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Daniel Rodríguez Herrera

Guía práctica para distinguir el antisemitismo

Si se exige a Israel lo que no se exige a los demás, entonces podemos concluir que la crítica no se hace respecto a lo que Israel hace, sino a lo que Israel es.

Nadie duda de que se puede criticar legítimamente las decisiones del Gobierno israelí de turno. Menos que nadie los propios ciudadanos de Israel, que lo hacen con fruición porque para eso son ciudadanos de una democracia y no súbditos del tirano de turno, como la mayoría de los árabes de los países que les rodean. Precisamente por eso, muchos antisemitas se escudan en que lo suyo es mera crítica, no racismo ni nada que se lo parezca. Pero ¿cómo diferenciar unos y otros?

La clave para distinguir el antisemitismo es el uso de una vara de medir completamente distinta para el país de los judíos. No es el hecho de que se le preste más atención que a otros conflictos. Es casi imposible, a no ser que vivas en una cueva sin comunicación alguna con el exterior, no prestarle más atención que a la guerra civil en Siria o la de Ucrania. Pero si se exige a Israel lo que no se exige a los demás, si se condena a Israel por algo por lo que no se condena a otros, si se hace del único Estado judío del mundo una excepción a la hora de juzgar el mundo, entonces sí podemos concluir que la crítica no se hace respecto a lo que Israel hace, sino a lo que Israel es.

Una de las formas más habituales de expresión de este nuevo antisemitismo, que aúna a islamistas, izquierdas y la extrema derecha de toda la vida, es la condena, frecuente estos días, del "genocidio" que Israel estaría perpetrando en Gaza. Estos indignados selectivos jamás calificarán como genocidio o exterminio las numerosas matanzas que a lo largo y ancho del mundo cometen los musulmanes, frecuentemente contra otros musulmanes. No lo hacen ante la guerra civil en Siria, que en estos años se ha cobrado más vidas que el conflicto entre árabes e israelíes en toda su historia. No miran con ira las matanzas en Nigeria o levantan la voz contra los islamistas que han tomado el Kurdistán iraquí. Nada.

En la retórica de la nueva judeofobia, los únicos genocidios que han existido en el mundo son el nazi y el israelí, lo que les lleva con frecuencia a calificar de nazis a los israelíes. Evidentemente, la comparación no resiste ni el más mínimo roce con la realidad. No se marca a los palestinos con medias lunas amarillas, ni se les prohíbe el acceso a ciertas profesiones; algunos de ellos incluso son diputados en la Knesset. No, la razón para calificar como nazis a los israelíes es servir de coartada moral para expresar el odio más obsceno hacia los judíos.

Si quisiera cometer un "nuevo Holocausto", el Ejército israelí tiene capacidad técnica más que sobrada para aniquilar a la población palestina. En su lugar, lanza advertencias para que los civiles se aparten de los ataques que, no por casualidad, sólo se inician en represalia a bombardeos o atentados contra la población civil israelí. De ahí que se ataque Gaza y no Cisjordania, pese a ser las dos regiones palestinas y, por tanto, objeto de exterminio según los antisemitas. Debe ser el único genocidio de la historia en el que el pueblo que lo sufre no sólo no disminuye sensiblemente su población, sino que la incrementa a mayor ritmo que el pueblo que supuestamente les está exterminando.

El escapismo habitual entre los judeófobos de hoy consiste en afirmar que no tienen nada contra los judíos sino sólo contra el sionismo. ¿Pero qué es el sionismo? Antaño fue un movimiento nacionalista. No obstante, desde el momento en que nació Israel, el sionismo es única y exclusivamente la defensa del derecho de ese país a existir. No cabe duda de que ese derecho puede cuestionarse perfectamente desde puntos de vista anarquistas. Pero en ese caso no se estaría en contra de Israel, sino de España, Estados Unidos, Libia, Rusia y cualquier otra nación del globo. No es el caso, naturalmente: los antisionistas sólo quieren que Israel desaparezca. Les parece muy bien que existan en la zona otros países igualmente artificiales, cuyas fronteras delinearon los mismos poderes que luego reconocerían al Estado hebreo, como Siria, Jordania o el Líbano, por escoger aquellos que tienen frontera con Israel. Sólo ponen objeción al maldito país de los judíos. ¿Qué razón puede haber? ¿No se les ocurre?

No sé ustedes, pero estoy convencido de que el 99,99% de los judeófobos, en caso de que Marruecos se dedicara a lanzar cohetes contra Andalucía, Ceuta y Melilla al estilo Hamás, serían los primeros y los últimos en exigir que se exterminara a los moros. Pero igual es que soy un malpensado.

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