La guerra en la que sólo queremos morir y llorar
Ya es hora de dejar de contemplar a nuestros muertos como si lo fueran por una catástrofe ante la que sólo nos podemos sentir solidarios y compungidos
Es comprensible que la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y de Seguridad, Federica Mogherini, no haya podido contener las lágrimas al hablar de la masacre perpetrada este martes en Bruselas por los terroristas del Estado Islámico. Sin embargo, esta nueva matanza en Europa, en la que han sido asesinados más de treinta personas y que ha herido a más de un centenar, no puede volver a tener como única reacción las lagrimas, la solidaridad con las víctimas, las banderas a media asta, los vacíos llamamientos a la unidad de los demócratas y los recurrentes "je suis" que, más que una llamada al combate en defensa de nuestras vidas y de nuestras libertades, parecerían una invocación al martirio.
A Occidente le han declarado una guerra y ya es hora de dejar de contemplar a nuestros muertos como si lo fueran por una catástrofe natural ante la que sólo nos podemos sentir solidarios y compungidos. La matanza de Bruselas no es ni siquiera la criminal obra de un psicópata o de un grupo aislado de fanáticos religiosos que actúan por su cuenta. Se trata de un ataque planificado, coordinado y dirigido por una organización terrorista que, mal que le pese a muchos bienpensantes, sí es un Estado, en el sentido de que dominan un vastísimo territorio a caballo entre Siria e Irak, y sí es islamista, en tanto que matan en nombre de Alá y siguiendo al pie de la letra los imperativos más sanguinarios que el Corán dicta contra los infieles.
Si la Europa que clama por la unidad de los demócratas es incapaz de articular una respuesta unitaria y combativa contra una organización terrorista que controla y administra un territorio mayor que el de la Gran Bretaña, más patético resulta aun el consenso de la nada articulado en España entorno a un pacto "antiyihadista", cuyos integrantes, para empezar, se niegan a reconocer que a los occidentes nos han declarado una guerra.
Ya podrán los integrantes del Pacto de la nada celebrar la unidad de los demócratas; ya podrá Rajoy congratularse de la lealtad que los distintos partidos han mostrado; pero que alguien pruebe a preguntarles si España va a enviar tropas a combatir al Estado Islámico, a participar en los bombardeos contra la organización terrorista o a relevar a nuestros aliados en sitios menos conflictivos para que ellos puedan liberar territorio bajo soberanía de unos genocidas.
La inoperancia de ese Pacto Antiyihadista es aun más evidente cuando se permite que asista como "observador" a una formación como Podemos, que no sólo está financiada por regímenes tan abyectos como el de Irán, sino que es incapaz de sumarse en el parlamento navarro, al igual que los proetarras de Bildu, a una condena de los atentados porque en ella se hace una referencia a las bandera a media asta de Europa y España.
Así las cosas, es de temer que la reacción a esta nueva matanza del terrismo islámico se limite, como en pasadas ocasiones, a lamentar lo perpetrado sin hacer nada por represaliar y evitar que nos vuelvan a atacar.
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