Colabora
José García Domínguez

El independentismo ha fracasado

El Madrid nihilista seguirá sin enterarse como suele, pero esta partida la vamos a ganar los españolistas de Cataluña. La estamos ganando ya.

Conocer, dicen los matemáticos, gentes refractarias por oficio al griterío histriónico y la retórica huera es cuantificar. De ahí que cualquiera que domine los rudimentos más básicos de la aritmética, pericia por desventura ajena al grueso del gremio periodístico, tenga que llegar a idéntica conclusión a propósito del simulacro del 9-N. Llámese como se le quiera llamar a lo del domingo, la cosa ha supuesto un fracaso absoluto para la causa de los independentistas. Absoluto y sin paliativos. Contra lo que quiere creer el Madrid nihilista y anumérico, eterna víctima de un muy castizo síndrome de Estocolmo intelectual, los separatistas han perdido. Y apenas hace falta, decía, saber sumar a fin de comprobarlo. Con absolutamente todo a su favor. Con la Administración en sus manos y de su parte. Con los medios de comunicación públicos (amén de los pensionados) en sus manos y de su parte.

Con la logística del evento en sus manos y de su parte. Con los discrepantes callados y aparte. Con unas condiciones ideales solo factibles por tratarse el asunto de una coña marinera, no de un referéndum de verdad, resulta que han fracasado. Y estrepitosamente, además. Pero si es que ni en Gerona han ganado (con una participación similar a la de las autonómicas de 2012, el no pasaría del 47,5% de los votos). ¡Ni en Gerona! Pero si es que únicamente se han impuesto en tres miserables capitales de comarca. Siempre en relación al censo electoral de 2012, resultan ser mayoría en Vic (60,9%), en Olot (55,3%), en Tárrega (52,7%) y para de contar. ¡Solo en tres! Pero si en la segunda ciudad de Cataluña, Hospitalet del Llobregat, no les ha votado ni el gato (17,7%). Pero si en Santa Coloma de Gramanet no llegan ni a un miserable 15% (14,1%). Pero si en Tarragona se quedan lejos del 30% (26,3%). Pero si en la propia capital del nasciturus escasamente logran sobrepasar, y con indecibles sudores y esfuerzos, un ridículo tercio de las voluntades de la plaza (35%).

Sin jugarse en el envite la pensión de la Seguridad Social, sin arriesgar el saldo de la cartilla en La Caixa, sin someterse a la contingencia de morar fuera del euro y de la Unión Europea, saliendo la broma gratis total, solo son 1.861.753 personas (el 33% del censo electoral). Ni uno más. Y con 1.861.753 personas, ¡ay!, no se gana un referéndum de autodeterminación en Cataluña. No se gana, punto. Se pongan como se pongan, los números no salen. En el viaje a Ítaca hay demasiados asientos vacíos, los de la inmensa multitud silente que ha preferido quedarse en tierra firme. Así las cosas, bastaría una participación similar a la de las anteriores elecciones autonómicas (67%) para que el independentismo fuese barrido del mapa en un hipotético referéndum legal. Como en Escocia. Como en Québec. El Madrid nihilista seguirá sin enterarse como suele, pero esta partida la vamos a ganar los españolistas de Cataluña. La estamos ganando ya.    

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