¿Lobo vivo o lobo muerto?
A las aves les ha salido un competidor a la hora de practicar el turismo de observación de animales: se trata de nuestro lobo ibérico
Por segundo año consecutivo unas atractivas tiendas de campaña más o menos sofisticadas han "tomado" el Paseo del Prado bajo los magnolios que le dan sombra. Se trata de la segunda feria del turismo rural y observación de la naturaleza.
Son realmente atractivas las excursiones, fines de semana en ambiente rural, turismo ornitológico y tantas otras formas de practicar una forma diferente de esparcimiento que busca el pleno contacto con la naturaleza, no sólo para aspirantes a Indiana Jones, también para practicar en familia y con especial atención a los pequeños. Un verdadero acierto.
La segunda edición que comentamos muestra un incremento notable con respecto a la anterior, de manera que sería fácil pronosticar el asentamiento en años sucesivos de esta muestra de empresas, ejemplo de actividad emprendedora. Los cambios políticos que estamos experimentando en España hacen imprevisible el futuro, pero en cualquier caso el arte y la naturaleza se han citado en el corazón de Madrid con indiscutible acierto.
Observar al lobo
La observación de aves, lo que viene llamándose turismo ornitológico, sigue manteniéndose como una de las ofertas estrella en la feria. Numerosas casas rurales ofrecen la posibilidad de ver de cerca las más variadas y bellas criaturas aladas, pero atención a una novedad: a las aves les ha salido un competidor a la hora de practicar el turismo de observación de animales, se trata de nuestro lobo ibérico, el eterno blanco de discusiones y de polémicas.
Son varias las empresas que basan su oferta en las excursiones para ver de cerca al lobo, después de alojarse en una casa rural situada en paraísos serranos cercanos al hábitat de nuestro Canis lupus signatus. Natursanabria, llega a hablar en su oferta del tanto por ciento de posibilidades de ver al "fantasma de los jarales", como llamó Félix Rodríguez de la Fuente a su querido proscrito.
Atención porque estamos entrando en una nueva etapa en las relaciones entre el hombre y la fauna silvestre. Si la existencia de lobos en el monte genera visitas y buenos ingresos en forma de turismo rural, el punto de vista de los vecinos de los pueblos integrados en la zona puede variar de forma radical; siempre, como es natural, que una parte de esos ingresos revierta en su provecho y en la mejora de las duras condiciones de la vida en un medio rural económicamente desfavorecido de forma crónica.
Una mirada jurídica
Vamos a enfocar el tema desde el punto de vista jurídico. El observador de animales tiene derecho, emanado de la propia Constitución, de disfrutar de un Medio Ambiente sano y equilibrado. Cuando el turista ambiental sale al campo pretende ejercer un derecho de observación sobre la naturaleza y sus criaturas, lo cual parece completamente inofensivo, pero no es así y es necesario regular esta actividad de forma inteligente y con bases científicas.
La simple presencia del hombre en el medio natural puede resultar problemática si no conoce el entorno que pisa y allana el espacio en que las aves y otras especies, muchas de ellas protegidas, tienen sus territorios de cría. Es muy importante que el turismo de observación no se practique de forma anárquica, sino con guías expertos, lo que constituye una magnífica oportunidad para emprendedores amantes de la naturaleza organizados en forma de PYMES.
Hay otra forma de acercarse al medio natural, la cinegética: el cazador ejerce un derecho de ocupación sobre determinadas piezas, que captura y retira. No hace falta aclarar que esta actividad necesita también de escrupulosa regulación, y que cabe exigir a los cazadores que sean los más estrictos cumplidores de toda la normativa y que ellos mismos denuncien y aparten de sus filas a quienes contravengan los códigos de respeto a las leyes y a la ética, y a sus normas internas de conducta. Especial rigor habría que pedir para erradicar la práctica de colocación de venenos en cotos de caza mal gestionados, actividad delictiva que viene a constituir en estos momentos uno de los problemas más graves que tiene que soportar el campo español. Que ningún cazador se sienta aludido, no hablamos de cazadores sino de una minoría de delincuentes.
Volviendo al lobo, las ofertas turísticas para su observación son una buena noticia, pero pocos problemas ambientales tienen tantas aristas como las que presenta el problema de la conservación de esta especie.
¿Puede mantenerse una población de lobos allí donde presionan sobre los intereses de los ganaderos? ¿Puede autorizarse la caza de lobos en aquellos lugares en que los habitantes de los pueblos próximos a su territorio los considera peligrosos o teme su presencia?
En caso de que sea necesario limitar la densidad de la población lobuna en un punto determinado, ¿deben encargarse de abatirlos los agentes ambientales capacitados, o es lícito abrir licencias de caza de alta postura económica para que los beneficios recaigan en la conservación del medio?
No olvido en este sentido lo que respondió en una compleja rueda de prensa sobre el tema el biólogo Juan Carlos Blanco, uno de los mayores expertos españoles en la especie: "Si hay que abatir algún ejemplar, al lobo le da igual quién lo haga"
En definitiva: ¿lobo vivo o lobo muerto?, es la eterna polémica que sigue enfrentando en España a dos partes bien diferenciadas de los ciudadanos. Desde la ciudad suele mitificarse al lobo y se pide su protección a ultranza por parte de aquéllos que jamás verán un lobo en su vida a no ser que tengan la suerte de entrar en el porcentaje previsto en las ofertas de Natursanabria. En el medio rural el lobo sigue siendo un proscrito y hasta el mismísimo Félix Rodríguez de la Fuente vio quebrantada la unanimidad de los españoles respecto a la inolvidable labor divulgadora cuando ésta se refería a su amigo el lobo. Tanto se implicó Félix en esta defensa que Agustín de Foxá, aludiendo a este empeño y a la admirable condición física del gran naturalista le definió como "una mezcla de Tarzán y San Francisco".
Señores políticos, gestionen, y háganlo bien, de manera que el inteligente lobo no se añada jamás a la triste lista de especies españolas extinguidas, pero den prueba de la inteligencia que les suponen sus votantes para conseguir que no se produzcan enfrentamientos entre la conservación del lobo y la respuesta vecinal.
A estas alturas ya disponemos de ejemplos excelentes, como el caso de la conservación del oso pardo en la Cordillera Cantábrica, maravillosamente gestionada por los miembros de la Fundación Oso Pardo, y anteriormente por FAPAS, con Roberto Hartasánchez a la cabeza. Entre todos, a base de trabajo, entusiasmo y eficacia han conseguido que el paisano asturiano esté orgulloso de la presencia del oso en el entorno próximo, y que el plantígrado no suponga un problema económico para ningún ganadero.
Hablábamos antes de la necesidad de coordinar los derechos de dos colectivos, el de los observadores y el de los cazadores. El verdadero peligro para la naturaleza lo representa un tercer grupo humano, generalmente urbanita: el de los indiferentes. Cuando a alguien le tiene sin cuidado que se conserve o no tal especie o tal espacio natural, estamos frente a un problema de solución imposible.
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