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Francisco Pérez Abellán

La Ratesa

Nunca he visto esto tan feo, tan sucio y desastrado.

¿Cuántas ratas hay en Madrid sin contar las de dos patas? Desde que la alcaldesa Manuela Carmena ha llegado, quien manda en la capital de España es la Ratesa, en una alcaldía paralela a nivel de suelo, como Rebelión en la Granja de Orwell, con el cerdo estalinista y música ratonera. La Fiscalía del Estado hace semanas que la persigue con la intención de reducirla.

La Ratesa es la jefa de las ratas, animalitos célebres en la historia por traer epidemias, enfermedades e infecciones de todo tipo. Las ratas pueden contagiarte de peste bubónica, leptospirosis y hantavirus. Desde que la Fiscalía investiga parece que ya no se atreven a hacer botellón y disputarse la comida cerca de las marquesinas de los autobuses. La experta municipal Inés Sabanés culpa a la climatología y afirma con seriedad que no se debe solo a lo sucio que está todo.

He sido jefe de las páginas de Local con nueve alcaldes y nunca he visto esto tan feo, tan sucio y desastrado. En el suelo hay hojas del otoño pasado, colillas de cuando se fumaban celtas y porquería reciente de perros, comida, peladura de patatas y trozos de pizza. Incluso el otro día encontré una papeleta arrugada entre las flores de cuando Rajoy ganó por mayoría absoluta. El suelo de Madrid es tóxico y las ratas han subido a la ciudad que diría Emilio Romero.

Con falta de limpiadores, recortes de gastos e insuficiencia en la gestión, la alcaldesa ha puesto en marcha una batería de ocurrencias: hacer que las madres vayan a limpiar los colegios y que los niños recojan las colillas del suelo. Ojo que el cadáver de un desaparecido o los restos de un descuartizado pueden estar disimulados entre la acumulación de vertidos y hasta puede encontrarse un muerto con ataúd. También conviene vigilar que los chiquillos no se corten con las navajas de los sirleros ocultas en el estiércol o se vayan a meter en la boca pirulas del camelleo.

Por el momento las iniciativas de los carmenos no cuentan con la colaboración entusiasta de los madrileños y en paralelo la Ratesa ha mandado sus legiones contra los parques, calles y plazas. Una colonia de ratas ha poblado la plaza del Campillo del Mundo Nuevo, en el Rastro, frente a los jardines de la chimenea del campo del gas, donde ameniza las tardes un infame olor a pis, dado que la carencia de aliviaderos públicos convierte parques en urinarios. Sirva esto de llamada al 010, que dicen que es tan diligente. Yo ya he escrito un mensaje en un trozo de papel que permanece en el suelo desde el año pasado a ver si consigo encontrarlo el que viene entre la basura.

Los sin techo, de los que siempre inspecciono sus chiringuitos de cartón por si se trata de viejos periodistas, dado que hay más de 20.000 en el paro, se dejan restos orgánicos y acumulan efectos que atraen a los roedores. Si son antiguos periodistas puede decirse que hasta están acostumbrados a las ratas: de hecho están ahí por ellas.

Algunos expertos afirman que pese a los raticidas puede calcularse que hay al menos seis millones de ratas en las alcantarillas capitalinas. Esto significa que los ciudadanos sufren ratilandia en sus casas, trabajos, restaurantes, escuelas, medios de transporte y partidos políticos. Pero no se ha informado si ahora se han multiplicado por diez o simplemente se dedican a hacer turismo reclamadas por la molicie porque salen a pasear con más frecuencia y en más barrios. Los que tienen ingenio práctico dicen que podríamos darlas en adopción: aunque son ratas grises resultan vivaces y revoltosas.

En La Ratesa de Günter Grass regalan por Navidad una jaula con una gran rata dentro. Aquí pueden regalarse sin jaula o pasearse con la cadena del perro pues llegan a pesar entre trescientos gramos y medio kilo. George Clooney tenía un cerdo de mascota: en Madrid las ratas amenazan comerse el oso y el madroño.

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