¿Disidencias en el secesionismo catalán?
El Gobierno no debería hacerse ilusiones ni buscar en el nacionalismo convergente sectores 'moderados' con los que negociar más 'moderadas' concesiones.
El tiempo dirá cuál es el peso y la influencia política del sector crítico que, por lo visto, acaba de surgir en el seno de CDC y que se hace llamar Convergents amb Seny. Por ahora tan sólo son –o mejor dicho, dicen ser– un grupo de simpatizantes, militantes, concejales, alcaldes o cargos del partido que preside Artur Mas que, sin dar la cara, se manifiestan frontalmente contra la línea independentista del presidente de la Generalidad y también contra sus nuevos aliados en la plataforma electoral Junts pel Sí.
Sería lógico que la apuesta radical del líder de CDC no se saldase únicamente con la bien reciente ruptura de la coalición con la UDC de Duran Lleida, sino que provocase disensiones y rupturas en el seno de un partido de derechas que nunca había defendido tan abiertamente la causa separatista y nunca había mantenido alianzas tan ideológicamente contra natura como ahora, en que va de la mano con buena parte de la extrema izquierda local.
Está por ver qué fuerza e influjo tiene esta pretendida corriente crítica; lo que parece claro es que Mas y sus secuaces no se van a bajar del monte secesionista por un alegato colgado en un blog, por muy duro y cargado de razones que luzca.
Por otra parte, cabe recordar que el nacionalismo siempre ha querido exhibir dos caras, una más moderada y otra más radical, que, más que rivalizar, se han complementado a la hora de plantear exigencias y acordar supuestas concesiones. Habrá que ver si esto no es más que una escenificación o si verdaderamente hay mar de fondo. Sea como fuere, una cosa es que haya sectores en el seno de CDC contrarios a la independencia y otra, muy distinta, que estos disidentes sean unos leales defensores de la Constitución y de la unidad de España que no aspiran a nuevas concesiones por parte del Estado central. Que den la cara y detallen más sus intenciones, para que nadie se llame a engaño.
En cualquier caso, el ilegal desafío secesionista planteado por el nacionalismo catalán contra la Nación y el Estado de Derecho debe suponer para sus promotores un claro perjuicio, no sólo electoral sino legal y financiero. A eso debe dedicarse el Gobierno central, no a buscar en el nacionalismo convergente sectores moderados con los que negociar más moderadas concesiones.
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