Al asalto de un poder sin límites
Estamos ante un intento de asaltar el poder, todo el poder, disfrazado de reivindicación de la independencia.
Lo que el domingo se vota en Cataluña es lo que la Ley, democráticamente aprobada, decidió que se debía votar: qué candidatos son elegidos para formar parte del Parlamento de Cataluña y ejercer los poderes que la Ley le atribuye. Pretender hacer cualquier otra cosa diferente a esta con el voto de los catalanes es dinamitar su Libertad, porque sería saltarse la Ley. La cuestión no es el "derecho a decidir", como pretenden los independentistas, sino quién protege a cualquier catalán, aunque fuera uno solo, de la tiranía de quienes pretenden imponerle sus decisiones sin Ley que les dé autoridad para ello.
Estos días escuchamos debates delirantes. ¿Cómo va a haber protección constitucional o legal de la nacionalidad española de los catalanes, si lo que previamente se hubiera dejado sin tal protección es la propia España?
No se trata de un debate legal. Ni tampoco es una competición de afectos y de halagos. Ni mucho menos es un asunto de dinero (es imposible que el Gobierno catalán obtenga más dinero con menos esfuerzo y menos responsabilidad por su parte).
Es una cuestión de principios básicos, de valores elementales en una sociedad compuesta por personas libres. La Constitución y las leyes son el producto de la libre voluntad de las personas. Y por tanto dejar sin efecto la Constitución y las leyes es dejar sin protección la libertad de cada español, viva o no en Cataluña, pero especialmente si vive en Cataluña.
Quienes pretenden obtener la independencia de Cataluña tendrían que dejar sin efecto, de la manera más rotunda y brutal, la vigencia de la Constitución y las leyes. Y a partir de ese momento dejan de existir límites. El que ha echado abajo la puerta grande también echará abajo cada obstáculo que encuentre para lo que en realidad busca, que no es la independencia en sí, sino el poder.
Estamos ante un intento de asaltar el poder, todo el poder, disfrazado de reivindicación de la independencia. Un poder sin límites. Sin jueces que juzguen el saqueo del presupuesto. Sin prensa libre que sea capaz de articular otra cosa que editoriales conjuntos en auxilio del poder.
Poder para quedarse con el dinero de la gente, para decidir quién "es de aquí" y quién "no es de aquí". Poder, en fin, para que la gente solo sea libre de decidir a qué altura de la manifestación se va a colocar, porque de quedarse en casa ya hace tiempo que dejó de ser libre.
Los políticos independentistas catalanes no son nuevos ni desconocidos. Siempre han querido poder, y es esa búsqueda la que les ha conducido a exigir la independencia. No para que Cataluña sea libre, sino para ellos poder reducir aún más la libertad y la propiedad de los catalanes.
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