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Eduardo Goligorsky

Un tocomocho sofisticado

Lo importante, ahora, es determinar de una vez por todas si el entorno político de Pujol, con Artur Mas a la cabeza, conocía sus chanchullos.

Al ciudadano catalán desprevenido le muestran un sobre abultado y le dicen que contiene la independencia y que acceder a ella le reportará pingües ganancias, pues ya no tendrá que repartir sus impuestos con los ganapanes que pueblan el resto de España. Es la versión refinada del tocomocho tradicional: el sobre está repleto de promesas falsas equivalentes a los recortes de papel con apariencias de dinero que engatusan a la víctima del tocomocho, y bastará una pausa reflexiva en la transacción, o que la autoridad competente dé la voz de alerta, para que el primo potencial descubra la verdadera catadura de los embaucadores y se libre de ellos.

El colmo de la desfachatez

Lógicamente, cuando los perpetradores del tocomocho no operan en el plano individual sino en el social, con cientos de miles, incluso millones, de ciudadanos en el punto de mira, la engañifa se condimenta con argumentos identitarios, si está dirigida a un público permeable a la xenofobia o el racismo; con argumentos económicos, si sus destinatarios han sido perjudicados por la crisis; o con argumentos ideológicos e históricos, si existen predisposiciones intelectuales. Todos estos ingredientes están presentes en el tocomocho de la propaganda secesionista: mitologías fantasiosas, balanzas fiscales amañadas, falsificaciones cainitas de la historia, restos arqueológicos trucados, simposios sectarios. La escuela se convierte en la cámara de resonancia de los embustes y está acotada por la discriminación lingüística, y el espacio público funciona como escenario de manifestaciones ceñidas a los viejos moldes totalitarios. Los medios de comunicación oficiales y subvencionados repiten la misma versión deformada de la realidad. Y los demagogos mienten, mienten y mienten.

¿Un testimonio flagrante de estas mentiras? Ramon Espadaler, nuevo secretario general de CiU, que "toma el relevo de Josep Antoni Duran Lleida alabando el valor de la centralidad como la herramienta que tiene las respuestas que necesita el proceso catalán" (LV, 27/7), rozó el colmo de la desfachatez al afirmar (LV, id) que Unió refuerza a CiU apostando

por el derecho de los padres a poder escoger libremente la educación que quieren para sus hijos.

Esto, un día antes de que la consejera de Educación de Cataluña, Irene Rigau, arremetiera contra el real decreto sobre enseñanza del castellano en Cataluña (LV, 28/7):

Se pretende dar respuesta a un falso problema, que es que unos pocos padres quieren que sus hijos acaben escolarizados en castellano, quieren vivir como si estuvieran en Salamanca.

Ramon Espadaler, que también es consejero de Interior de la Generalitat, debería cuidar de que "los padres que intentan escoger libremente la educación que quieren para sus hijos" no sean sometidos al bullying de algunas asociaciones de padres, directores de escuela e incluso ayuntamientos. Si no estuvieran amenazados serían muchos más que los que contabiliza la discriminadora oficial Irene Rigau.

El tocomocho, sea individual o social, sólo lo pueden tramar personas desprovistas de escrúpulos. Y hoy España se entera, en parte sorprendida y en parte confirmando sospechas muy fundadas, que el tocomocho secesionista no ha sido una excepción. El ideólogo que lo planificó y lo fue ejecutando con paciencia (leer Paciencia e independencia. La agenda oculta del nacionalismo, de Francesc de Carreras, Ariel, 2014) acaba de confesar públicamente sus fraudes fiscales, fraudes fiscales que son, como ya he escrito (LD, 30/7), peccata minuta cuando se los compara con la fractura que provocó dentro de la sociedad catalana y entre una parte de esta y el conjunto de España y Europa. Aunque también es bueno recordar que en algunos casos, como en el de Al Capone, los delitos económicos bastan para compensar la falta de pruebas de otros mayores.

Los detritos del psicoanálisis

La reacción de los secesionistas frente al escándalo está tan plagada de falsedades e hipocresías como todo el entramado de su campaña. Los corifeos más serviles hurgaron entre los detritos del psicoanálisis para fraguar argumentos exculpatorios que se complementaban con una sutil reivindicación del patriarca caído. Fabuló Francesc-Marc Álvaro en "De tótem a pararrayos" (LV, 30/7):

Él decía que su pasión era el país pero, a la hora de la verdad, su gran pasión ha sido la familia, rotundamente. La familia ha pasado delante de todo, también de su obra política importantísima [sic]. Para tratar de proteger a su esposa y a sus hijos, el que fue president de la Generalitat y líder del nacionalismo catalán revienta su personaje histórico, asume su muerte civil, resquebraja su legado, hiere a su partido y echa toneladas de desconfianza sobre la sociedad catalana.

