Ciudadanos frente a la tribu
El primer partido nacional con sede en Barcelona es desde ahora el primer partido de Cataluña: Rajoy tiembla ante Rivera.
El atrabiliario movimiento liberticida Junts pel Sí ha cosechado este domingo un sonoro fracaso. Ni con toda la potencia mediática que tienen comprada, la inaudita presión social que son capaces de ejercer en prácticamente todos los ámbitos, los llamamientos a filas a artistas, deportistas y famosillos han sido capaces de cosechar la mitad de los votos emitidos. Ni siquiera echando mano de la infame CUP han conseguido alcanzar ese tan simbólico como escuálido –para lo que pretenden– 50%. Un sonoro fracaso, verdaderamente.
El infausto todo o nada del secesionismo no ha logrado cumplir mínimamente sus objetivos, y ahora lo único que puede ofrecer a los catalanes es el bochornoso espectáculo de sus luchas intestinas, protagonizadas por personajes como escogidos entre lo peor del Principado. No dejará de ser aleccionador, pero eso no les convertirá en menos peligrosos: como demuestran siempre que pueden, son capaces de infligir cualquier mal a Cataluña con tal de seguir adelante con su desafío liberticida.
Frente a la banda de Mas, Junqueras y la batasunófila compañía, Ciudadanos emerge como el primer partido de Cataluña. El primer partido nacional con sede en el Principado es ahora el primer partido en el Parlamento de Cataluña. Con un discurso nítida y desacomplejadamente nacional y antinacionalista, que ha materializado lo que tanto pesimista y tanto maniobrero y tanto oportunista consideraban imposible. Inés Arrimadas ha logrado un resultado espectacular... que catapulta la carrera de Albert Rivera a La Moncloa. La peor pesadilla de Mariano Rajoy ha empezado a hacerse realidad.
El resultado de Ciudadanos llama especialmente la atención cuando se lo compara con el desastre popular: mientras los primeros han ganado 450.000 votos, los de Rajoy y Margallo han perdido 125.000 y se han convertido en el penúltimo partido en el Parlamento regional, con sólo unos pocos miles de votos más que la batasunófila CUP. Una catástrofe cuyo principal responsable no es un Xavier García Albiol que, aunque no ha hecho ni mucho menos la campaña brava y contundente que se esperaba de él, se ha visto fatalmente torpedeado por el fuego amigo del impresentable titular de Exteriores, que no ha perdido ocasión de hacer el ridículo, siempre con el visto bueno o el aliento de un Rajoy que sigue sin querer darse por enterado de nada y arrastrando al PP por el lodazal de los merecidísimos descalabros electorales.
En la lista de grandes perdedores está también Pablo Iglesias: su formación ha ensayado la convergencia con otra fuerza de extrema izquierda –ICV– y el resultado ha sido que ha perdido dos escaños y un 1% respecto a lo que ya tenía la coalición rojiverde. Está claro que el electorado catalán ha castigado el incongruente, insensato y rancio discurso del populista español más apreciado en Venezuela e Irán, lo que ha sabido aprovechar a la perfección un PSC que no se ha hundido todo lo que pronosticaban las encuestas y que puede resultar decisivo para las aspiraciones del PSOE en las generales de invierno. Habrá que estar especialmente atentos a los movimientos de Iceta, que por desgracia ha demostrado sobradamente que no es el personaje más fiable del panorama político catalán. ¿Recuerdan los estragos causados por un tal José Montilla? Pues Iceta tuvo en ello una tremenda responsabilidad.
Después de estas elecciones, Cataluña no está más cerca de la secesión sino del caos: la imposible coalición entre la más conseguidora que conservadora Convergència y el anticapitalismo batasunófilo de la CUP aboca al Principado a un proceso postelectoral lleno de tensiones y de resultado imprevisible. ¿Supondrá el final de la carrera política de Mas?, ¿ha quedado descartado un frente de izquierdas que excluya a CDC?, ¿logrará imponer la CUP sus desquiciadas propuestas económicas y sociales? Son preguntas que estarán en el candelero en las próximas semanas, en las que Cataluña seguirá, previsiblemente, sin un Gobierno que merezca tal nombre.
Sea como fuere, la principal conclusión que ya es posible extraer es que, como por otro lado era de prever, el 27-S no ha sido el final ni el inicio de ningún proceso y sólo es un punto y seguido en la lucha por la libertad, la de Cataluña y la de España entera. Una pelea en la que Ciudadanos ha demostrado que es posible ganar importantes batallas y que hay una Cataluña decente, moderna y española que no se avergüenza de sí misma, que es capaz de proclamar a los cuatro vientos "¡España, unida, jamás será vencida!" y de mezclar los vivas a Cataluña y a España con otro grito que también se ha escuchado en la sede de Cs y que es el que mejor resume el reto que los catalanes y el resto de los españoles siguen y seguirán teniendo ante sí: "¡Libertad, libertad, libertad!".
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