un incendio que no va a resultar fácil apagar y cuya extinción, desde luego, no está en manos del Tribunal Constitucional.
Para sofocar este golpe de Estado hay que exhibir firmeza, coraje y una gran determinación. Por desgracia, no son las virtudes que harán pasar a la Historia a Mariano Rajoy.
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