David González nos advierte en "Hoy no toca, mañana tampoco" (LV, 3/8) de que el mismo Álvaro ya había previsto, en su libro Ara sí que toca. Jordi Pujol, el pujolisme i els successors, los efectos traumáticos que tendría sobre aquellas pobres criaturas el desapego del padre y la sobreprotección de la madre. Madre que, recordemos, no les permitía jugar con otros niños que hablaban en castellano. He aquí la versión que le había llegado a Álvaro, desde altas jerarquías convergentes, sobre la relación paternofilial de los Pujol Ferrusola:

Pujol deja hacer a sus hijos, especialmente al primogénito, Jordi, porque tiene mala conciencia por no haberse podido dedicar a la familia en el pasado, cuando los hijos eran pequeños (…) Pujol dilapidó, mientras sacaba adelante sus iniciativas a favor del país [sic], el dinero del avi Florenci y, a la vez, no pensó en hacer dinero para los hijos, obsesionado [enderiat] como estaba en reconstruir Catalunya. Los hijos creen que Pujol les hizo una mala pasada a todos, al abuelo y a ellos mismos, y, por eso, reclaman el derecho a hacer dinero por su cuenta, y cuanto más mejor. En esta argumentación encuentran una aliada formidable en la madre, la Marta, que presiona para que el padre comprenda y tolere las actividades de sus hijos.

Después de practicar esta exploración de los laberintos freudianos, Álvaro le da una nueva vuelta de manivela al aparato de desinformación ("El engaño y la gente", LV, 31/7), cuya última patraña consiste en desvincular al patriarca caído de su cruzada:

No perdamos de vista los hechos, Pujol no ha sido el inspirador ni el artífice del actual movimiento soberanista, al cual él se apunta tardíamente, siempre con incomodidad, vista su defensa, durante décadas, de la vía autonomista.

Otra mentira que no resiste el cotejo con las hemerotecas y con la bien documentada bibliografía que sitúa en 1980, cuando Jordi Pujol asume la presidencia de la Generalitat, el comienzo de la paciente labor de zapa balcanizadora. Tampoco es cierto que, como afirma Artur Mas, Pujol no influya sobre la política de la Generalitat desde hace diez años. Su ideología marca cada paso del proceso secesionista y CiU desempolvaba su figura cada vez que la necesitaba para avalar una nueva etapa de la ofensiva rupturista.

Seamos serios

Lo importante, ahora, es determinar de una vez por todas si el entorno político de Pujol, con Artur Mas a la cabeza y Oriol Junqueras en la retaguardia, conocía sus chanchullos. Si los conocía y callaba, deberá cargar con la responsabilidad que cabe a los cómplices. Si no se enteraba de lo que tenía delante de las narices, deberá pagar el precio de su estolidez retirándose a cuarteles de invierno. Seamos serios: Pujol no confesó porque estuviera arrepentido o porque sus correligionarios se lo exigieran, sino porque sentía en la nuca el aliento de la justicia. La pasividad del Gobierno de Mariano Rajoy es otro mito que se derrumba para regocijo de todos los españoles, empezando por los catalanes rescatados del tocomocho. Lluís Foix lo explica sin eufemismos en "La gran estafa ocultada" (LV, 6/8):

Ha caído el mito incuestionable por una confesión que nadie le pedía, voluntaria, no sabemos si como consecuencia de un arrebato de sinceridad y transparencia, o porque la justicia y los medios de comunicación le pisaban los talones. Más bien parece lo segundo, forzado por lo que se respiraba en ambientes periodísticos y judiciales. Pujol dio la cara pero sólo parcialmente o, mejor dicho, su comunicado era sólo una parte insignificante de la realidad de los hechos presuntamente corruptos que van apareciendo desde instancias judiciales y mediáticas. (…) Se llegó a difundir con tanta seguridad que España era una piltrafa que, además, nos robaba y que fue definida por Pujol como "una realidad entrañable", que se lo llegaron a creer o, por lo menos, pensaron que la policía judicial, la UDEF y otros brazos que actúan a cuenta del Estado o desde diversas instancias públicas, no penetrarían en el disco duro de lo que pasará seguramente a la historia como la cara más fea del pujolismo. (…) El president Mas se ha declarado heredero político de Pujol. Cometió el error de calificar la declaración de su mentor como un tema de carácter personal y privado. No se daba cuenta de que la sacudida pujoliana arrastraría al Govern, al partido de CDC y a todos cuantos habían mantenido la fe en el mito de Catalunya durante casi medio siglo.

Mas acaba de declarar (LV, 6/8) que espera que no se descubran más casos de corrupción en Cataluña, pero, agregó, "no tengo la seguridad de que no habrá más".

Insisto: se ha derrumbado el mito de la pasividad del Gobierno de Mariano Rajoy. Todo indica que el disco duro de la confabulación secesionista está en buenas manos.

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