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Percival Manglano

¿Cómo que "Ni yihad ni cruzadas"?

La expresión "Ni yihad ni cruzadas", en el fondo, transmite una visión del mundo distorsionada por el concepto musulmán de yihad.

El domingo pasado la Fundación Cultura Árabe (de muy reciente creación y presidida por el periodista marroquí Said Ida Hassan) organizó una concentración en la Plaza de Atocha de Madrid en repulsa de los atentados terroristas perpetrados en París. En ella participaron varios centenares de personas, la mayoría musulmanas. Como ejemplo de movilización de musulmanes residentes en Europa para condenar las atrocidades cometidas por sus correligionarios, fue bienvenida. Algunos de los mensajes escritos en sus pancartas no lo fueron tanto.

Un lema me pareció particularmente chocante: "Ni yihad ni cruzadas". Me chocó por su torpe intento de buscar una inexistente equidistancia entre la violencia de inspiración religiosa de "los unos" y de "los otros". Dado que la convocatoria de la concentración era, supuestamente, para condenar los asesinatos terroristas en París, no se entiende muy bien el esfuerzo por matizar y diluir dicha condena mezclando en ella otros supuestos actos de violencia. Añadir peros a las condenas de hechos tan graves como los de París equivale a dulcificarlas.

Cuando, además, la matización viene por vía de una referencia a las Cruzadas, la cosa ya cae en el esperpento. Las Cruzadas fueron una serie de expediciones militares impulsadas por el Papado para, en particular, liberar los Lugares Santos de la dominación musulmana. Lo relevante es que se celebraron entre los siglos XI y XIII. La última cruzada, la octava, fue organizada en 1269. Es decir, estamos hablando de campañas militares cristianas organizadas contra los musulmanes hace ¡más de 750 años! ¿De verdad son relevantes para el debate político actual? ¿Deberían los cristianos españoles manifestarse hoy en día por haber sido invadidos y sometidos por musulmanes durante la Edad Media?

Se me podría contestar que George Bush usó el término cruzada para describir la reacción norteamericana tras los ataques del 11-S. Es cierto que lo hizo. Pero Bush no fue un líder religioso ni puede hablar legítimamente en nombre del cristianismo. Quien sí pudo hacerlo -el papa Juan Pablo II, por ejemplo- fue crítico con la guerra de Irak en 2003. Llegó a decir: "Amenaza el futuro de la humanidad". El ejemplo de Bush, por tanto, demuestra justo lo contrario de lo que querrían los equiparadores de la yihad y de las cruzadas: y es que el poder político en el mundo occidental puede actuar en contra de la decidida voluntad de sus autoridades religiosas, algo prácticamente inimaginable en el mundo musulmán. El poder secular occidental no está sometido al religioso. No lo está, en gran medida, porque el poder secular no deriva su legitimidad de la religión, sino –cosa inherente a la democracia– de la voluntad del pueblo.

La irrelevancia actual de las cruzadas contrasta con la actualidad de la yihad. Ésta es una obligación religiosa de los musulmanes y se puede traducir al español como "esfuerzo". Aparece 41 veces en el Corán. Hay una controversia en cuanto a si dicho esfuerzo tiene o puede tener una acepción militar. En todo caso, una de las definiciones actuales de yihad es "guerra santa". Y de lo que no hay ninguna duda es de que grupos terroristas –desde Al Qaeda hasta el Estado Islámico o, por supuesto, la Yihad Islámica egipcia y la palestina– han cometido y cometen sus ataques amparados por el concepto de guerra santa.

La expresión "Ni yihad ni cruzadas", en el fondo, transmite una visión del mundo distorsionada por el concepto musulmán de yihad. Las cruzadas no son el equivalente cristiano de la yihad islámica. El cristianismo abandonó hace tiempo –en gran medida, gracias a la consolidación de los conceptos de soberanía popular y de Estado de Derecho– su capacidad para emprender cruzadas. El reto hoy es que la yihad se convierta en historia igual que lo hicieron las cruzadas.

www.pmanglano.com

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