Puigdemont, el fascista
Una familia de orden, mucho seny y poca broma, los reposteros de siempre, carlistas, falangistas y luego pujolistas, siempre en la corriente dominante.
El nuevo presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont i Casajamó, emitió el pasado 16 de enero el siguiente graznido en el Twitter: "Nos quisieron borrar como nación. No lo consiguieron. 300 años después queremos escribir un nuevo país. Lo conseguiremos". Henchido de ardor patriótico, diríase que los Puigdemont llevan trescientos años echados al monte, resistiendo a los ocupantes, manteniendo viva la llama de la nación catalana a base de trabucazos y el pillaje, en la más absoluta clandestinidad. Sólo es cierto lo del pillaje, mínimo tres por ciento.
Nada más lejos. No tanto como trescientos años pero sí hace casi un siglo que los Puigdemont elaboran pasteles, tortas y melindres. De hecho, hacen roscones e hicieron de jerarcas franquistas en el municipio gerundense de Amer, bastión del carlismo. El abuelo Puigdemont, don Francisco, se piró de la Cataluña republicana a la que tuvo oportunidad y otros cuantos ancestros más del president también se pasaron al bando nacional, aunque ninguno se distinguió por su valor en el frente. De hecho, don Francisco prestó servicio en la cárcel de Burgos como intendente de cocina.
Una familia de orden, mucho seny y poca broma, los reposteros de siempre, carlistas, falangistas y luego pujolistas, siempre en la corriente dominante. Pasaron de lucir la camisa azule a nombrar alcalde de CiU a un tío del president, Josep Puigdemont, que es quien ha largado a El Mundo la particular historia de la singular familia. "Fatxorros", que dirían los cuperos. Feixistes, según la terminología convergente. Los Puigdemont, siempre con el caudillo, de Franco a Pujol, bombonería y suministros since 1927.
Dadas las circunstancias, el último de la saga prefiere remitirse en su propio blog a la trágica historia de su abuelo Carles Casamajó, casado con una jienense, republicano, huido de España en 1939 y del que se perdió el rastro en un campo de concentración francés en 1943. Una bonita historia, salvo para Casamajó. Su nieto Carles se crió en el horno familiar, en un entorno acomodado, sobrio, práctico y honrado, igual que los Pujol. Sin estudios, ha hecho un carrerón y se ha inventado toda una genealogía de freedom fighters. En breve aparecerá el esqueleto de un Puigdemont en algún garaje de Barcelona ataviado con jirones del uniforme austracista y abrazado a una estelada de las que no existían por entonces. ¿Qué más da? Hubo un Puigdemont fascista y un Casamajó republicano. El nieto es un panoli que se cree que estamos en guerra, que esto no ha hecho más que comenzar y que trescientos años no son nada en la historia de su aldea. Rememora a Casamajó pero es un Puigdemont Puigdemont. En su pueblo lo tienen claro desde siempre.
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