Veteranos engañabobos
Cada nueva encuesta descarga un mazazo sobre sus expectativas de los secesionistas.
El proceso secesionista ya no da más de sí. Sus gurús amañan fórmulas mágicas con y sin políticos, transversales, verticales, horizontales, oblicuas, cuadriculadas. Pero los números no les cuadran. Cada nueva encuesta descarga un mazazo sobre sus expectativas, día a día más modestas. Recordarles hoy aquella fanfarronada de "la mayoría excepcional" suena a burla cruel. Huyen de la quimérica aprobación de una ley electoral catalana -hasta ahora inexistente- como de la peste: el reparto equitativo de escaños en las provincias más urbanizadas y las rurales implicaría un descalabro para la minoría de nostálgicos del siglo XVIII censados en las segundas. En fin, los fundamentalistas han exorcizado a los posibles herejes y han dinamitado los centros de opinión tibiamente moderados que pervivían dentro de los partidos políticos y asociaciones civiles enrolados en el nacionalismo.
Mendicidad de votos
En medio de este panorama crispado hasta los tuétanos, La Vanguardia anuncia en su titular (20/7):
Mas apela al catalanismo moderado a respaldar la lista unitaria el 27-S. "Si lo desaprovechamos, Madrid nos pasará por encima sin misericordia", alerta.
El lenguaje de la apelación ya basta para espantar a los catalanistas moderados por encima de los cuales Mas y sus aliados han pasado sin misericordia. Sin embargo, la exhortación que acto seguido formula Mas demuestra que los veteranos engañabobos actúan con total desprecio por la inteligencia de aquellos a quienes se proponen engatusar y que, para colmo, alimentan el propósito de vulnerar la legalidad practicando un cómputo torticero de los votos. He aquí la descarada exhortación:
Por este motivo, Artur Mas se dirigió a 1.897.274 catalanes que en el proceso participativo del 9-N votaron por el sí-sí, a los convencidos, para que el 27-S concentren su voto en la lista unitaria. Pero de modo muy especial llamó a que lo hicieran también los que no lo están, los ciudadanos que entonces "no se atrevieron a dar el paso" y apostaron por el sí-no o el sí-blanco -255.603 en total- al entender que su concurso será básico para el triunfo del sí a la independencia.
Esta mendicidad de votos, que tiene como segundos destinatarios a quienes recibieron la patada monumental en sus partes íntimas por su condición de moderados prueba, por un lado, que los engañabobos toman por idiotas a quienes hasta ayer fueron sus compañeros de viaje en la cruzada nacionalista y, por otro, que se proponen manipular los resultados electorales para atribuirse falsas mayorías.
Los resultados del 9-N, que esgrime Mas, certificaron la derrota de su proyecto. El censo electoral trucado del 9-N, que incluía residentes extranjeros y jóvenes de 16 y 17 años, sumaba 6.297.727 personas (no ciudadanos, por las citadas inclusiones). Redondeando cifras, votaron 2.200.000 personas. O sea que 4.100.000 se quedaron en sus casas. Los 1.897.000 que votaron sí-sí representan el 30 % del padrón abultado.
¿Por qué Mas se jacta de esta minoría? ¿Cómo piensa contabilizar la mayoría del 27-S?
El tiro de gracia
El tiro de gracia a la tramoya secesionista se lo asestará, paradójicamente, el mismo Parlamento de Cataluña, desmontando los malabarismos que se hagan con el recuento de votos. Se necesitan, como explica sin pelos en la lengua Xavier Vidal-Folch en "Un golpe contra Cataluña" (El País, 29/7) una inalcanzable mayoría de dos tercios de los escaños (90) para reformar el Estatut y con más razón para declarar la independencia. Y lo remacha, harto de las imposturas que a menudo avaló con su firma, Fernando Ónega, quien arremetió contra "La endeblez del camino" (LV, 23/7). Reproduzco dos de las muchas endebleces que enumera:
Es endeble por falta de claridad en algo tan trascendente como la exigencia de una mayoría mínima para dar un paso tan trascendente. ¿Se va a declarar la independencia con menos escaños de los exigidos para cambiar el Estatut? ¿Se va a contar con el número de votos de la lista unitaria o con los escaños en el Parlament, aunque no lleguen al 50 por ciento de los sufragios? Una nación nueva, si quiere ser respetada, no se debiera construir con una mayoría discutible.
Y lamento decirlo, es endeble por falta de apoyos externos. No tenemos noticia de respuestas a la carta que Mas envió a jefes de gobierno europeos. No hay indicios de ningún apoyo al estado que se quiere crear. Sin esos ingredientes no se entrará fácilmente ni en la Unión ni en el Eurogrupo, y no es responsable condenar a esa exclusión al pueblo catalán. Y lo más grave es que eso se oculta a la opinión.
Ni soñar con que las patrañas que esgrimen los caraduras les sirvan para recuperar a los moderados. Estos recuerdan que su partida fue festejada y que se los despidió como si fueran un lastre. Josep Antoni Duran Lleida se cobra con creces las humillaciones pasadas (LV, 25/7):
Si Catalunya declara unilateralmente su independencia, no seremos nunca realmente independientes y, además, no sólo nos pasarán por la piedra sino que nos triturarán.
El burgués atrapado
Cerrado el capítulo de la recuperación fallida de los moderados, se abre otro que, sospecho, convertirá el proceso en un esperpéntico remedo de la nave de los locos. La catadura de los protagonistas permite augurar que la lista unitaria estallará en mil pedazos antes del 27-S, o será bajo cuerda el escenario sórdido de enfrentamientos entre las facciones cainitas que ajustarán sus cuentas el 28-S sembrando el caos.
Ahí está Artur Mas emparedado, con dos comunistas y una esquerrana por delante y con el capo esquerrano por detrás. Si hasta inspira compasión el burgués atrapado en el cepo que él mismo diseñó. Al zombi exhumado de las catacumbas del PSUC, Raül Romeva, no le basta con ser el cabeza de lista y no oculta su ambición de ocupar el puesto de mando que cree que le corresponde en el gobierno, según el catecismo leninista, como representante de la vanguardia del proletariado. Oriol Junqueras se jacta de tender la mano a sus amigos de todas las fuerzas de izquierda aunque no sean independentistas (LV, 26/7).
Juntos por el sí podrían darse el gusto de poner Cataluña patas arriba y convertirla en una república de descamisados, con apéndices chavistas y montoneros, donde los totalitarios operarían a sus anchas fuera del marco de la ONU, la UE y la OTAN... Las arbitrariedades de la alcaldéspota Ada Colau en Barcelona no son más que un botón de muestra. Lo mismo que la colaboración del entreguista PSC para que Castelldefels y Terrassa se incorporen a la Associació de Municipis Independentistes (LV, 26/7).
Enric Juliana informa, con su típico lenguaje sibilino, que las aguas están revueltas en la charca secesionista ("La gestión del miedo", LV, 26/7):
Mas debe morir políticamente -esta es la doctrina- y se espera que el puñal que lo elimine surja del artefacto electoral que él mismo acaba de poner en pie. Que la ambición de un Ricardo III catalán acabe con Mas.
Ni puñal, ni Ricardo III. A los ciudadanos moderados, lúcidos y emprendedores les bastan las urnas para desalojar del poder a los veteranos engañabobos y retomar el camino de la democracia constitucional.
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