Pasividad de Marruecos y la UE ante la inmigración ilegal
A la falta de colaboración europea y marroquí hay que sumar la demagogia con la que se criminaliza la lucha contra la inmigración ilegal.
Bien está que el Ministerio del Interior haya decido enviar un refuerzo compuesto por casi 500 agentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado a Ceuta, Melilla y Algeciras para tratar de contener la avalancha migratoria de los dos últimos días, que está teniendo por focos de atención tanto las costas del Estrecho como los vallados fronterizos de las dos ciudades autónomas.
Sin embargo, Madrid no debería esperar a que se produzca una situación como la que se está viviendo estos días para tomar medidas, ni abordar un problema tan complejo como si de un asunto exclusivamente interno se tratara. No lo es ni en las causas que lo originan ni por sus consecuencias. La colaboración de Marruecos y de la Unión Europea es indispensable, y reclamársela abiertamente tanto a Rabat como a Bruselas es un deber del Gobierno.
El ministro marroquí del Interior, Mohamed Hasad, ha reconocido algunas "disfunciones" en el control de su Gobierno de la frontera común. Lo cierto es que la pasividad de Rabat es lo que permite que las mafias actúen impunemente. Y eso no es disfunción alguna sino algo mucho más grave.
Por lo que hace a la UE, en lugar de dar pábulo a quienes calumnian a los agentes que protegen nuestras fronteras –como sucedió el pasado mes de febrero-, debe tener bien presente que nuestras fronteras son también la suyas y que pocos problemas tienen una dimensión tan europea como éste.
Si a la persistente falta de colaboración europea y marroquí le unimos la demagogia psehudohumanitaria con la que tan frecuentemente la oposición obstaculiza, incluso criminaliza, la lucha contra la inmigración ilegal, es fácil hacerse una idea de lo difícil que lo van a tener los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad para cumplir su labor, por mucho que el Gobierno mande más efectivos a la zona.
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