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Francisco Pérez Abellán

Frikilandia criminal

El insólito asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, es el de peor cobertura periodística de la historia.

El insólito asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, es el de peor cobertura periodística de la historia. Quiero decir que las informaciones ofrecidas sobre él, por los más importantes medios de comunicación, suman una serie continua de torpezas e inexactitudes. Lo cual viene a refrendar el hundimiento de la profesión periodística y la falta de respeto al saber, la excelencia o la profesionalidad, que ni se reconoce, ni se paga. El público está en la indigencia informativa, mientras en las redacciones se prescinde de los buenos especialistas.

En el atropello de trabajo de los mileuristas, donde escasean o se desconocen los redactores jefes, que antes pastoreaban a los que aprendían el oficio, se ha dicho del crimen de León, de la todopoderosa y amenazada Isabel Carrasco, toda clase de barbaridades. La menor de ellas fue que se encontraron casquillos de bala en la pasarela en la que la mataron, cuando le dispararon con un revólver que no expulsa las vainas sino que se las lleva en el tambor. Uno de los grandes problemas, de los que sin saber escriben novelas, es que confunden un revólver con una pistola. Luego se dijo que habían sorprendido a madre e hija en el acto de matar, cuando Triana estaba a pie de pasarela y su madre arriba. Posteriormente, que habían comprado las armas, un revólver brasileño Taurus 32 HR, y una pistola del 7,65, a un yonqui que murió el año pasado en un bar que ya está cerrado. Y todos, colorín, colorado, dieron este cuento por acabado. Después, surgió la tercera implicada, policía municipal, sobre la que siguen las barbaridades.

En algunos programas de televisión, convertidos en reino de la Frikilandia criminal (friki, extravagante según la academia), llenos de gente que no sabe lo que dice, y que por cierto ignoran el procedimiento policial y judicial, se afirma que la prueba de la parafina indica que la que disparó fue la madre. La prueba de la parafina, que es una cera parecida a la que se utiliza para depilarse, se dejó de utilizar hace más de veinte años, y ahora la prueba que se hace es la de residuos de disparo, en la que se busca antimonio, plomo y bario. Estos programas, donde hablan los analfabetos, han convertido la noticia en una confusión constante.

En el aspecto psicológico, otros frikis más osados, sin miedo a ser corregidos, dada la carencia cultural de los directores, dicen sin ninguna base, que las dos señoras imputadas por la jueza son víctimas de la locura. Esto se afirma sin haber detectado antes signo alguno de alferecía y sin haber tenido la oportunidad de hacer exámenes médicos. En el caso de Pistorius, el atleta sin piernas será estudiado durante un mes para diagnosticar su estado mental, aquí basta un minuto de televisión para que el peor de los frikis despache a dos homicidas. Pero esta no es la mayor de las mentiras difundidas, aunque podría quitar responsabilidad a asesinas capaces de rematar a una víctima tras dispararle en la nuca, sino la que informa de que la joven de 35 años está muy protegida por su madre. Esto es lo más peligroso y falso de todo, porque al contrario de presuponer nada noble en la progenitora es preciso establecer que Triana es hija de una madre mala.

Luego, esta mujer horrenda, de un egoísmo sin límites, que presuntamente ha matado por motivos personales, y no por salvaguardar a nadie, sino por vengarse ella misma, aunque las esperanzas que se frustren sean las de convertir a su retoño en una émula de Michelle Obama, es una señora incapaz de librar a su hija del peligro. Por el contrario, la ha estado envenenando de odio y es fácil concluir que el asesinato nunca se habría llevado a cabo si no hubiera contado con una madre feroz y despiadada.

Así que estamos ante un crimen que ha revolucionado sociológicamente la criminalidad en la alta burguesía y las redes sociales, que llega en el peor momento, en el que en España existe un gran deterioro de los peritajes científicos que deben ayudar a la investigación, donde se ha visto con bochorno la concatenación de errores imperdonables en el caso Bretón, la insólita mancha de semen en la camiseta de la niña Asunta o el ridículo del contra-informe de Prim. En la Universidad Complutense se ha podido contemplar estos días, con horror, cómo se trata a los muertos en la Facultad de Medicina, pero peor se trata a los vivos: vean el presunto acoso laboral al que han sometido a la prestigiosa doctora Marimar Robledo Acinas, antropóloga forense, en la Escuela de Medicina Legal, también de la Complutense, denunciado en los juzgados.

Sin necesidad de insistir en el exquisito trato que merecen los vivos, por mi parte enseño a mis alumnos de criminología que como Príamo, rey de Troya, hay que tratar siempre a un muerto con respeto, como hace el monarca, yendo a buscar el cuerpo de su hijo Héctor, a riesgo de la propia vida al campamento de los griegos, para implorar a Aquiles, el de los pies ligeros, que se lo devuelva, porque es esencial enterrarlo con dignidad y fuera del alcance de los frikis.

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