Surgirán nuevos partidos
Seguimos en la Transición, aunque todo hace suponer el orto de un nuevo régimen.
Los que tenemos están ya muy rodados y maleados; son ya más bien valetudinarios, incluso los llamados "emergentes". Se parecen mucho entre ellos. Ninguno renuncia a la munificencia del Estado, es decir, de los contribuyentes. Tampoco lo hacen los sindicatos. Sobre el particular domina el consenso más absoluto. Es decir, seguimos en la Transición, aunque todo hace suponer el orto de un nuevo régimen. La sucesión de uno a otro sistema se va haciendo de manera paulatina. NI siquiera sabemos cómo se va a llamar lo nuevo.
Resultan admirables los esfuerzos de todos los partidos para luchar contra la corrupción. Es claro que "no son partidarios", como en el chiste del baserritarra. Solo faltaba. Pero les falta el intento de oponerse de verdad al derroche del gasto público. Eso es mucho más difícil. Da la impresión (falsa) de que cualquier partida del gasto público se encuentra justificada, sobre todo si se hace pasar por social. Me gustaría saber qué gastos públicos no se pueden considerar como sociales.
El último despilfarro de los partidos todos ha sido el cobro de los sueldos y gajes de los diputados en la efímera legislatura ahora concluida. Después de varios meses, no han sido capaces de formar Gobierno, que era su tarea principal. Sin embargo, bien que se han embolsado pingües beneficios del erario. Ante la eventualidad de que se repita el fraude anterior (por muy legal que sea), se me ocurre que esta vez los sufridos súbditos no vamos a consentir otro escarnio parecido. En la fausta noche del 26 de junio, festividad de San Josemaría Escrivá, los diputados electos se encerrarán en el Palacio del Congreso de los Diputados. Se les proveerá de servicio de cafetería y sacos de dormir, pero no podrán salir del encierro hasta que no formen Gobierno. Es lo que hacen con los cardenales para elegir papa. ¿No podríamos copiar algo parecido para elegir un jefe de Gobierno? El Espíritu Santo no dejaría de echarnos una mano.
Aunque pueda parecer extraño, mi predicción para un plazo generacional es que van a perder mucha fuerza, e incluso desaparecer, los partidos nacionalistas, ahora independentistas. (Ironía de la historia: en la última guerra civil, las fuerzas de Franco se llamaron durante algún tiempo "nacionalistas"). Bueno, siempre cabe la alternativa catastrófica de que España acabe siendo una suerte de Yugoslavia que se destruya a sí misma. En tal caso dejo de escribir.
Aunque lo nuestro haya sido hasta ahora la sopa de letras en el despliegue de formaciones parlamentarias, la tendencia es hacia dos grandes partidos, uno más a la derecha y otro más a la izquierda. Diferirán bastante de los actuales. Debería evaporarse la figura del político que se hace rico, acaso la desigualdad más irritante de nuestro tiempo, por mucho que normalmente sea legal. Por lo menos se hablaría de ella.
Preveo que la idea de los militantes de los partidos se halla próxima a la extinción. Se deriva de una concepción aguerrida de la política que ya no tiene mucho sentido. En su lugar funcionarán los simpatizantes de uno u otro partido de una forma más laxa. Los cuales contribuirán a su mantenimiento con donaciones desgravables y públicas. Aunque, bien mirado, puede que en mis predicciones introduzca mis deseos. Es humano.
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