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Fray Josepho

Romance de Manuela Carmena

¡Votadla, que va a ganar! ¡Y cuando sea alcaldesa, seguro que entonces sí decide pagar sus deudas!

EFE

El escaso mérito de este romance hay que atribuírselo al magnífico trabajo de investigación que ha hecho Sandra León y que ha ido publicando este fin de semana en Libertad Digital. Aquí y aquí.

El año cuarenta y cuatro,
cinco después de la guerra,
en la villa de Madrid
nació Manuela Carmena.
Estudió, siendo mujer,
de Derecho la carrera,
y no sabemos si Franco
le concedió alguna beca.
Sus ansias de progresismo
siempre fueron gigantescas,
y se hizo del PCE,
de aquel partido que era,
en tiempos del dictador,
proclive a la Unión Soviética.
¡El Partido Comunista
que, según los suyos cuentan,
tiene como cometido
luchar por la clase obrera!
Al derecho laboral
precisamente Manuela
dedicó sus energías,
sus horas y su sapiencia.
Después, ya con Franco muerto,
sentó plaza como jueza,
sin dejar de ser política,
porque eso va en la genética.

Y Manuela se casó
(ya no sé si por la Iglesia)
con un señor, arquitecto,
que se apellidaba Leira.
Tenía muy buen pasar,
ciertamente, la pareja.
Mientras Manuela juzgaba,
su esposo fundó una empresa.
Y contrató personal,
y lo puso a la faena.
Pero, muy astutamente,
para ahorrarse algunas pelas,
como ficticios autónomos
figuraban sus currelas.
Pretextó que, como hay crisis,
o lo toman, o lo dejan.
Pero la cosa fue a más
(o a menos, según se vea).
Un buen día a sus currantes
vino a proponerles Leira
que aunque fueran arquitectos
con título y con carrera,
como "técnicos de cálculo"
los iba a tener la empresa.
Los pobres trabajadores
tragaron con esa afrenta,
que suponía, en sus sueldos,
una sustanciosa mengua.
Consienten el subempleo,
la rebaja y la vergüenza,
porque tienen sus familias,
sus hijos, sus hipotecas,
sus facturas, sus impuestos,
sus apuros y sus letras.
Mejor trabajo-basura
que quedarse sin faena.

Lo malo no es que tragaran.
Lo malo es que el señor Leira
(verano de dos mil diez)
el sueldo no les ingresa.
Ni de técnicos de cálculo,
ni de autónomos de pega,
ni de currantes timados,
ni de arquitectos de veras.
Pasa un mes y pasa otro,
y ellos curran por la jeta.
Y pasa otro más, y otro,
y no les paga la deuda.
Y pasan más, hasta siete,
sin que entre un euro en su cuenta.
Mientras tanto, el empresario,
el marido de la jueza,
con su Lexus de alta gama
(un coche bastante hortera)
se pasea por Madrid,
de Chamartín a Hortaleza,
y se hace viajes a China
con pasaje de primera.
Los currantes lo denuncian,
y el juez de turno decreta,
después de haber estudiado
los testimonios y pruebas,
que Leira debe pagar
todo lo que les adeuda,
más las indemnizaciones
los pluses y los etcéteras.
Se pusieron muy contentos
los pobrecitos currelas.
¡Al fin iban a cobrar!
¡Albricias y enhorabuena!

Pero héteme aquí, señores,
que el marido de la jueza
le traspasa a su mujer
(a la muy progre Carmena)
sus propiedades, su pasta,
su patrimonio y su hacienda.
¡Y se declara insolvente,
y no paga una peseta!
Y otra vez van los currantes
a ponerle una querella
por alzamiento de bienes
al marido y a la jueza.
Pero otro juez (es decir,
un colega de Carmena)
les dice a los demandantes
que es válida la insolvencia.
Que verdes las han segado.
Y que sin cobrar se quedan.

Y sin cobrar se han quedado,
por decisión leguleya,
los pobres trabajadores,
mientras que doña Manuela
se presenta candidata
por una lista de izquierdas,
con Podemos de la mano,
para el puesto de alcaldesa.
¡A luchar por los de abajo
viene Manuela Carmena!
¡A proteger a los débiles!
¡A darle a la clase obrera
lo que los capitalistas
y los ricos le saquean!
¡La adalid de los currantes!
¡El dechado de decencia!
¡La firme fustigadora
de todas las corruptelas!
¡La que es pura e intachable,
como han de ser las izquierdas!
¡Votadla, gente indignada!
¡Que la apoya Pablo Iglesias!
¡Votadla, que el progresismo
le circula por las venas!
¡Votadla, que va a ganar!
¡Y cuando sea alcaldesa,
seguro que entonces sí
decide pagar sus deudas!

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