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Gabriel Moris

Votar, cada día. Aclarar el 11-M, jamás

No encuentro palabras para calificar a los españoles que olvidan y callan.

Parece como si el título de mi reflexión fuera la consigna que siguen fielmente todos los partidos que concurren a las votaciones permanentes de la mal llamada democracia española.

Yo no represento a nadie, sólo pretendo representar a algún miembro de mi familia, especialmente a mi hijo, vilmente asesinado en los trenes de Cercanías; afortunadamente, no íbamos todos en ellos. De haber ido todos, hoy no quedaría en España ni uno solo de los demócratas que cada día se disputan a sangre y fuego el privilegio de servirnos a todos, incluidos las víctimas del mayor ataque terrorista de España y de Europa. En mi léxico no encuentro palabras para calificar a los españoles que olvidan y callan ante esta situación.

El pasado día 29 de abril se cumplieron dos años de una petición que hicimos al Estado sobre los atentados del 11 de marzo de 2004. Iba avalada por 56.000 firmas. De las tres instituciones que conforman el Estado, sólo recibimos respuesta del Congreso de los Diputados. Fue tan lacónica que se limitaron a decir que cursaban nuestra petición a la Comisión de Peticiones. Transcurridos dos años, el silencio es la respuesta a nuestra razonada y razonable demanda:

Petición al Gobierno, al Congreso y a la Audiencia Nacional

Investigar los Atentados del 11-M.

Para hacer Justicia y regenerar las Instituciones. Para prevenir otro crimen de lesa humanidad como éste.

Durante estos dos años, el Estado se ha dedicado a propiciar procesos electorales. Para ser veraz, también nos han dicho que trabajaban para resolver los problemas económicos y para remediar la lacra del desempleo. Parecía que en España sólo era importante la economía. Nos hacen recordar la conocida frase de un estadista europeo que reza: "Dame una buena economía y te daré una buena política". No creo que sea aplicable a nuestro caso. Todos han olvidado las tristemente famosas frases de "Todos íbamos en los trenes", “Queremos saber la verdad”, “¿Quién ha sido? , “España se merece un Gobierno que no le mienta”, “Que hable la Justicia”, y sigue muda; y cuando habló, ¿qué dijo? Podríamos llenar páginas con dichos y hechos relacionados con el crimen que ha condicionado plenamente nuestra vida sociopolítica desde el 11-M.

A raíz de aquel atentado, en España hemos vivido y seguimos viviendo hechos al menos atípicos, respecto a nuestro pasado reciente, así como al de los países de la Unión Europea. Las cosas no ocurren casualmente, obedecen a una causalidad. Yo sostengo que casi todo lo malo que nos sucede deriva de aquel luctuoso hecho.

Durante estos doce años hemos dejado de clarificar, ajusticiar y prevenir un crimen como aquel. En otros países europeos se han mantenido actitudes más lógicas y racionales que en España. Creo que todos pensamos inmediatamente en París y en Bruselas. Madrid no debería desmerecer a las otras capitales europeas, máxime con el triste y dilatado historial de terrorismo en nuestro país. Hace unos días hemos conocido la opinión de los españoles según el CIS; los cuatro asuntos que más nos preocupan son el paro, la corrupción, la economía y la política. Creo que ninguno de ellos es una prioridad para la clase política que padecemos.

El año pasado y éste, años de elecciones permanentes, parece que no han servido para cambiar las tendencias de nuestras inquietudes y preocupaciones. ¿Sirven para algo las elecciones democráticas, a las que acudimos los ciudadanos con tanta frecuencia? ¿No falta algo en nuestra vida política y en los políticos para que sean realmente un servicio a los ciudadanos?

Yo creo que el 11-M fue algo más que un atentado. Si analizamos los pocos hechos que conocemos y sus consecuencias, podemos descubrir que aquello fue fruto de una planificación de alto calado y no un atentado improvisado por unos aficionados a matar inocentes. Para mí y para los firmantes de aquella petición, resulta incomprensible la convocatoria permanente de elecciones y el silencio y olvido que mantienen por consenso para ocultar la verdad y la justicia pendientes para con el mayor crimen político de nuestra reciente historia. ¿A quién beneficia este silencio? ¿A quién perjudicaría la verdad y la justicia? Espero la respuesta del Estado a estas dos preguntas.

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