Los refugiados y la hipocresía izquierdista
Cuando Occidente se ha implicado en la batalla por la libertad de los pueblos de Oriente Medio, la izquierda llamaba asesinos a esos gobiernos.
La llegada masiva de refugiados al continente europeo, procedentes de Oriente Medio, ha puesto sobre el tapete la capacidad de la UE para hacer frente a la mayor crisis humanitaria de estas características desde la II Guerra Mundial. Los gobernantes tratan de ordenar el flujo de esta inmigración y de hacer un reparto por cuotas en los distintos países según sus condiciones internas, pero mientras debaten estos asuntos en el seno de las instituciones, las condiciones de los miles de refugiados que pretenden llegar a Centroeuropa y la emotividad de algunas imágenes difundidas por los medios de comunicación están provocando duras críticas -muy especialmente por parte principalmente de las fuerzas de izquierda-, no exentas de grandes dosis de hipocresía.
Esta crisis migratoria no es un fenómeno espontáneo producido por las condiciones económicas, como pretende hacer ver la izquierda en sus críticas. El problema al que nos enfrentamos en Europa es la llegada de decenas de miles de afganos, iraquíes y sirios, que huyen del exterminio sistemático al que están siendo sometidos en sus países de origen por parte de los fanáticos islamistas que están disputando el poder a las dictaduras de la zona. Los refugiados que provocan las lágrimas, los lamentos y las protestas de los bienpensantes izquierdistas europeos son víctimas de las guerras sectarias que se viven en Oriente Medio a consecuencia de las distintas interpretaciones rigoristas del Islam. Por cierto, la religión que suscita el afecto, el respeto y la admiración de esos mismos progresistas, para los cuales la única confesión que merece ser erradicada es la Católica.
Los habitantes de las zonas en conflicto de Oriente Medio huyen para salvar su vida, amenazada por los tiranos en el poder y el salvajismo de organizaciones islamistas. La izquierda europea lanza anatemas y reclama soluciones, pero cuando Occidente se ha implicado en la lucha por la libertad de los pueblos de Oriente Medio, esa misma izquierda ha salido a las calles a tachar de asesinos a los Gobiernos que trataron de evitar desastres como los que ahora asuelan aquellos países.
En su habitual esquizofrenia, muchos de los que claman al cielo por la tragedia de este éxodo acusan a Occidente de esta catástrofe por haber intervenido en la región. Es precisamente la ausencia de una intervención decidida y coordinada de las potencias occidentales lo que ha permitido a miles de fanáticos islamistas sembrar el terror en amplios territorios, que van desde las montañas afganas a la costa siria.
Los gobernantes europeos deberían ejercer su responsabilidad y asumir el coste de una intervención que contribuya a estabilizar Oriente Medio, evitando los trágicos movimientos de población cuyas consecuencias estamos viendo en las estaciones de tren húngaras y las playas de Turquía. Por una vez deberían actuar sin esperar a que EEUU siga poniendo los muertos para garantizar la seguridad de todos los europeos.
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