Nueve monolitos vascos
Una carretera no puede ser sólo una carretera, sino también, y muy principalmente, un cementerio de monolitos que den noticia de quién manda.
Les doy por enterados de que la Diputación de Guipúzcoa, gobernada por Bildu, ha colocado en las carreteras de la provincia señales con las indicaciones "Euskal Herria" y "Basque Country" para hacer constar a los usuarios que circulan por una vía con RH negativo. Semejante iniciativa, que lleva por nombre acción de señalética nacional o cosa por el estilo (lo juro), ha de servir, al decir de sus impulsores, para que "todo el mundo tenga claro" que el territorio por el que transita es vasco y sólo vasco.
Los carteles son bilingües, pero eso no quiere decir que la diputada de Movilidad e Infraestructuras Viarias, Larraitz Ugarte, haya dispuesto una rotulación en español y otra en francés. Tal vez la lógica así lo hubiera aconsejado, máxime teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de los conductores que no son del País Vasco provienen del resto de España o del otro lado de los Pirineos. Mas pese a ello, o precisamente por ello, las indicaciones están impresas en inglés y en vascuence. La elección de la primera acaso tenga que ver con que es la lengua en que se internacionalizan los conflictos; la elección de la segunda, sin duda, ha de achacarse al espíritu redundante de todo nacionalismo, entendiendo por redundante el corolario de recordar a conductores guipuzcoanos que están en Guipúzcoa. Pero, como queda dicho, la medida (porque en verdad de eso se trata, de una medida) no pretende otro propósito que el que lleva a los osos a grabar su zarpa en los árboles.
La instalación de estos plafones (nueve en total, cuyo coste asciende a 90.000 euros) se inscribe en el consabido celo proetarra respecto a las comunicaciones. No en vano, una de las vías en que Bildu ha dejado su sello es la A-15, también conocida como Autovía de Leizarán. Como recordarán, la fetua que ETA lanzó a principios de los noventa contra el trazado se tradujo en 160 atentados, cuatro de los cuales costaron la vida a otras tantas personas relacionadas con el proyecto, entre ellas el directivo de Ferrovial José Edmundo Casañ. Paradojas del Estado de Derecho, la obra de ingeniería que mejor retrató el integrismo batasuno es hoy una sucesión de jalones destinados a que "todo el mundo tenga claro" que el País Vasco no es España. Nada, en fin, que deba extrañarnos, pues en manos de nacionalistas parece obligatorio que la realidad presente una doblez que, lejos de ser cosmética, contribuye a crear un marco mental muy concreto. Así, una carretera no puede ser sólo una carretera, sino también, y muy principalmente, un cementerio de monolitos que den noticia de quién manda y quién ha de obedecer; del mismo modo que un bar no puede ser tan sólo un bar, sino también, y sobre todo, una galería-museo de fotos de serial killers.
Hace poco, en el programa de Risto Mejide, un entrevistado (creo que era un periodista de La Vanguardia, pero no estoy seguro) hizo notar la circunstancia de que la carretera que recorre la Franja de Ponent sigue un trazado que, a caballo entre Lérida y Huesca, no deja de penetrar, alternativamente, en una y otra provincia, de suerte que, en unos pocos kilómetros, uno sale y entra de Cataluña (y Aragón) un chorro de veces. Pienso en lo pedagógico que sería que el Gobierno catalán colocara, a cada sinuosidad, un cartel como los de Bildu. Y así ver de cerca la compulsión, estrictamente simiesca, en que se resume el nacionalismo.
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