Rajoy y el Congreso Extraordinario de los Difuntos
El nombre sería imposible de mejorar para el Congreso del PP, si como prevén, se celebra en febrero de 2016.
Termina la primera semana de resaca tras el garrafón local y autonómico del 24 de mayo. El mismo lunes, el presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, exhibió por enésima vez el ademán impasible: "Estoy cómodo y tranquilo", respondió a Pablo Montesinos cuándo éste le preguntó si seguía viéndose como el mejor candidato para las elecciones generales. "El Partido Popular es el más votado", dijo allí donde sólo cabía añadir de inmediato: "El Partido Popular ha perdido todo su poder en toda España".
Qué gran oportunidad se le escapó el lunes para decir: "Comparezco para anunciarles que no seré el candidato del Partido Popular en las próximas elecciones generales y que, por lo tanto, se celebrará en fechas próximas un congreso extraordinario del que saldrá un partido fuerte renovado y, a buen seguro, el próximo presidente del Gobierno. Hasta entonces, seguiré dedicando todos mis esfuerzos a culminar la recuperación económica de España…". Ese impensable mensaje habría generado tanta expectativa entre la militancia y electorado del PP como honda preocupación en el resto de partidos que hoy tienen en la permanencia de Mariano Rajoy su mayor baza, casi su razón de ser. Pero el sacrificio personal no es virtud compatible con la soberbia y el ansia de poder, o sea con Rajoy.
Visto el panorama, comenzó a producirse fuga de barones y un ruido más alto de lo normal entre las filas populares, siempre murmurantes. Sin embargo, siguen proliferando los que quieren salvar al partido sin apenas despeinarle la cabeza. Algunos piden en bandeja la de Cospedal, secretaria general que se ha tragado los sapos de las candidaturas hueras condenadas al fracaso o el despido en diferido de Luis "sé fuerte" Bárcenas. Entonces, ¿el problema es el secretario general? Yo creo que no, que hoy el problema del PP y de España es el mismo: su presidente. Y si el partido se hunde es porque Mariano Rajoy lo ha hecho indisociable de su persona. Están podando un árbol que se ha de talar para plantar otro.
En El País colocan a Cospedal como ministra de Cultura al quedar vacante por iniciativa propia la cartera de José Ignacio Wert. Aun si fuera cierto, demuestra que Rajoy es incompatible con la reacción, con el movimiento. Conseguiría apartar a la secretaria general porque se le presenta la posibilidad de un intercambio. Del partido nacional y del castellano-manchego al Gobierno, lógicamente como castigo. Unos dicen que ella se negará; otros, que no está ni mucho menos planteado. El caso es que lo publicaba El País ilustrando la noticia con una foto de Soraya en su escaño, sola, sin Rajoy al lado.
Cualquiera en el PP sabe que si, a seis meses de unas elecciones generales nada halagüeñas, suena el teléfono y al otro lado está Rajoy nada bueno puede pasar. Hoy se esquiva el dedo antaño deseado. El hacedor se volvió demoledor. Se le aparta la mirada a Medusa por temor a ser petrificado. Quizá Juan Vicente Herrera, al recomendar un espejo al presidente, trataba de emular a Perseo sin llegar a la decapitación. Mírese, Presidente… y conviértase en piedra de una vez, prometemos ubicar su inconmovible busto en el mejor rincón de Génova.
Pero, ¿está el PP a tiempo de impedir su desaparición, su fracaso más estrepitoso en unas urnas nacionales? Parece que está todo bien atado y sólo sometido a la voluntad de Mariano Rajoy. En 2015 tocaba celebrar Congreso Nacional del PP pero se llevó a 2016 con la cláusula acordada en el congreso de Sevilla de que el presidente del Gobierno y presidente del partido es el candidato a La Moncloa por defecto, por si alguien no se había percatado. Esa es la regla. La excepción, incluida la de convocar un congreso extraordinario, está siempre en manos de Rajoy. En cuanto a la posibilidad de ser elegido secretario general del partido, los estatutos dicen que ha de salir de entre los miembros electos entre los que actualmente figuran todos los ministros de Rajoy, incluida Soraya Sáenz de Santamaría y José Manuel García Margallo –no sé por qué son los dos nombres que más me llaman la atención– y las cuotas de poder territorial del partido, prácticamente en retirada tras el desastre del 24-M.
Si Mariano Rajoy sigue fiel a su estilo, el Congreso Nacional ordinario se celebrará allá por febrero de 2016, fecha inasequible pues las elecciones serán –caben sorpresas antes o después pero no influirían– en noviembre de 2015. El PP no estaría pues, a tiempo de impedir su desaparición sino condenado a muerte por su presidente.
Uno de los críticos de la última UCD, el liberal Emilio Attard, dejó escrito un libro repleto de detalles titulado Vida y muerte de UCD. No todos los partidos mueren de la misma forma pero el de Suárez sigue siendo la referencia más reciente del primero que desapareció después de gobernar. Tras el golpe del 23-F, con Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno y el grave problema de la bicefalia, la UCD celebró una importante Ejecutiva Nacional el 2 de noviembre de 1981. Attard se refiere a ella como "la Ejecutiva Nacional de los Difuntos". Recuerda el autor unas palabras pronunciadas entonces por Adolfo Suárez que no pueden reflejar mejor –insistiendo en las diferencias– lo que hoy está viviendo el partido que, en definitiva, engulló a la UCD. Dijo Suárez:
Es tal el deterioro que nos hemos infligido, es tal el ejemplo que estamos transmitiendo, que si no fuéramos nosotros de UCD, no nos votaríamos a nosotros mismos. Y todo el problema depende de la concepción de partido que podemos tener unos u otros, y que puede ser diferente.
"Ejecutiva Nacional de los Difuntos". El nombre sería imposible de mejorar para el Congreso del PP, si como prevén, se celebra en febrero de 2016. Las palabras de Suárez, una vez más, premonitorias.
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