Empiezan a caer
Casi seis generaciones de cubanos han vivido bajo las garras de una dictadura, víctimas de los caprichos de energúmenos semejantes a Ramón Castro
Recién ha muerto Ramón Castro Ruz, hermano mayor de Castro I y Castro II. Ya en el 2012 había fallecido otra hermana mayor, Ángela María Castro Ruz, nacida en 1923. Empiezan a caer las lápidas como naipes. Uno menos.
Mongo Castro, como se le conocía, desaparece a los 91 años; guardaba un tremendo parecido físico con su hermano Fidel, de ahí que surgieran muchas bromas en torno a su persona, y que aún siendo el hermano mayor fuera siempre relegado a un segundo plano y se le viera como el hermano que se parecía a Fidel y no al revés, a Fidel como el hermano menor que se parece a Mongo.
Es fácil imaginar que con esta muerte los hermanos Castro vean con terror y más cerca la visita definitiva de La Pelona. Sobre todo Castro I, quien cumplirá el próximo agosto 90 años.
Si bien la presencia de Mongo Castro en este más de medio siglo de poder del castrismo se mantuvo bastante discreta no se puede negar que haya sido una figura cómplice y activa del horror. No participó de la guerrilla pero fue miembro del Movimiento 26 de Julio y colaboró desde la hacienda de sus padres con la guerrilla. Se dedicó toda su vida a la agricultura y a la ganadería. Puso en marcha el peor plan ganadero y lechero que se haya conocido en la historia de la humanidad. De ese plan todavía depende que los niños en Cuba reciban el vaso de leche tan prometido por Raúl Castro y que jamás ha llegado a los hogares cubanos.
Gran fumador de tabaco hasta el final llevó siempre una vida cómoda en el campo, aunque en los últimos años habitó en una finca habanera. Padre de cinco hijos, al menos dos de sus nietos residen en España administrando negocios familiares, uno de ellos perteneciente al mismísimo Raúl.
Su muerte no provocará ningún cambio sustancial en la isla, pero aunque la sucesión en Cuba de los viejos Castro por los nuevos está más que atada, los tiranos sentirán la amenaza del fin de una era que irremediablemente se extingue.
Una era que se extingue, sí, pero que ha sido demasiado larga, y que dejará graves secuelas. Casi seis generaciones de cubanos han vivido bajo las garras de una dictadura, víctimas de los caprichos de energúmenos semejantes a Ramón Castro, quien fue uno de los principales en dañar y acabar con la próspera economía cubana de los años cincuenta. Además calló y apoyó los crímenes de sus hermanos. Nadie llorará la muerte de un inútil y de un cobarde.
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