La condena moral
Los colombianos no están fuera de peligro. Santos reintenta y se esmera en darle la vuelta a la tortilla.
Un corresponsal inglés, de izquierdas, John Carlin, del periódico El País, y dado a conocer por este diario (desconocido en Inglaterra, por cierto), insultó al pueblo colombiano llamando "ignorantes" y "vacas" a aquellos, la gran mayoría, que votaron no al proyecto de Fidel y Raúl Castro, auspiciado por el presidente Juan Manuel Santos, de convertir Colombia en una Venezuela al mando del castro-comunismo.
Por otra parte, los que estaban a favor del sí se refirieron al "odio" que tiene el pueblo colombiano a las FARC, olvidando e intentando borrar el odio que tuvieron y tienen las FARC al pueblo colombiano, un odio demostrado con crímenes, violaciones, guerra sostenida y narcotráfico.
El ahora designado pacifista, guerrillero y terrorista Rodrigo Londoño Echeverri, conocido como Timoleón Jiménez o Timochenko, comandante en jefe de las FARC, se atrevió a denominar "terroristas" a los que votaron no. Lo que hay que ver y aguantar.
Para colmo, Eduardo Bhatia, el presidente del Senado de Puerto Rico, esa isleta dependiente económicamente de Estados Unidos, propuso a Raúl Castro para el Nobel de la Paz. A Raúl Castro, el asesino de cientos de miles de cubanos, el mismo que dio la idea a su hermano Fidel de ahorcar a los prisioneros inocentes para no gastar balas en fusilamientos, el mismo que manifestó en los años sesenta acariciar el sueño de hacer volar la ciudad de Nueva York a fuerza de bombazos. Raúl Castro, uno de los mayores criminales que haya parido la humanidad, para Premio Nobel de la Paz. Es el mundo al revés. Con descaro y alevosía incluidos.
Pero el tiro les ha salido por la culata y los colombianos han sido racionales, y por el momento han votado en contra del comunismo. Porque los colombianos votaron con buena voluntad y potencial humano. Su firme carácter moral ha ganado a la desidia, a la ofensa y al desprecio. De no haberlo hecho así, muy pronto hubieran caído en manos de los dueños de la finca en que los Castro han convertido Cuba.
Sin embargo, los colombianos no están fuera de peligro. Santos reintenta y se esmera en darle la vuelta a la tortilla, firmemente dispuesto a llegar al mismo punto, el de cumplir con los objetivos designados desde La Habana. Por otros caminos ahora se esfuerza en seducir y enredar a Álvaro Uribe y a Andrés Pastrana. Santos anhela a todo costo beneficiar y satisfacer a los Castro, porque quién sabe si de refilón el Nobel no le caería a él.
Sobre la base de la buena voluntad y del humanismo, los colombianos han castigado la mentira, lo hicieron por amor a los valores y a las virtudes de la libertad y la democracia. Por el contrario, los castrocomunistas viven negados al amor, enfrentados en permanencia a la libertad y a la democracia, lucharán con todas sus fuerzas por obligar a Colombia a caer en las trampas en las que cayeron Venezuela con Chávez y Maduro, Brasil con Lula y Dilma, Argentina con los Kirchner, Ecuador con Correa, Nicaragua con Ortega, Bolivia con Morales… Colombia debe continuar alerta, una forma de evitar lo peor es mantenerse por todas las vías en contra de cualquier propuesta que sea dictada desde el Comité Central en Cuba. De lo contrario, la condena moral se convertiría en rendimiento y entrega inmoral.
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