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EDITORIAL

Traición de Obama a los cubanos

Las relaciones con La Habana no se deben 'normalizar' hasta que Cuba no se 'normalice' como democracia y como Estado de Derecho.

Es cierto que renunciar al uso de la fuerza para derribar una tiranía cuyo único sostén es el empleo de la violencia puede ser una política abocada al fracaso. Por otro lado, también hay que ser consciente de que Estados Unidos no puede declarar la guerra a todas y cada una de las múltiples dictaduras que cercenan las libertades.

Ahora bien, entre renunciar a la intervención militar para acabar con una dictadura y levantar las sanciones económicas y diplomáticas que la penalizan hay una diferencia que, desgraciadamente, el funesto presidente norteamericano, Barack Obama, ha decidido borrar. Su anuncio de "normalizar" las relaciones diplomáticas con el régimen comunista de La Habana y levantar el embargo constituye uno de los más claros triunfos de la dictadura que, durante más de medio siglo, viene empobreciendo y cercenando las libertades del pueblo cubano.

Obama ha justificado su traición alegando que "la política de aislamiento" ha fracasado y señalando que Estados Unidos ya mantiene relaciones diplomáticas y comerciales con otros países –por ejemplo, China– en los que la democracia también brilla por su ausencia. Podría decirse que lo que ha fracasado es la idea de que con un mero embargo comercial se puede acabar con una dictadura que, por otro lado, ya no tiene aliados tan temibles como antaño; un embargo harto limitado, además, pues sólo afecta a la población y a las empresas norteamericanas, puesto que el régimen comunista cubano podía y puede comerciar con cualquier otro país del planeta. Pero es que cuestionar el embargo porque no ha logrado la democratización de Cuba es tanto como cuestionar el ordenamiento jurídico destinado a impedir asesinatos, robos y violaciones por el hecho de que sigan produciéndose este tipo de delitos.

Por mucho que lo animara el deseo de ver establecida la democracia en Cuba, el hostigamiento político y las sanciones comerciales contra el régimen comunista no han sido tanto un instrumento para lograr ese objetivo democratizador como una postura ético de quienes no quieren ver como normal ni quieren tener relaciones normalizadas con una brutal tiranía como la castrista.

Alegar que EEUU ya tiene relaciones diplomáticas y comerciales normales con otras dictaduras es tanto como justificar un error con la existencia de otros. Que los malos ejemplos abunden no los convierte en buenos. Cuba, por otra parte, es un caso muy concreto, puesto que un quinto de su población se exilió y fue a refugiarse a los Estados Unidos. El exilio cubano ha respaldado el embargo al régimen castrista tanto como ha ayudado económicamente a sus compatriotas que permanecen esclavizados en la isla. ¿Cómo va a conciliar Obama las nuevas y normalizadas relaciones con un Gobierno como el cubano que ha sido oficialmente declarado "terrorista" por el Departamento de Estado? ¿Va a oponerse a los regímenes terroristas en el Medio Oriente mientras trata normalmente a los de su propio vecindario?

Como bien advertía hace escasos meses Carlos Alberto Montaner, Cuba es aliada de Irán, Corea del Norte –país al que suministra pertrechos de guerra–, Rusia, Siria; de los terroristas colombianos de las FARC, de la Venezuela de Chávez y Maduro. El FBI advirtió recientemente de que la inteligencia cubana intenta reclutar miembros del mundo académico como agentes de influencia.

Obama, sin embargo, ha decido premiar a esta dictadura que sigue violando los derechos humanos y que no oculta su nula intención de rectificar. Se trata, en definitiva, de una pésima noticia para la libertad y para quienes consideran que la firmeza y el hostigamiento contra el régimen castrista, tal y como se hizo contra la Sudáfrica racista del apartheid, no deben cesar hasta que Cuba se normalice como democracia y como Estado de Derecho.

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