La tontería
La tontería, en efecto, es el estado mental en que viven cientos de miles de catalanes.
Hay una corriente de analistas que, en el afán de razonar el auge del independentismo en Cataluña, no puede resistirse a la tentación intelectual, esto es, a vincularlo con factores resueltamente complejos, tal que la crisis económica, el agotamiento del Estado de las autonomías o, qué sé yo, la decadencia de Occidente. Sin embargo, y con independencia del rigor con que se expongan esas y otras causas, ninguno de ellas tiene en cuenta lo que, a mi juicio, resulta determinante en el caso catalán: la tontería. La tontería, en efecto, es el estado mental en que viven cientos de miles de catalanes, una suerte de hechizamiento presuntuoso por el que la realidad se cifra en un puñado de sobrentendidos, entre los que destacan, como es fama, "La culpa la tiene Madrit" y "España nos roba".
El principal vector de inoculación de la tontería ha sido TV3, que es, antes que una televisión autonómica, la primera red social de Cataluña. No hay programa que no presente un resquicio para que los televidentes exhiban un fragmento de sus vidas. Joan y su cesta de rovellons, Felip con su nueva equipación del Barça, la familia Planasdemunt al completo bailando la cançó de l'estiu... No se trata, claro está, de una práctica ajena a otras televisiones. Sin embargo, lo que en cualquier canal convencional resulta en un sonrojante cuadro de costumbres, en TV3 asemeja un muro de Facebook que tuviera como titular a Cataluña. Así, y análogamente a las normas de la cadena, que desprecia de forma explícita el uso del castellano, el muro dispone un filtro para quien pretenda asomarse a él. El folclore es un salvoconducto, sí, pero sobre todo hay que parecer estúpidamente feliz; cuanto más bobo, mejor, bien entendido que ese júbilo, por inopinado que sea, también forma parte de la superioridad moral respecto a España, país de cejijuntos de mal café. Estar rodeado de niños igualmente imbéciles es de una gran ayuda. Y tararear alguna de las sintonías de la casa asegura un trato reverencial.
El hecho de que haya tantas similitudes entre las manifestaciones de la Diada y los macrofestivales infantiles del Estadio Olímpico, los maratones navideños o el Día de Sant Jordi tiene que ver, en última instancia, con el libro de estilo que los ha tallado. Y en cuyo frontispicio se lee: "Cataluña será cursi o no será". (Que, de puertas adentro, esos rasgos pasen por inteligentes, refinados y, en suma, europeos sólo evidencia hasta dónde han llegado los sobrentendidos. O, más precisamente, el malentendido).
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