Colabora
Elías Cohen

El talón de Aquiles de Israel

Los terroristas, una vez más, hacen fuerza de la debilidad de Israel.

Las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos, impulsadas por el infatigable empeño de John Kerry, se rompieron definitivamente cuando Mahmud Abás cerró un acuerdo con Hamás para formar un gobierno de unidad nacional el pasado mes de abril. Bibi tuvo olfato y supo que la rendición de Abás ante Hamás supondría, aparte de un despropósito contra la paz, un rebrote de las actividades terroristas contra los israelíes. El secuestro de tres muchachos en Cisjordania el pasado jueves por la noche es la prueba dramática de que Netanyahu tenía razón

Los terroristas –Netanyahu ha confirmado que se trata de Hamás, pero aún no lo ha reivindicado–, una vez más, hacen fuerza de la debilidad de Israel.

No es que Israel haya sido un país débil. Su supervivencia durante décadas de hostilidad se ha debido a que ha respondido a cada ataque con contundencia –en ocasiones, con demasiada–. Los sucesivos gobiernos israelíes, independientemente de su color político, han dejado intactos los acuerdos sobre la defensa nacional. Israel acude al rescate de sus ciudadanos que se encuentran en peligro allá donde estén, y persigue a los que los asesinan hasta el último rincón del mundo. No hay enemigo de Israel que no sepa que asesinar israelíes tiene consecuencias. Pero esta sobreprotección es precisamente su debilidad: sirva de trágico ejemplo el trato para la liberación de Guilad Shalit, uno por mil veintisiete, que asombró al mundo.

Oficialmente, la postura de Israel es no negociar con terroristas. Así, en Entebe y en Múnich los dirigentes israelíes se negaron a acceder a las demandas de los secuestradores. Sin embargo, la lista de intercambios es larga. De hecho, Israel ha intercambiado a 7.000 palestinos por 19 israelíes, muchos de ellos envueltos en sudarios.

Durante cinco años, la angustia por Guilad Shalit se respiró en las calles. El drama y la incertidumbre de un secuestro son nacionales y no se enfrían. Dos de los secuestros con desenlace fatal más recordados son los de Najsón Wasjman y Ron Arad. Wasjman era un soldado de 19 años que fue capturado por Hamás. Bill Clinton y líderes musulmanes de todo el mundo pidieron su liberación, pero los terroristas hicieron caso omiso. El Sayeret Matkal, la unidad de élite por excelencia del Ejército israelí –en la que han servido, entre otros, Ehud Barak y el propio Netanyahu–, llevó a cabo un intento de rescate, pero fue totalmente infructuoso. Wajsman, un oficial del Matkal y tres terroristas murieron. En 1986 el piloto Ron Arad fue secuestrado en el Líbano por el grupo terrorista Amal, que posteriormente lo transfirió a Hezbolá. Los intentos por rescatarle con vida llegaron a tal nivel que en los años 90 Israel ofreció a Irán un paquete de ayudas de 10 millones de dólares, aparte de negociar con los Estados Unidos el desbloqueo de 5.000 millones de dólares en activos bloqueados tras el asalto a la embajada americana en Teherán (1979). Según las Naciones Unidas, Arad murió en 1988 mientras intentaba escapar de sus captores. A día de hoy no se conoce el paradero de sus restos mortales. Arad es un icono del Israel moderno y un estigma imborrable.

Todos los secuestros han seguido un mismo patrón. Los terroristas saben cuál es el talón de Aquiles de los israelíes y no van a dejar escapar la oportunidad para la consecución de sus objetivos. El nulo valor que dan a la vida ya quedó patente en la oleada de atentados suicidas que asoló Israel en la Segunda Intifada. No obstante, no es muy difícil hacer números. Saben que, por el contrario, Israel tiene en muy alta estima la vida de cada uno de sus ciudadanos –estos chicos ni siquiera son soldados–, y la tajada que pueden sacar de ello. Según Moshé Yalón, el ministro de Defensa, las fuerzas de seguridad y el Ejército han conseguido abortar más de 40 intentos de secuestro en el 2013 y 14 en el 2014. El antiguo jefe del Shin Bet Yuvak Diskin es polémico y dice que esto es consecuencia de la liberación de prisioneros palestinos.

Pese a que Mahmud Abás guarda silencio y las fuerzas de la ANP en Cisjordania están colaborando en la busca de los tres adolescentes, Al Fatah ya se ha mofado del secuestro, y desde Gaza las celebraciones han sido emitidas a todo el mundo. Los terroristas, una vez más, después de los últimos canjes, y sobre todo después del acuerdo para intercambiar a Guilad Shalit en 2011, están sacando partido de la debilidad de su enemigo.

Desconocemos el desenlace de este nuevo golpe a la paz y a la convivencia, pero no cabe duda de que Israel hará todo lo posible por recuperar a los adolescentes, aunque tenga que ceder y acordar una liberación de terroristas palestinos. Netanyahu ha proclamado:

Haremos todo lo posible, y más, por traer a nuestros chicos a casa.

© elmed.io

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