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Antonio Robles

Periodismo mercenario

Grup de Periodistes Pi i Maragall. Su objetivo, devolver al periodismo su función: informar con neutralidad y servir a la verdad.

He escrito en múltiples ocasiones que en Cataluña periodistas y políticos podrían intercambiarse y nadie se daría cuenta.

A cuento viene el dicho porque esta mañana acaba de fundarse en Barcelona el club Grup de Periodistes Pi i Maragall. Su objetivo, devolver al periodismo su función: informar con neutralidad y servir a la verdad.

Evidencia tan obvia se suele olvidar demasiadas veces y en demasiados medios, en cualquier sociedad, pero en Cataluña se olvidó por entero hace ya tres lustros. El periodismo está al servicio del nacionalismo, y este al de la mentira. Eso es todo. Así lo expresó Arcadi Espada en la presentación del acto fundacional. Efectivamente, si el nacionalismo está al servicio de la mentira, el periodismo ha de estarlo al de la verdad.

Yo me conformaría con que estuviera al servicio de la información veraz, aquella que se persigue a pesar de la subjetividad del sujeto que percibe. Pero en Cataluña es afán inútil, el periodismo neutral no existe, ni siquiera hay periodistas, solo mercenarios a sueldo del erario público y de sus propias ideas, que son las mismas que las del poder; porque en Cataluña hay que forzar a pocos profesionales, la mayoría forman parte del relato nacionalista. Sólo así se entiende por qué la sumisión llega al activismo contra cualquier disidencia. Cuando pase el tiempo y las horas devuelvan el sentido común a este delirio, se mirará con incredulidad tanta obscenidad, y quedarán los 12 editoriales conjuntos como la prueba del mayor fraude contra la libertad de pensamiento acontecido en la Europa posterior a la Alemania de Joseph Goebbels. El nacionalismo ha levantado muros y cavado trincheras. Nos ha amputado derechos. Pero nada de todo eso se podría haber realizado sin una tropa de periodistas a sueldo del sistema. En medios públicos y concertados, tanto monta, monta tanto, los privados como los concertados subvencionados.

Es curioso que nada más hecha la difusión del acto por las redes sociales se desató un ataque furibundo contra los intrusos con las típicas descalificaciones: "Ratas de cloaca", "asociación de periodistas untados por el CNI", "talibanes de la jihad hispánica", "son una plaga epidémica, pagada por la cloaca, indigna de un país democrático. Son mala gente", "todos tienen un nombre: ¡botiflers!", "activistas de la agitación ultranacionalista española colonizadora", "parásitos", "¡qué asco! ¡estos putos colonos!", ¡caspa rancia y neofalangismo!

Estos fets diferencials de la Cataluña nacionalista los recogió el presidente del recién nacido Grup de Periodistes Pi i Maragall, Sergio Fidalgo, pero a estas horas de la tarde cuando escribo se han multiplicado por docenas. Vean: "Lo mejor de cada casa. Pura escoria", "hace mucho tiempo que los periodistas españoles no son más que pistoleros a sueldo de los poderes fácticos"... Y así.

No reparen en la brutalidad de los insultos, son las redes sociales, los foros de los diarios digitales, etc. De ahí no se deben sacar consecuencias. ¡O sí!

Quizás nos indiquen la temperatura sucia que transpira la atmósfera social de Cataluña a través de sus poros más sensibles y anónimos. Asustan las respuestas inmediatas y rotundas ante el más mínimo retoque al tinglado.

P. D. El Grup de Periodistes Pi i Maragall nace sin respaldo económico ni subvenciones públicas. ¿Así se puede defender la libertad de expresión en un tiempo donde aquellos que la mutilan disponen de todas? Como aseguró Tomás Guasch, presidente honorario, habrá que tomárselo con humor.

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