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Emilio Campmany

El día en que ETA quiso hacerle un favor a Felipe González

Nadie ha investigado si hay alguna relación entre la retirada de las medidas de contravigilancia a Aznar y el atentado y si la ETA tenía conocimiento de ello.

Imagen TV

Tal día como hoy hace ahora veinte años, a primera hora de la mañana, como casi siempre, la ETA hizo explotar un coche-bomba en la calle José Silva de Madrid al paso del coche blindado que conducía al jefe de la oposición desde su casa en Arturo Soria a su despacho en Génova, 13. El terrorista que activó el artefacto se adelantó y la bomba estalló un segundo antes de lo que hubiera debido, de forma que, aunque el motor del Audi quedó destrozado, las personas que viajaban en el vehículo salvaron la vida, gracias al blindaje y al apresuramiento del asesino. Probablemente, el error se debió a que la bomba no pudo ser activada con el mando a distancia tradicional, lo que hubiera permitido al terrorista situarse en un lugar con mejor visibilidad, debido a que el coche de Aznar estaba provisto de un inhibidor de frecuencias precisamente con la finalidad de evitar que pudiera ser atacado con una bomba activada con un mando a distancia, que era un método habitual en los atentados de la banda terrorista vasca. Por eso los terroristas se vieron obligados a recurrir a un cable que comunicara el coche bomba con el criminal que tendría que activarlo recorriendo espacio suficiente para que pudiera hacerlo sin riesgo de que la explosión le alcanzara. Una vez preparado el dispositivo, se supone que los terroristas acudieron al lugar varias mañanas antes de poder cometer el atentado, porque Aznar no empleaba todos los días la misma ruta. Cuando, finalmente, el 19 de abril de 1995 se eligió la que pasaba por José Silva, el atentado pudo cometerse. Aunque Aznar, su escolta y su chófer salieron prácticamente ilesos, una vecina, Margarita González Mansilla, resultó herida y falleció unas semanas más tarde. Su asesinato es uno de los muchos de la organización terrorista que permanece sin resolver.

Cuando se cometió, este atentado planteó muchísimas dudas. Para empezar, estaba el hecho de que la ETA no era habitualmente capaz de atentar contra altos representantes del Estado. Sus objetivos habían sido casi siempre personas escasamente protegidas. Únicamente en una ocasión había sido capaz de cometer un magnicidio, cuando asesinó –el 20 de diciembre de 1973– al presidente del Gobierno de entonces, el almirante Carrero Blanco. En esta ocasión ya se suscitaron dudas acerca de si ETA, incapaz de cometer atentados de esta envergadura, habría o no recibido alguna clase de ayuda. Los mismos etarras confesaron que la información se la proporcionó un misterioso hombre con el que quedaron citados en el hotel Mindanao. Luego se ha especulado con que tal historia no tenía otra finalidad que la de ocultar que en realidad fue Eva Forest, militante comunista que ayudó a los terroristas a asesinar al marino, la informante. Sea quien fuera quien informó a los terroristas, se ha especulado con la posibilidad de que la ETA recibiera ayuda de la CIA o de los servicios secretos españoles. Esta última está avalada por el hecho de que, inmediatamente después de ocurrido el atentado, Santiago Carrillo recibió un mensaje de un jefe de esos servicios tranquilizándole y pidiéndole que no hicieran ni él ni sus camaradas ninguna tontería porque no iba a haber detenciones en masa ni nada que se le pareciera. Incluso ha habido quien ha sugerido que Eva Forest era en realidad un agente doble.

Con el atentado de Aznar, las dudas son similares. Lo más sospechoso de todo es la presencia durante varios días del cable en una calle que formaba parte de alguna de las rutas habituales de Aznar sin que despertara las sospechas de nadie. Lo más llamativo es que Aznar y otros dirigentes habían sido privados pocas semanas antes de medidas de contravigilancia con la finalidad de ahorrar. Las medidas de contravilgilancia diseñadas por la Policía española eran extraordinariamente eficaces, en todo caso. Pero en éste especialmente lo hubieran sido con toda seguridad, porque una de las misiones de los equipos de contravigilancia era precisamente barrer con antelación las rutas que atravesaría la persona protegida. De haberse mantenido esas medidas, la Policía habría descubierto el cable y, poco después, el coche-bomba. Que se sepa, nadie ha investigado si hay alguna relación entre la retirada de las medidas de contravigilancia a Aznar y el atentado y si la ETA tenía conocimiento de ello.

De lo que no se puede dudar, en cambio, es de quién habría resultado beneficiado si el atentado hubiera tenido éxito. Se esperaba que aquella legislatura fuera la última de Felipe González y que Aznar venciera en las siguientes elecciones, como efectivamente así fue. Sin embargo, nadie podía estar seguro del todo, en vista de lo ocurrido en las celebradas en 1993, unas elecciones ganadas por un pelo por un Felipe González que ya estaba acorralado por los casos de corrupción y los vehementes indicios de que detrás del GAL estaba su Gobierno. Lo que nadie esperaba, en todo caso, es que Aznar barriera. Y, de hecho, en 1996 venció por poquísimos votos. Si Aznar hubiera fallecido aquel 19 de abril de 1995, a Felipe González le hubiera bastado adelantar las elecciones al siguiente otoño o a la primavera de 1996 para coger a la derecha con el pie cambiado y dirigida por un líder sin fraguar y sin tiempo de ser conocido por el electorado. El PSOE habría podido gobernar al menos una legislatura más y a Felipe González se le hubiera ofrecido la oportunidad de celebrar la nochevieja de 2000 en La Moncloa.

Hoy todo suena a teoría de la conspiración, pero quienes vivieron los años del gonzalato recordarán bien que el PSOE de aquellos años lo dominaba todo, hasta el punto de estar muy extendida la sospecha de que pretendía ser el PRI español, el partido que gobernara España indefinidamente en medio de una democracia tan sólo aparente, en la que se celebraran regularmente elecciones pero en las que los demás partidos no tuvieran posibilidades reales de vencer. Sólo los bochornosos casos de corrupción unidos a los secuestros y asesinatos del GAL, además de la firmeza y empeño de Aznar, permitieron que nuestra democracia dejara de parecerse a la mejicana y se asemejara más a las europeas.

Con todo, no está de más recordar que, poco antes de que llegara Felipe González, hubo un intento de golpe de Estado del que en parte fue responsable el PSOE, por su impaciencia por llegar al poder. Y que también poco antes de que lo dejara hubo un atentado terrorista que, de haber tenido éxito, habría permitido a ese partido conservarlo una o dos legislaturas más y quién sabe hasta cuándo. Todo esto, el absurdo compromiso posterior que adquirió Aznar de estar en el poder tan sólo ocho años, la negativa del propio Aznar, una vez presidente, a desclasificar los papeles del Cesid, que habrían permitido juzgar a Felipe González, y el que nadie, ni siquiera la víctima, haya querido investigar el atentado pueden ayudar a comprender todas las cosas inexplicables, algunas de ellas terribles, que ocurrieron después.

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