El irresponsable alarmismo de la OMS
Existe una diferencia abismal entre decir que comer carne provoca cáncer y que disparar su consumo eleva muy ligeramente el riesgo de padecerlo
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha levantado una enorme polvareda mediática y social esta semana a raíz de su polémico informe sobre el consumo de carne y el riesgo de padecer cáncer de colon, demostrando, una vez más, que este tipo de organismos internacionales generan, normalmente, más problemas de los que resuelven. Y es que, el comunicado remitido por la entidad, debido a su errónea y confusa redacción, era pasto de convertirse en titulares alarmistas y exagerados, tal y como, efectivamente, acabó pasando. El mensaje que se trasladó a la opinión pública fue que comer carne roja o procesada "causa cáncer", lo cual es absolutamente falso.
Lo primero que cabe señalar al respecto es que la credibilidad que posee la OMS es más bien escasa, cuando no nula, en materia de alertas sanitarias. El famoso mal de las vacas locas, por ejemplo, generó un estado de pánico a nivel mundial a finales de los años 90, alentado convenientemente desde la OMS, que desembocó en el sacrificio de millones de reses y pérdidas muy cuantiosas para el sector ganadero en Europa y, muy especialmente, en Reino Unido. Sin embargo, tan sólo se detectaron unos 200 casos de contagio en seres humanos.
La famosa Gripe Aviar, por su parte, causó la muerte a unas 250 personas en los últimos diez años frente a los 500.000 fallecidos que provoca la gripe común cada año alrededor del globo, exterminando a millones de aves como consecuencia de la advertencia lanzada por la OMS. Lo mismo cabría decir de la Gripe A, cuya aparición hace escasos años copó las portadas de los principales periódicos del planeta alertando de la llegada de una pandemia mortal que podría acabar diezmando a la población mundial. Los estados se apresuraron a comprar millones de vacunas que hoy aún guardan polvo en los almacenes de los hospitales a la espera de esa teórica avalancha de enfermos que pronosticaba la OMS.
Los errores y alarmismos innecesarios de dicho organismo son numerosos. En cuanto al cáncer, la OMS también llegó a señalar que el móvil era un objeto cancerígeno, al igual que el famoso mate, la bebida nacional de Argentina, entre otros muchos alimentos y productos potencialmente peligrosos para la institución. Su última advertencia ha sido la carne. Sin embargo, la letra pequeña del informe, que es donde se encuentra la clave, tan sólo se limita a señalar que por cada 50 gramos diarios de carne procesada el riesgo relativo de incidencia de cáncer de colon aumenta un 18%. Es decir, la diferencia entre no comer carne y atiborrarse a salchichas todos los días radica en que el segundo tiene un 18% más de probabilidades que el primero de padecer esa enfermedad. Llevado a números absolutos, y puesto que el cáncer de colon provoca unas 14.700 muertes en España cada año, si la población multiplicara por más de dos su consumo diario de carne procesada desde los 30 gramos actuales hasta los 80 gramos de media, el número de fallecidos aumentaría en unas 150 personas, siempre y cuando la estimación de la OMS fuese correcta.
Existe una diferencia abismal entre decir que comer carne provoca cáncer y que disparar el consumo de este tipo de productos eleva ligeramente el riesgo de llegar a padecer esa fatídica enfermedad. Tanto es así que la propia OMS se vio obligada a aclarar su disparate tras el revuelo que provocó su comunicado. La responsabilidad de tamaña insensatez recae, evidentemente, en esta organización, pero también en los medios que han dado pábulo al citado informe sin contrastar o aclarar convenientemente la información, generando con ello un alarmismo innecesario y contraproducente. En este sentido, conviene recordar que España cuenta con una potente industria cárnica y este tipo errores pueden generar graves daños al sector.
Además, en el fondo de esta polémica subyace una falacia aún mayor, ya que son muchos los organismos y entidades que cuestionan la conveniencia o no de consumir ciertos alimentos y su potencial peligrosidad. La tozuda realidad, sin embargo, es que nunca antes hemos comido mejor, gracias, por un lado, al aumento de la renta per cápita que ha registrado la inmensa mayoría de países a lo largo de las últimas décadas, con el consiguiente acceso a una cesta de productos mucho más variada y abundante, y, por otro, a que los estándares de calidad y control por parte de las propias compañías no ha dejado de aumentar conforme las exigencias de los consumidores también se han ido elevando. Y la mayor evidencia al respecto es que la esperanza y calidad de vida no dejan de aumentar. Así pues, frente al irresponsable e interesado alarmismo de la OMS tan sólo cabe una cosa: mucha frialdad y puro y simple sentido común.
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