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Elías Cohen

Rototom: la Inquisición en Benicasim

Si la embajada estadounidense y los abogados de Matisyahu no tienen nada que decir, lo sucedido es un escándalo que saldrá gratis a los responsables.

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Hay que evitar el gatillo fácil con la acusación de antisemitismo. Es una acusación seria, grave, de una carga histórica y moral inmensa. Quede claro que la esencia del antisemitismo es inamovible: se trata de discriminar a los judíos por el hecho de serlo. Y exactamente eso es lo que ha pasado en el Festival Rototom, con el beneplácito del Ayuntamiento de Benicasim y de la Diputación de Castellón. Ha sido un proceso inquisitorial posmoderno. Al fin y al cabo, como siempre ha dicho el periodista canadiense Mark Steyn, el antisemitismo es un virus que muta y se adapta.

Matisyahu es un cantante de reggae internacionalmente conocido por, entre otras cosas, ser jasídico, aunque últimamente ha adoptado un look diferente, sin su barba y sin los tirabuzones que le caracterizaban. Ciudadano de y residente en EE UU, sus canciones, además de transmitir un mensaje religioso y trascendental, versan, sobre todo en el último disco, que actualmente promociona, sobre la paz y la concordia.

Matisyahu fue invitado al Rototom de Benicasim, donde grupos y cantantes de reggae y ska se dan cita para contentar a sus seguidores y ofrecer buenas veladas, como en cualquier festival musical veraniego de España. Pero resulta que Matisyahu es judío (ojo, no es israelí, aunque el boicot sea supuestamente contra Israel), y eso lo ha cambiado todo. El movimiento marginal BDS, del que ya dimos cumplida cuenta, concretamente su sucursal en Valencia, presionó a la organización del festival para que Matisyahu no actuase porque es un judío que apoya a Israel. Así decía el comunicado en cuestión:

Desde BDS País Valencià se inicia una campaña en contra de la actuación del músico reggae Matisyahu en el festival Rototom de Castelló, sionista estadounidense que ha reconocido públicamente ser amante de Israel y ha participado en festivales prosionistas.

"Sionista estadounidense", ni siquiera israelí. A este paso pedirán el boicot para cualquiera que tenga uno de sus cuatro abuelos de origen judío, en plan Leyes de Nuremberg. Sabemos que a Shaggy, que sirvió como marine de los EEUU, y que también está en el Rototom, no le han pedido cuentas por las torturas de la CIA; pero claro, Shaggy no es judío y el BDS tiene una fijación especial. Fijación que hasta el mismo organizador del Rototom, que en un principio no quiso ceder ante las presiones, reconoció:

Creo es evidente que todo este ‘escándalo’ deriva del hecho de que Matisyahu es hebreo.

Porque, claramente, ser judío para el movimiento BDS significa que ya eres sospechoso de beber sangre de niños palestinos; por supuesto, no les importa un carajo lo que les pasa a los niños sirios, a los iraquíes… o a los propios palestinos cuando los asesina el Estado Islámico o las tropas de Al Asad. El BDS, con la aquiescencia de la Diputación de Castellón, el Ayuntamiento de Benicasim y la organización del festival Rototom, considera que si el judío americano Matisyahu quiere cantar, primero debe reconocer que Israel es un Estado criminal, mientras que a los demás artistas no les piden cuentas de ningún tipo.

El movimiento marginal BDS –si preguntamos en la calle pocos sabrían contestar qué narices es– no lucha por el bienestar de los palestinos; todo lo contrario, lo que hace es empeorar su situación y alejar la paz aún más. El movimiento BDS, como ya explicamos, tiene un leitmotiv discriminatorio, racista e injusto. Y en su intolerancia sólo consiente al enemigo que reniega de sí mismo, exactamente como hacía la Inquisición.

Haber vetado a Matisyahu no sólo es repugnante por el tufo racista, también por injusto: se ha echado de un festival de música sedicentemente pacifista a un judío que en sus letras siempre clama por la paz y la coexistencia. Así que se ha cometido una violación en toda regla del artículo 2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

Si la embajada estadounidense y los abogados de Matisyahu no tienen nada que decir al respecto, lo sucedido es un escándalo que saldrá gratis a los responsables.

Un cantante al que se le impide actuar por ser judío. En España, en el siglo XXI. En un festival patrocinado con nuestro dinero.


© Revista El Medio

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