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Eduardo Goligorsky

La burguesía catalana, traicionada

El despertar ha sido duro y promete serlo aun más. Temblad, burgueses catalanes.

EFE

Inicialmente, los más cínicos convirtieron las reivindicaciones identitarias en un medio para llevar el peix al cove y los dólares a paraísos fiscales. Una cofradía de políticos e intelectuales momificados entre pleitos del siglo XVIII aprovechó la oportunidad para inyectar ideología a esta vuelta al pasado, y una parte de las clases medias catalanas se dejó encandilar por una élite que prometía conducirlas a la Ítaca feliz.

A merced del Politburó

Dicha élite estaba montada sobre el partido que tradicionalmente había representado a esas clases medias y que, si bien había sembrado arteramente, desde el vamos, las semillas de la inquina contra la historia y la cultura del resto de los compatriotas españoles, conservaba las apariencias de la moderación y de la colaboración con el establishment productivo. Se había creado la ficción de que ese partido era el pal de paller, la viga maestra, la casa grande de la burguesía catalana. Por lo tanto, la buena gente soñó que, aunque la nueva singladura secesionista estaba preñada de riesgos, la presencia de ese partido le garantizaría la seguridad y el bienestar.

El despertar ha sido duro y promete serlo aun más. La viga maestra está podrida, la casa grande está embargada, el patriarca que construyó el engendro resultó ser un sinvergüenza, su delfín cayó humillado por una patulea de nihilistas y los organizadores del evento planean traicionar a sus patrocinadores burgueses y dejarlos a merced del Politburó chavileninista que encabeza Pablo Iglesias. ¡Temblad, burgueses catalanes!

Pruebas al canto. Es significativo que aquel partido protector de la clase media y productiva esté acéfalo y ni siquiera tenga nombre. ¿Convergència Democràtica de Catalunya? ¿Democràcia i Llibertat? Pero hay algo mucho más grave: ni siquiera tiene ideología. Informa La Vanguardia ("CDC busca ideología", 26/2):

La encuesta, a la que ha tenido acceso La Vanguardia, consta de 82 preguntas, agrupadas en dieciséis páginas y divididas en dos bloques, uno ideológico con 53 y otro organizativo con 29. El ideológico pretende descubrir sobre todo el modelo de sociedad de CDC y en él se requiere a los encuestados si son partidarios o no de cuestiones tan sensibles como, por ejemplo, el aborto, la eutanasia, la prostitución o la adopción por parejas del mismo sexo. (…) Y también se pide a militantes y simpatizantes que definan en qué espectro político se sitúan entre el 0 de la extrema izquierda y el 10 de la extrema derecha.

La encuesta se completa con preguntas sobre temas sociales (hipotecas, escuelas que segregan por sexo, etcétera) y sobre el modelo de Estado de una Cataluña independiente (sistema electoral, prioridad del sector público o el privado, etcétera).

Rehenes de la CUP

Por lo visto, los militantes y simpatizantes podrán definir dónde se sitúan entre la extrema izquierda y la extrema derecha, pero los hechos consumados ya los han convertido en rehenes del 0 de la escala: la CUP. Antes de que se firmara el acuerdo que decapitó al prescindible Artur Mas, un intelectual orgánico del nacionalismo tradicional, Joan B. Culla i Clarà, desenmascaró a los cupaires sin imaginar que estaba marcando un gol en propia meta ("Cupología", El País, 8/1):

Estaba en la naturaleza de las cosas que el acuerdo entre JxSí y la CUP resultase imposible, por más que, de buena o mala fe, muchos hayan alimentado la impresión contraria.

No, no a causa del euro, de la UE, o de la OTAN, sino por razones de cultura política. Nada más lejos de mi ánimo que pretenderme yo también cupólogo, pero desde hace bastantes años convivo en la Universitat Autònoma de Barcelona con el brazo estudiantil de la CUP, el Sindicat d´Estudiants dels Països Catalans (SEPC), y he tenido ocasión de observar repetidamente su manera de razonar y de actuar.

Su primera característica es la práctica de la sinécdoque política (confundir la parte con el todo): ellos son "las y los estudiantes", porque el activismo suplanta la representatividad, y convierte en irrelevante a cuántos afiliados tengan en una comunidad de 25.000 miembros. Es exactamente la misma lógica que inspiraba una pintada de Arran (la rama juvenil de la CUP) leída estas semanas: "La independència és del poble! Mas go home!". Se sobreentiende que el poble son ellos, aunque la CUP obtuviese el 8,2 % de los votos y Junts pel Sí el 39,6. (…) ¡Y pobre de ti si te atreves a desafiar la consigna o a criticar los métodos coactivos! Entonces eres un esquirol o directamente un redomado fascista.

Es extraño que el profesor Culla i Clarà no se haya dado cuenta, al escribir esto, de que su preferido, JxSí, y la desenmascarada CUP comparten el ADN totalitario: ambos utilizan la sinécdoque política y siendo una parte minoritaria (47,8 frente al 52,2%) se atribuyen la representación del todo, y ambos acusan de fascista a quien no les sigue la corriente. Por ello es lógico que se amanceben y que dejen desamparada a la burguesía sensata y emprendedora.

