Por qué es imprescindible que Israel sea un Estado judío
Hoy se discute hasta qué punto una nación moderna puede o debe definirse por la etnia mayoritaria que posee, pero éste es un caso excepcional.
Poco antes de llegar a París para participar en la manifestación antiterrorista, el primer ministro Benjamín Netanyahu recordó a los judíos franceses que Israel era su casa y que allí los esperaban con los brazos abiertos. Israel, dijo, es el hogar de todos los judíos del mundo.
Previamente, el fanático islamista Amedi Coulibaly había asesinado a cuatro judíos en un mercado kosher. Se piensa que también se proponía matar a unos cuantos niños, estudiantes de una escuela judía cercana al mercado.
En Francia hay en torno a unos 600.000 judíos. Es menos del 1% de la población, y muchos se sienten en peligro.
Los judíos llaman "hacer aliá" a emigrar a Israel. Hoy, el 28% de los judíos que hacen aliá y se mudan a Israel provienen de Francia, y la tendencia es creciente. En 2012 sólo emigraron a Israel 1.923 judíos franceses. En 2014 fueron 7.000. En 2015 se calcula que serán 10.000.
Este triste fenómeno sirve para demostrar cuán importante es que Israel siga siendo una nación fundamentalmente judía. Cuando, a fines del siglo XIX, comenzó la aventura de Israel, lo que los padres fundadores tenían en mente, con la figura de Teodoro Herzl a la cabeza, era la creación de un Hogar Judío para poder resguardarse del creciente antisemitismo europeo.
Herzl era un periodista húngaro de lengua alemana que había visto con horror las manifestaciones callejeras antijudías, precisamente en Francia.
Hoy se discute hasta qué punto una nación moderna puede o debe definirse por la etnia mayoritaria que posee, pero no hay duda de que éste es un caso excepcional. Quienes han hecho imprescindible la existencia de una nación judía son los antisemitas que se han dedicado a perseguir a los judíos utilizando los más absurdos pretextos.
Todo se ha dicho contra los judíos. Circula en internet, y se cita con frecuencia, un panfleto antisemita titulado Los protocolos de los sabios de Sión, en el que se describe una supuesta conjura judía para dominar el mundo. Aunque desde hace casi un siglo se sabe que es una burda fabricación de la policía zarista para justificar los pogromos, se continúa reeditando y sigue siendo un best seller.
Hoy son los yihadistas islámicos, ayer fueron los nazis, y en el pasado la persecución estuvo a cargo de los católicos conservadores o de otras denominaciones cristianas, pero, lamentablemente, nunca han faltado los enemigos encarnizados del pueblo judío. Por eso fue imprescindible crear Israel. Ni siquiera era una cuestión religiosa. Teodoro Herzl, incluso, era ateo. Se trataba de crear un refugio para proteger a unas personas que desde hace siglo sufren las más atroces e irracionales persecuciones.
Como tantas veces se ha dicho, si no existiera Israel, habría que inventarlo como lo que fue y sigue siendo: un hogar judío. Un sitio en el que los niños de ese origen puedan vivir sin miedo a que un energúmeno los mate. ¿Quién puede oponerse a ese objetivo?
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