El fin del cristianismo en Irak
Desde 2003 un éxodo incesante ha ido dispersando las otrora florecientes comunidades cristianas de Nínive.
La conquista por el Estado Islámico (antiguo Estado Islámico de Irak y el Levante) de amplias zonas del norte y oeste de Irak ha dado al traste con las esperanzas de las minorías religiosas de seguir viviendo en paz en la tierra de sus antepasados. Los cristianos son, de lejos, los más perseguidos por los yihadistas, que esta última semana lanzaron un ultimátum a las pocas familias que aún quedaban en Mosul para que huyeran, se convirtieran al islam o se prepararan para pagar el impuesto que pretenden cobrar a todos los no musulmanes; impuesto que podría ascender a nada menos que 450 dólares. La última alternativa es morir bajo la espada.
La práctica totalidad de los cristianos que todavía quedaban en Mosul, resistiendo heroicamente las presiones del entorno islamista, ha optado por abandonar sus viviendas y emigrar; eso sí, sin llevarse nada más que lo puesto, porque los bienes de los cristianos son propiedad del Estado Islámico, según su particular interpretación de la sharia.
Un edicto de los dirigentes del EI en Mosul puso como fecha límite para la conversión de los cristianos la media noche del sábado pasado. Durante esa semana, los pocos cientos fieles que todavía permanecían en la ciudad fueron abandonando sus casas y trataron de huir con sus pocas pertenencias para salvarse de una muerte segura. A la salida de la ciudad, patrullas de yihadistas los despojaron de lo poco que llevaban consigo, agravando considerablemente las condiciones de una huida improvisada, como le ocurrió a la familia de Zaid Q. Isaac. "Tuvimos que pasar por una zona en la que habían establecido un puesto de control", relató a la prensa occidental. "Nos pidieron que saliéramos del coche. Salimos, cogieron nuestras cosas, las bolsas, el dinero, todo lo que llevábamos".
El primer éxodo de cristianos en el norte de Irak se produjo a mediados de junio, cuando los yihadistas del EI lanzaron su ofensiva. Tras la conquista por parte de los terroristas suníes de la ciudad de Mosul, pocas esperanzas podía albergar la otrora floreciente comunidad cristiana de vivir en paz observando sus ritos. Las ilusiones, si quedaba alguna, se esfumaron cuando los yihadistas se enseñorearon de la zona y emitieron un edicto donde se ponía una fecha límite a los cristianos para que pagaran, se fueran, se convirtieran o murieran.
Según la ONU, las últimas 400 familias pertenecientes a minorías religiosas ya han abandonado la ciudad con destino a Irbil, enclave cercano bajo control kurdo. El gobernador de Irbil, Nauzad Hadi, ha manifestado su firme compromiso de proteger a los cristianos que huyen del terrorismo islámico suní; pero la zona alberga ya a más de dos millones de refugiados de Irak y Siria, lo que compromete gravemente su capacidad de absorción.
La zona norte de Irak, donde se encuentra Mosul, coincide con la región de Nínive, de reminiscencias bíblicas; ahí sitúa el libro del Génesis el Paraíso. Durante más de 17 siglos los cristianos caldeos y asirios han vivido en sus llanuras, pero desde 2003 un éxodo incesante ha ido dispersando las otrora florecientes comunidades, cuyos miembros se han visto obligados a huir en busca de seguridad. El edicto que hace dos viernes lanzaron los terroristas del EI en Mosul, y su decisión de marcar las viviendas de los pocos defensores de la Cruz que todavía quedaban para pasarlos a cuchillo pasado el plazo fijado, puede muy bien haberse convertido en el principio del fin de 1.700 años de presencia cristiana en Irak.
© elmed.io
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