Fred Thompson, ida y vuelta de la política al cine
Su caso no es como el de Ronald Reagan: antes del cine llegó la política.
La política democrática ha pasado del ágora a las Cortes medievales, a los Parlamentos de la Ilustración, a los sóviets y a los grandes mítines. Todo ello antes de convertirse en catódica, y ya ni en eso. La democracia es una nube. Fred Thompson parecía un hombre preparado para la fase televisiva de la política. No en vano parte de su caleidoscópica carrera fue delante de las cámaras. Llegó tan lejos que se planteó ser el candidato republicano a la presidencia en 2008, y por un tiempo fue el hombre a batir por todos los demás.
Un linfoma se lo ha llevado el día de todos los santos, tras 73 años de una vida más extraordinaria que la de cualquiera de nosotros. Su caso no es como el de Ronald Reagan: antes del cine llegó la política. Thompson estudió filosofía y política en la universidad, y de ahí pasó al ejercicio del derecho y a la política en el Partido Republicano. Tuvo un papel no insignificante en la comisión que investigó el caso Watergate (1973), que acabó con la dimisión del presidente Nixon. Cuatro años más tarde defendió con eficacia a una funcionaria que expuso un vergonzoso caso de cohecho con el gobernador demócrata de Tennessee Ray Blanton. El escándalo se convirtió en película, Marie, protagonizada por Sissy Spacek, Jeff Daniels y Morgan Freeman. Thompson, que en aquel 1985 era un abogado de 43 años, aceptó actuar haciendo de sí mismo. Un camino heterodoxo hacia Hollywood el suyo, pero transitado con piso firme: Sin salida, La caza del Octubre Rojo, Días de trueno, La jungla de cristal 2, o la serie Ley y orden.
Articulado, con ideas propias y con el aura de la fama, Thompson tenía las puertas abiertas de la política, incluyendo la del Senado de los Estados Unidos, institución de la que se ha dicho que es el club más exclusivo de la historia. Eso lo ha debido de filtrar un senador sin mayores aspiraciones. Las de Thompson tuvieron por objetivo final la Casa Blanca. Fueron esas mismas aspiraciones, pero de Al Gore, las que dejaron vacante de forma prematura una silla del Senado por Tennessee en 1994. Thompson la ocupó durante nueve años. Azotó sin piedad a los Clinton por su desbordante corrupción. Son muy numerosos los casos, a cuál más imaginativo y sonrojante. Por ejemplo, la llamada "máquina de hacer dinero de la habitación Lincoln", una estancia de la Casa Blanca que los Clinton alquilaron a centenares de personas, que pagaron por ese privilegio más de 5,4 millones de dólares. El dinero se lo embolsaron los Clinton para su campaña, y Thompson contribuyó a sacarlo a la luz. Aceptaron dinero de los camioneros a cambio de retrasar la aplicación del Nafta a su benemérito gremio. Ahí estaba Thompson para desvelar el apaño. El empresario James Riady tuvo que pagar la mayor sanción impuesta por financiación ilegal a un partido por haber tenido el privilegio de hacer contribuciones ilegales a la campaña de los Clinton en 1996. Antes de la sanción se había levantado el dedo acusador de Thompson. Fue un destacado defensor de la vida frente al aborto, y de los derechos de los estados, pues recelaba del excesivo poder de Washington.
Su carrera presidencial, fulgurante, breve, demostró qué tipo de temperamento tenía. En uno de los debates, la moderadora invitó a los precandidatos a levantar la mano si creían que la actividad humana era la causante del cambio climático. Andrew Ferguson recuerda la reacción de Thompson:
"Bueno, ¿me daría un minuto para responder a eso?", preguntó Thompson. Cuando ella dijo que no, él respondió: "Bien, entonces no voy a responder. Usted quiere hacer un show con las manos y yo no se lo voy a conceder".
Al estupor de la presentadora y del resto de los candidatos siguió un silencio, al que siguió la negativa de todos a participar en la coreografía. Decía lo que pensaba y se le notaba. Era el fin de la era Bush, y los electores querían una ruptura con el 43º presidente de los Estados Unidos. Los republicanos eligieron finalmente al también senador John McCain, pero el conjunto de la sociedad prefirió a Barack Obama. Bien es cierto que no puso el empeño necesario para una empresa de esa envergadura, lo que ha sido interpretado por alguno como una saludable moderación en la ambición política. En una ocasión dijo, mientras era senador, que echaba de menos la seriedad y sinceridad de Hollywood.
Fred Thompson deja aquí a su mujer, cuatro hijos y cinco nietos.
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