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Amando de Miguel

Estos señores no nos representan

La verdadera “regeneración democrática” pasa por transformar radicalmente la estructura de los partidos

Es cierto. Los 350 diputados elegidos por el pueblo español son legalmente los representantes de la soberanía nacional. Dejo aparte el anómalo hecho de que unos cuantos no se sienten españoles, que ya es dislate. En cuyo caso no entiendo qué valor puede tener el hecho de haber jurado (o prometido; tanto da) la Constitución. Pero destaca un asunto más mollar.

La obligación primera de los nuevos diputados es lograr la formación de un Gobierno estable. Después de más de medio año no la han cumplido. No la han cumplido, en primer lugar, por la extrema vanidad de sus dirigentes, cuya primordial preocupación es la de salir en la tele y otros medios. Segundo, porque los diputados no votan en conciencia. Su voto no representa al pueblo español sino al cabecilla del partido correspondiente, el que los ha colocado en la lista de candidatos, normalmente como un favor personal.

─Pero entonces ¿esto no es una democracia?

─Formalmente, sí, pero cada vez más adulterada, como estamos viendo.

Habrá que recordar algunos principios. Una cosa es la legitimidad legal y otra la de ejercicio. La legitimidad se basa en la creencia, ampliamente compartida, de que los que mandan deben mandar. Una primera justificación es porque lo dicen así las leyes. Pero una segunda y muy necesaria es que, en el ejercicio de su función, los que mandan se merezcan la confianza del pueblo.

Parece evidente que los 350 diputados, así, en bloque, no se han ganado la legitimidad suficiente para seguir representando al pueblo español. Es una opinión personal, claro está, y caben otras. Oigámoslas. Junto a los partidos, una democracia permite el juego de las opiniones a través de los medios.

Al menos cabe un gesto simbólico y ejemplarizante. Los líderes de los distintos partidos presentes en el Congreso deberían retirarse a sus respectivas profesiones, si es que tuvieren alguna. Y si no, a las listas del paro. Tampoco estaría mal que los diputados desde hace siete meses devolvieran sus sueldos públicos. Simplemente, estos señores no son señorías, no nos representan adecuadamente. Caben todas las excepciones personales. Este es un juicio corporativo.

La verdadera “regeneración democrática” pasa por transformar radicalmente la estructura de los partidos. Hoy parecen más bien oligarquías parasitarias del Estado, pirámides autoritarias. Habrá que caminar francamente por la senda democrática. Quizá para ello se requiera una “segunda transición”, aunque las segundas partes no fueron nunca buenas, salvo en el Quijote.

Tómese mi parecer, no como un dictamen, sino como la expresión de un sentimiento popular. ¿No ven los políticos que su imagen se deteriora día tras día? ¿Se atreverán a irse de vacaciones? No basta con que hilvanen un Gobierno en el último minuto. No consuela mucho que, durante los meses sin Gobierno real, no hayan podido subir los impuestos; tampoco los han bajado.

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