Por qué se equivoca D. José García Domínguez
Este es precisamente el fin que persigue la mutilación: anular la individualidad de la mujer.
Afirma D. José que los "liberales ingenuos (…) aún creen en la existencia de la fantasía antropológica llamada individuo". Añade que "lo que puebla el universo fáctico es la gente". Esto explica, según D. José, que "la mitad de los catalanes" haya "cambiado de patria con la misma facilidad y rapidez con que se puede cambiar de marca de desodorante". Creo que D. José se equivoca. Para explicar por qué lo creo, permítanme recurrir a un ejemplo vinculado al recientemente conmemorado Día Internacional de la Mujer: la atávica práctica de la mutilación genital femenina.
Esta práctica consiste en la amputación a edades muy tempranas (la mayoría antes de los siete años) de distintos tejidos de los genitales femeninos sin ningún fin médico. Un informe de Unicef publicado a finales de 2012 estima que en el mundo hay unas 125 millones de mujeres mutiladas. La práctica persiste en 29 países, todos ellos africanos salvo Yemen e Irak. En 14 de ellos, más de la mitad de las mujeres han sido mutiladas, y en Somalia, Guinea, Yibuti y Egipto lo han sido más del 90%.
La gran novedad del estudio de Unicef es que pregunta a la población de estos 29 países si está de acuerdo con la práctica de la mutilación. El resultado es que la mayoría, tanto mujeres como hombres, la rechaza. Así, más del 50% de las mujeres se declara en contra de la práctica en 19 de los 29 países. En Yibuti, por ejemplo, el 93% de las mujeres han sido mutiladas, pero el 51% la rechaza. Los hombres también son mayoritariamente contrarios, incluso más de lo que las mujeres creen. Además, en 24 de los 29 países hay distintos tipos de legislación en contra de la referida práctica. Entonces, si la opinión mayoritaria es contraria a la mutilación y la legislación la persigue, ