La recuperación llega de la mano del auge ultra
Es precisamente cuando los indicadores económicos mejoran que se produce este despegue electoral de la ultraizquierda. ¿Cómo puede ser?
Es evidente que, en los últimos años, las encuestas de intención de voto han fallado más que una escopeta de feria. Baste recordar que el consenso de los estudios demoscópicos publicados una semana antes de las recientes elecciones europeas fue que PP y PSOE sumarían un 60% de los votos. Al final sumaron un 49%. Dicho esto, la publicación de la última encuesta del CIS debería suscitar la siguiente pregunta: ¿cómo puede ser que el auge de las opciones ultra en España esté coincidiendo con los mejores datos económicos de los últimos seis años?
Empecemos por lo segundo. Es innegable que la economía está generando datos desconocidos –por buenos– desde 2008. Lo son sus tasas de crecimiento y de creación de empleo. Nadie debería pensar que España ha superado del todo la crisis económica, pero la tendencia es claramente positiva.
Al mismo tiempo, la extrema izquierda no para de crecer. Si en las elecciones de mayo la suma de IU, Podemos, ERC, Comprimís-Equo, BNG y Amaiur/Bildu alcanzó un 26% de los votos, el CIS le da ahora casi un 30%. Superaría así con claridad a la socialdemocracia (PSOE y UPyD), que apenas llega al 27%. Y se quedaría a un paso del centro derecha (PP y Ciudadanos), que suma un 31%. Las posibles disputas sobre la ubicación ideológica de ciertos partidos no deben ocultar la conclusión principal del sondeo del CIS. Esta es que el bipartidismo está dando paso a tres grandes bloques de voto: derecha, izquierda y extrema izquierda.
El panorama en ciertas comunidades autónomas es desolador: ERC es la primera fuerza política en Cataluña; Amaiur/Bildu es la segunda en el País Vasco y Navarra; Podemos es la tercera en Madrid, Aragón, Cantabria, Baleares y Asturias; IU, BNG y Podemos sumarían casi el 30% de los votos en Galicia… En cuanto a franjas de edad, Podemos es, según el CIS (y en intención directa de voto), el partido preferido para los españoles de entre 18 y 54 años. Sólo los mayores de 55 se decantan por PP y PSOE.
Es precisamente cuando los indicadores económicos mejoran que se produce este despegue electoral de la ultraizquierda. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo es que no se produjo en lo peor de la crisis, en 2010 o en 2012? ¿Cómo se explica que 2014 sea, simultáneamente, el año de la recuperación económica y el del auge ultra?
Seguramente contribuyan a la respuesta los continuados efectos de la crisis económica. En particular, el desespero de los 2,6 millones de parados que carecen de toda prestación o el de los 700.000 hogares sin ningún tipo de ingreso. Recordemos, también, que cientos de miles de jóvenes y no tan jóvenes han tenido que irse al extranjero para encontrar un empleo.
Pero el factor político es, a mi juicio, el decisivo: es la corrupción (¿cuántos votantes de CiU optarán por ERC o por Podemos para expresar su rabia hacia el latrocinio de los Pujol?); es la evidente falta de división de poderes, que hace que la Justicia, además de lenta, esté supeditada al interés del Ejecutivo; es, en suma, el agotamiento del sistema político nacido en 1978, orientado a gobernar más que a representar a los españoles.
Los datos del CIS deberían hacer recapacitar a quienes fían sus expectativas de voto a la mejora de la economía. Los datos les desmienten. La economía mejora al mismo tiempo que despegan las expectativas electorales de los ultras. Los españoles exigen cambios políticos profundos y, en su ausencia, están expresando su descontento ("Ahí, donde más les duele") a través de opciones políticas especialistas en canalizar el resentimiento: las de extrema izquierda.
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