Ni dignidad ni justicia ni vergüenza
Es la exhibición del descaro, la sensación cierta de impunidad, siempre preludio de la violencia.
Lo que muchos temíamos la semana pasada con el caso Zapata acabó sucediendo. Irene Villa, una de las víctimas de las que se burló el todavía concejal madrileño –se mofó de todas– envió una carta a la Audiencia en la que dijo no sentirse ofendida y el juez Pedraz archivó la causa sin más. La "altura de miras" de Irene Villa a la que aludieron después los zapatistas me ha sonado a puntilla, a burla final.
Según el juez hay "miles de chistes similares en las redes sociales" que no llegan a la Audiencia Nacional. Lo dice un juez en ejercicio, sí. Lo considera "chiste" y, según parece, ha comprobado que se dan por miles. Mal asunto es que cuando el delito se generaliza pierda su condición de delito y se haga costumbre, acervo… chiste.
Por si la dejación y el desprecio resultaban escasos, parece que el juez Pedraz quería evitarle a Guillermo Zapata la humillación del paseíllo judicial –no es Rodrigo Rato– por ser un trago amargo que ningún ciudadano de bien debiera probar. Una vez más, alfombra roja para el delito, camino de cabras para la víctima.
Sin embargo, lamentablemente es noticia que la fiscalía respondiera el viernes como debería ser normal anunciando que presentará la próxima semana –por qué esperar, miedo me da– un recurso de apelación para que revoque el auto de archivo y se cite al todavía concejal Zapata como imputado por un delito de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas. El perdón no es causa de archivo, no borra el delito.
Daniel Portero explicó en esRadio que la citación a Irene Villa fue cosa del juez Pedraz y que a ella, lógicamente, lo último que le apetecía era declarar. Sabiendo que iba a archivar, el juez rebajó finalmente la cuantía de la mordaza a Portero para personarse en la causa de 20.000 a mil euros. Otra burla más que espero quede saldada con la reacción firme de la Fiscalía aunque me tema otra vez lo peor.
El caso es que a esta trágica representación se han unido últimamente otros actores más allá de víctimas, victimarios y jueces, a saber: periodistas e incalificables personajes que gracias a las redes sociales –¿sociales, de verdad?– han conseguido elevar el listón de la indignidad a cotas casi insuperables. Una noticia en el diario El Mundo pretendía ilustrar el mecanismo de acción-reacción a costa de Irene Villa provocando el enésimo insulto, el tirabuzón con doble salto mortal, el más difícil todavía. Hay noticias que surgen de los hechos y otras que no lo son hasta que se empeña un periodista y en este caso se trataba de presentar a los que ayer defendían a Irene Villa insultándola en perversa paradoja. Bajo el mismo titular y la misma intención aparecían Daniel Portero y la opinión de un lector, vía Twitter, a una noticia de Libertad Digital. Para el que conoce cómo funcionan las redes sociales –lo siento, no soy uno de ellos– quizá no haya nada de extraño. Para los no iniciados, que también tienen derecho a leer periódicos, lo que hay es una "noticia" sobre la vil paradoja en la que aparecen Libertad Digital y Daniel Portero junto a la opinión de un ignoto señor que ha parido la penúltima barbaridad sobre Irene. Pues juzguen quién está usando a las víctimas y para qué.
El caso es que ahora elogian coyunturalmente a Irene Villa los que han confesado creer en las razones de ETA para matar. Por lo mismo, capitanean el orgullo gay los patrocinados por aquellos que ahorcan homosexuales en grúas, como escarmiento público. O desahucian los que antaño eran anti-desahucios gracias a un sencillo cambio de terminología que encierra el giro doctrinario habitual de la asamblea a la dictadura: yo sí puedo hacerlo. Es la exhibición del descaro, la sensación cierta de impunidad, siempre preludio de la violencia. Conquistado el poder, su ejercicio es total, o sea totalitario. Un enunciado y su contrario sirven por igual si es menester. Rebelión en la granja.
Nada de esto sucedía gratis en aquella sociedad que de veras amparaba a las víctimas del terrorismo porque habían pagado la sangrienta cuenta por todos nosotros, aquella sociedad –incluidas asociaciones de víctimas– que sucumbió desmembrada por los políticos, penetrada por sus comisarios. Al final, ETA cumplió su objetivo delante de nuestras narices: gobernar con el pistolón en el cinto, escoltada por el miedo, siempre envuelta en la amenaza, consciente de lo persuasivo que puede llegar a ser concluir un pleno municipal tomando nota de una matrícula. Cuando alguien ha visto colmados sus objetivos ejerciendo la violencia nunca la abandonará, de una u otra forma.
Por eso, los políticos del PP y el PSOE son de nuevo culpables. Porque pactaron blanquear a ETA para que tocaran poder en vez de matar. De las armas a las urnas, aterrador lema que recuerda al ciudadano de dónde viene el que manda. Es mejor pedir que robar. El chantaje funcionó, lo aceptaron los políticos, lo agilizaron algunos jueces y fiscales y se siente de vez en cuando en las portadas.
En este u otros episodios, Dignidad y Justicia es lo que siempre negarán a Daniel Portero o a Irene Villa. La semana que viene –por qué no ayer– la fiscalía tiene la oportunidad de devolvérnosla apartándose del camino, tan polvoriento como concurrido, que abrieron José Luis Rodríguez Zapatero y Cándido Conde Pumpido y que tantas togas sigue ensuciando.
Pero aún queda otro agravio que no debemos olvidar por mucho que nos fuercen a ello: el todavía concejal Zapata mantiene también impune su "chiste" sobre los judíos del Holocausto gracias a la ceguera moral de la Justicia y la aberrante distinción entre el negacionismo y su aprobación consumada en chiste. También aquí es imprescindible una actuación de oficio si no queremos perder, además de la dignidad y la justicia la vergüenza.
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