El crimen pasional
Las desapariciones en España siguen siendo el rayo que no cesa, pero apenas lo cuentan en los noticiarios ni sale en los periódicos.
Las desapariciones en España siguen siendo el rayo que no cesa, pero apenas lo cuentan en los noticiarios ni sale en los periódicos. Los crímenes se cuentan poco y mal. Hay asesinatos que sirven de prevención y alerta en todo el país, pero su difusión se limita a la esquina de la piel de toro donde pasa. ¿Y esto por qué? Se debe a que han desaparecido prácticamente los periodistas de sucesos, excepto honrosas excepciones. Y no por culpa de los periodistas sino de las empresas que apuestan más por regalar una colección de sartenes, un smartphone o un aparato de TV que por dar el crimen del día, el crimen completo que vendía La Corres (La Correspondencia).
Lejos del morbo, la difusión de los crímenes aleccionaba y prevenía a los ciudadanos. Los periódicos también enviaban a sus redactores sobre el terreno, con lo que gracias a Eduardo de Guzmán y a Ramón J. Sender supimos de "la aldea del crimen" (Casas Viejas) y el gobierno Azaña tuvo que dar explicaciones por la consigna de "ni heridos ni prisioneros, tiros a la barriga". Igualmente, una comisión de directores de periódico hizo frente a las manipulaciones del crimen de la calle Fuencarral, un caso de grave corrupción. Hoy, los malos gobernantes agradecen que no se hable de crímenes, porque el crimen es una foto inclemente de la época.
En este momento que nos ha tocado vivir existe además un retorcimiento de los conceptos. Hay quienes, expandiendo la versión oficial, eso que los periodistas de verdad tienen siempre el deber de poner en duda, afirman rotundamente que el crimen pasional ha sido extirpado, ellos dicen "erradicado", del código penal y de la sociedad. Ambas afirmaciones son falsas y están contaminadas de grave intoxicación. Un crimen pasional es el que se comete a raíz de un impulso de rabia o venganza. Hoy, a todo eso le llaman "delito de género".
El otro día, en Manzanares, una pareja de mediana edad paseaba por la calle cuando la mujer le clavó un cuchillo en mitad del pecho al hombre. ¿Qué clase de delito es esto? Pues, salvo que se demuestre que la mujer ejercía una continua presión y acoso del varón, un presunto crimen pasional, hijo de una relación sentimental, quizá llena de ira o recelo.
El crimen es una constante y por desgracia no puede ser erradicado. El delito de género es la visión política, una vez más, de la delincuencia común, de cara a su aprovechamiento en encuestas y elecciones. ¿Cuántas veces el poder ha dado ya por vencida la violencia de género? A estas alturas más que dio por desarticulado el Grapo. El delito no puede ser la proyección política: han creado y barrido observatorios contra la violencia en un pispás, y delegado del Gobierno hubo que dijo que la violencia se pega como la gripe. Ahí es nada la potencia investigadora de la versión oficial.
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