Armados con papel higiénico
El caso Nisman, el fiscal argentino hallado muerto en su cuarto de baño, es el paradigma de todos los grandes crímenes en los aledaños del poder.
El caso Nisman, el fiscal argentino hallado muerto en su cuarto de baño, es el paradigma de todos los grandes crímenes en los aledaños del poder.
Desde el minuto uno quisieron hacerlo pasar por un suicidio y hasta la presidenta Cristina Kirchner se vio obligada a cambiar de criterio: "No fue un suicidio; fue asesinado". Lo mataron porque iba a tirar de la manta. Ahora, con la difusión del video de la inspección ocular en el programa del periodista Jorge Lanata, ya se han averiguado dos cosas: primero, que a Nisman lo apiolaron sicarios profesionales; en segundo lugar, que nunca se podrá aclarar nada porque los encargados de recoger huellas las han estropeado armados con papel higiénico.
La visión del video de la Policía es perturbadora. El gran Lanata se la juega lacónico y popular, denunciando la increíble acumulación de errores y chapuzas de los investigadores. Se ve cómo recogen evidencias sin guantes, cómo la fiscal Viviana Fein pisotea el charco de sangre y deja sus propias huellas contaminando la escena del crimen; se ve cómo un falso experto toma el arma del crimen con sus manos enguantadas, pero llenas de sangre, cuando cualquiera sabe que una pistola se recoge metiendo un bolígrafo por la guarda del gatillo, para que no se inutilicen los rastros. Lanata, el mejor periodista, el más valiente, el único que me ha hecho sentir la vibración del verdadero periodismo en televisión: una cosa que hace décadas que no disfruto. Llega a decir indignado, impertinente, grosero: "Pero estos qué son, ¿una banda de incompetentes o una banda de h. de p.?".
Señala el interior del apartamento del fiscal Alberto Nisman, que en ese momento parece el camarote de los hermanos Marx: está el secretario de Estado de Seguridad, que llegó antes que la fiscal y cuya misión no puede ser otra que la de contaminar la escena del crimen; está la Policía científica; están los federales; están los del servicio secreto; está la fiscal Viviana Fein chapoteando en la sangre. El perímetro nunca fue acotado ni protegido. El momentazo de la historia es cuando uno de la científica se hace con papel higiénico para limpiar el arma del crimen a fin del que la fiscal vea bien tanto la marca de la pistola como el número de serie. Justo entonces debe producirse algo especialmente obsceno, puesto que hay un corte en el video de la Policía, lo que lo invalida. Demasiado fuerte para ser registrado. Todo queda anulado por el estilo chapucero y groseramente burdo con el que un grupo de agentes que parecen del ejército de Pancho Villa entran en la casa de Nisman como un burro en una cacharrería. Esto no es lo habitual, porque en Argentina hay una buena policía y buenos criminalistas capaces de analizar un asesinato y recoger sin traumas huellas dactilares, plantares, de oreja o ADN. Lo que hay que decir alto y claro es que la Policía argentina no actúa como este batallón de torpes ni los fiscales son como la desgraciadamente adscrita a este caso, que lo ha llevado a un callejón sin salida.
Si vuelven a ver El Padrino III, del reciente premio Princesa de Asturias Francis Ford Coppola, pueden observar cómo, en Sicilia, don Tomasino ilustra a Michael Corleone (Al Pacino) diciéndole: "La política y el crimen son la misma cosa", cosa que subraya el siciliano con gran naturalidad.
Nisman murió entre las diez y las doce del mediodía del domingo y fue descubierto pasadas las diez de la noche. La grabación catastrófica que delata el escaso interés por esclarecer este crimen empieza de madrugada. Pero el dato revelador es que expertos en informática han descubierto, presuntamente, que a las ocho de la tarde del domingo, cuando todavía no se sabía que Nisman había sido asesinado, alguien introdujo hasta tres pen drives en su ordenador, en la casa cerrada a cal y canto, para meter o descargar archivos.
Y el final dramático es cuando el secretario de Seguridad, una hora y pico después de haber llegado al piso donde Nisman perdió la vida, le dice a la fiscal que deberían preocuparse por el herido, que quizá esté agonizando o algo así. Eso lo hace para que quede constancia de su humanitaria preocupación en la cinta adulterada, porque nos consta que Nisman hacía doce horas que estaba muerto.
Busquen en internet esta entrega del programa de Lanata, Periodismo para todos, y disfruten de su estilo bronco, faltón, que hasta hace chistes de culo, caca y pis con el papel higiénico de los polis, una indagación del mejor periodismo en vivo que no se ve todos los días. Aprendan también cómo puede echarse a perder una investigación para borrar los pecados del poder.
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