Coqueteos inquietantes

La tribu anticapitalista de la CUP no pasa de ser, sin embargo, un forúnculo local. Existe el riesgo de que los capitostes de la desvencijada CDC, ayunos de principios e indiferentes a la suerte de la clase media que antes representaban, mendiguen una cuota de poder a la sombra del chavileninismo en alza. Ya se vislumbran coqueteos inquietantes con Podemos. Inquietantes, sobre todo, para la burguesía catalana, que será el chivo expiatorio. Con un añadido importante: el chavileninismo también tiene submarinos en el PSC y por consiguiente en el desquiciado PSOE, donde Pedro Sánchez tampoco es una garantía de lealtad al pacto con C´s. Carme Chacón se pronunció a favor de la alianza con Podemos (LV, 22/12/2015) y Miquel Iceta despotrica contra el aliado Ciudadanos con zafios argumentos chovinistas: "Fuerza política basada en un anticatalanismo y antinacionalismo, casi me atrevería a decir, primario", soltó el patético hazmerreír trasnochado, plagiando a Pilar Rahola (LV, 1/3).

Es precisamente la dura panfletista Pilar Rahola quien se enternece al oír "el mismo grito de alarma contra el diablo de Podemos, a quien pronto acusarán de haber matado a Manolete" ("Parque jurásico", LV, 30/1); y tras el debate de investidura descubre que Pablo Iglesias, "a ratos brillante y siempre certero, ha demostrado que es el que más carga ideológica tiene y el que sucumbe a menos servilismos" ("El ring", LV, 3/3).

Sin embargo, es el predicador Francesc-Marc Álvaro quien protagoniza la apertura hacia el chavileninismo, con la traición a la burguesía catalana que ello implica. Presagió dicha apertura al escribir ("La manta de Pablo", LV, 8/2): "¿Podemos puede llegar pronto a la Moncloa y cambiar a la vez la mentalidad de miles de votantes criados en el anticatalanismo furibundo?". Y pasó del coqueteo al idilio en su artículo "El espíritu y el fantasma" (LV, 25/2), un auténtico manifiesto del giro hacia el feroz componente antiburgués de la rancia demagogia lerrouxista. (Ver "Los nuevos lerrouxistas", LD, 18/2).

Transición con mayúscula

Lo que le hizo perder el oremus a Álvaro fue una declaración de entidades empresariales de lo que él llama "las Españas", entre las que se contaba el Cercle d'Economia, que abogaba por "un gobierno estable" y pedía "recuperar el espíritu de consenso que presidió la Transición hace cuarenta años". Con un lenguaje que hibrida la chabacanería del lerrouxismo con la retórica profesoral del chavileninismo, Álvaro arremete contra “los prohombres”, “los próceres de la cosa empresarial”, “los buenos patricios” que redactaron la declaración. Les reprocha haber escrito Transición con mayúscula y descarga contra esta la artillería pesada del arsenal revolucionario que en los años setenta del siglo pasado acaparaban los maoístas y los Bandera Roja. Blasfema contra el vocablo concordia, "demasiado catalán, demasiado solemne y demasiado de Cambó". No podía faltar Cambó en la diatriba. Tampoco Tarradellas:

El retorno del president Tarradellas, brillante operación de Estado que trataba de matar dos pájaros de un tiro: restar protagonismo a las izquierdas triunfantes en Catalunya y dar respuesta controlada a la demanda de autonomía. Como un paracaidista de lujo el viejo exiliado de Saint-Martin-le-Beau representó su papel en modo De Gaulle.

¿Tarradellas un paracaidista de lujo? Quienes transitaron complacientes y complacidos por la charca del pujolismo deberían realizar un ejercicio expiatorio antes de emitir juicios sobre quien fue, a diferencia de su sucesor montserratino, un hombre austero e incorruptible y un gobernante ejemplar.

Temblad, burgueses catalanes. Vuestros tradicionales protectores devenidos secesionistas marchan del brazo con cupaires y podemitas rumbo a una sociedad sin capitalistas. Para sellar la alianza, el energúmeno emblemático de ERC, Joan

Tardà, exhortó a los líderes de Podemos, en plan Pasionaria (LV, 24/2): ¡No os rindáis! Y Francesc Homs (CDC o LiD o como se llame) cosechó los aplausos de los chavileninistas en el Congreso cuando, ciscándose en sus electores burgueses, sostuvo que "existe mayoría de izquierdas para gobernar" (LV, 3/3).

Los burgueses catalanes y toda la buena gente de la comunidad autónoma deberán recuperar el control de la sociedad civil, libre de los falsos mesías y de los agitadores totalitarios que los han traicionado, para seguir el rumbo que marcaron la Transición, con mayúscula, y el gigante -moral y físico- Josep Tarradellas.

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