Andalucía se sume en la inestabilidad
La inestabilidad de la Cámara autonómica se extiende a gran parte de las principales ciudades andaluzas.
Las elecciones municipales en Andalucía han deparado un nuevo revés al Partido Popular, que ha perdido 450.000 votos respecto a las anteriores de 2011, así como las mayorías absolutas en las ocho capitales y Jerez, mantiene sólo la plaza de Algeciras con una mayoría suficiente para gobernar en solitario. No han sido tampoco buenos los resultados del PSOE, que ha perdido 100.000 votos desde las pasadas elecciones autonómicas de marzo y ha bajado 14.000 respecto a las locales de 2011. Sólo ha ganado en Huelva capital, aunque dependerá de IU para gobernar. Tampoco han sido buenos los resultados para Podemos, que se ha estrellado en Sevilla, no ha logrado ganar en Cádiz y, aunque es imposible valorar del todo su resultado, por no haberse presentado como tal en muchos municipios, no ha obtenido ningún éxito brillante. Tampoco Ciudadanos está de enhorabuena, porque, aunque crece su poder municipal en Almería, Cádiz, Granada, Jaén y Málaga, donde para poder gobernar el PP deberá contar con su apoyo, ha perdido nada menos que 160.000 votos en dos meses. UPyD se ha hundido y el andalucismo no levanta cabeza. La única fuerza que puede sonreír es Izquierda Unida, que ha mantenido su porcentaje de votos en el 11% y que queda como árbitro en ciudades importantes como Huelva y Sevilla, por poner sólo dos ejemplos. Eso sí, la gran ganadora ha sido la inestabilidad generalizada que se extiende desde el Parlamento regional a una importante cantidad de capitales y municipios.
Lo más relevante históricamente de estas elecciones municipales es que el tripartidismo andaluz esencialmente vigente hasta ahora –PSOE, PP e IU– se ha transformado, dando paso definitivo a un pentapartidismo que consagra al que ya puebla el Parlamento andaluz, lo que extiende la inestabilidad de la Cámara autonómica a las principales ciudades y municipios andaluces. No cabe duda de que, si aún no se ha podido resolver la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía, ahora, con la cantidad y cualidad de cromos que pueden cambiarse en el tablero político, lo que ha ganado decisivamente es la tendencia a la inestabilidad. El PSOE andaluz preferirá sin duda seguir en el Gobierno andaluz a cambio de algunos Gobiernos municipales, porque es la médula radical de su régimen hegemónico y fuente de su poder en el interior del PSOE nacional. Apenas tiene cromos que intercambiar con el PP en Andalucía, aunque éste proponga de nuevo su teoría de la lista más votada. Es decir, tendrá que recurrir a Izquierda Unida –su socio anterior de Gobierno, al que defenestró de mala manera y al que destrozó en las pasadas andaluzas de la mano de Podemos, pero que ahora ha resistido con entereza el envite– y a Podemos, lo que conduciría a políticas radicales y condicionadas. Téngase en cuenta que Susana Díaz sólo necesita la abstención conjunta de Podemos e IU para ser investida presidenta, pero ello dependerá de pactos más amplios suscritos a escala nacional. Pero no se olvide que el que mandará en los pactos será Pedro Sánchez.
El PP andaluz, aunque ha sido castigado nuevamente, ha recuperado algunos miles de votos, casi 90.000, desde marzo. El problema insoluble es que es la segunda vez que Juan Manuel Moreno Bonilla pierde unas elecciones en Andalucía, en sólo dos meses, y por una importante diferencia. Aunque no tenga directamente la responsabilidad de lo que ha ocurrido, dado que el desgaste popular comenzó antes de que llegara y se agravó con el modo en que Mariano Rajoy enfocó la solución a la crisis del PP andaluz, no cabe duda de que le va a ser difícil mantener el tipo, por mucho que Madrid le mantenga en el puesto. Tiene dos soluciones: presentar la dimisión ahora y dejar el cambo abierto a otra dirección o afrontar una renovación tan en profundidad del PP andaluz y su estrategia que lograra, en los pocos meses que quedan para las elecciones generales, evitar otro varapalo electoral. Sería el tercero en un solo año, y eso no puede haber cuerpo que lo resista.
Susana Díaz, con la imagen nacional calcinada por su desastrosa gestión de las elecciones anticipadas; con su pérdida del control de los pactos que formalizar a escala nacional; con los tiempos agotados porque en julio tiene que parir y con la hemorragia de votos todavía no cerrada, tiene que salir del hoyo de la investidura como sea. Los resultados de este domingo arrojan dudas frondosas sobre la hipótesis de que pudiera obtener mejores resultados en unas nuevas elecciones andaluzas. Los partidos emergentes no emergen de manera decisiva e IU apenas puede influir en el Parlamento y en la mayoría de las grandes poblaciones. O sea, la gran victoria en las elecciones andaluzas, si es que así puede llamarse, ha sido la de la inestabilidad, la más importante y profunda sufrida por Andalucía desde 1982. Poco reconfortante para una comunidad que, según Eurostat, esta misma semana, está muy por debajo de la media española y europea en PIB y renta.
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