El PSOE ya es el Pasok, ¡y sin pactar con el PP!
Lo único que puede salvarle es romper con Podemos y elaborar un discurso de centro-izquierda homologable al del SPD alemán.
Cuando se produjeron los pactos entre el PSOE y los morados en muchos ayuntamientos y comunidades autónomas, los columnistas que viven en torno a Ferraz (¡y se preguntan los editores de prensa de papel por qué ya no venden!) trataban de justificarlos con el argumento de que, si permitía que siguiese en el poder el PP, el PSOE correría la suerte de su correligionario griego, el Pasok, que ha caído por debajo del 7% de los votos, después de haber formado una gran coalición con el equivalente en su país del PP.
Según las encuestas que se van difundiendo, el PSOE ya es como el Pasok en toda España. ¡Y sin haber formado ninguna gran coalición con el PP! Subrayo "en toda España" porque los socialistas ya se habían desplomado a lo largo de 2015 en las mayores circunscripciones, tanto en las municipales de mayo como en las legislativas.
El 20 de diciembre, en la provincia de Madrid, la lista del PSOE, encabezada por Pedro Sánchez, quedó cuarta, con seis diputados, cuatro menos que los obtenidos por Alfredo Pérez Rubalcaba en 2011; le superaron PP, Podemos y Ciudadanos. En Barcelona, por primera vez desde 1977, el PSC bajó del primer lugar al segundo y perdió la mitad de los diputados: de diez a cinco. En Valencia retrocedió del segundo puesto al tercero y de cuatro a tres diputados. Sólo en Sevilla se mantuvo como primer partido, aunque perdió un diputado: de seis a cinco.
En esas cuatro provincias, que aportan más de la cuarta parte de los diputados del Congreso, el PSOE sacó en diciembre sólo 19 diputados y Podemos, con sus marcas, 24. En 2011 los diputados socialistas fueron 30 y en 2008, con Zapatero como candidato a la reelección, 46. En las de 1982 habían sido 54.
En un análisis que escribí en enero afirmé que era cuestión de tiempo que Podemos diese el sorpasso al PSOE, ya que le había superado en todas las grandes ciudades, y las tendencias sociales que nacen en éstas se acaban trasladando a todo el país. Reconozco que no suponía que fuese tan rápido.
El PSOE apenas tiene alternativas. En Europa, la Gran Crisis está destrozando más a los partidos socialdemócratas que a los populares. La situación de los socialistas españoles es peor aún porque carecen de doctrina. Desde su refundación en los años 70, con el dinero alemán y de EEUU, más la ayuda de los servicios secretos del franquismo, el PSOE ha carecido de debate ideológico; sus sucesivas cúpulas las han formado oportunistas que han dado bandazos ideológicos y políticos (de oponerse al ingreso en la OTAN a montar un referéndum para quedarnos; de aliados de los saharauis a defensores de Marruecos; de republicanos a juancarlistas; de federales a confederales) sin, encima, renovar el ideario o al menos explicarlo. Se cambia de eslogan porque lo ordena el jefe y porque se trata de una argucia para alcanzar el poder. Una vez en la Moncloa, ya se verá... Así, los militantes del PSOE siguen siendo mucho más de izquierdas que sus dirigentes y la mayoría de los votantes del partido; han solido compensan su entrega al capitalismo y sus adosados con puños cerrados en Rodiezmo.
Zapatero exacerbó esa esquizofrenia con feminismo, cristofobia, memoria histórica, tercermundismo, ataque a la Transición y rojez. Junto a la legitimidad ideológica, el PSOE de Sánchez regaló el año pasado la legitimidad táctica, al aliarse con los morados para echar al PP de toda Administración. Resumo el marco hasta convertirlo en un tuit: si el principal objetivo de todo buen progresista es expulsar a Rajoy y su banda, el que mejor puede conseguirlo es Podemos, tanto en Barcelona como en Orense. Encima, Podemos promete más: más antifranquismo, más laicismo, más leyes de género, más rentas universales, más derecho a decidir, más venganza… La coincidencia de discursos explica que para muchos militantes y parte de los votantes socialistas no haya sido un trauma pasar de rojos a morados.
La única manera que tiene el PSOE de recuperar un espacio propio y, con él, un electorado consiste en hacer lo contrario de lo que ha hecho en los últimos años: romper con Podemos y elaborar un discurso de centro-izquierda homologable, de nuevo, al del SPD alemán, cuyas expectativas de voto son malas, pero superiores a las suyas y a Podemos. Un socialismo europeo, en vez un socialismo caribeño, centrado en hallar empleo para las clases bajas, no fosas de un bando de la guerra. ¿Lo hará?
En el artículo de enero anticipé que el primer objetivo de Podemos sería convertirse en la fuerza política hegemónica en la izquierda española, para lo que debía absorber el millón de votantes de Izquierda Unida. Ya lo está haciendo. Ahora anuncio el siguiente movimiento en la nueva legislatura para convertirse en la primera fuerza política nacional: alterar el censo electoral.
Y lo realizará mediante nuevas concesiones de nacionalidad a inmigrantes y supuestos descendientes de españoles (en la senda de Zapatero), la reducción de los requisitos para votar desde el extranjero y quizás la rebaja de la edad mínima para votar a los 16 años. Podrán hacerlo porque nadie en la política se atreve a discutir sus propuestas, mucho menos el agonizante PSOE, que teme más ser llamado facha que ser desollado en el altar de la unidad de la izquierda.
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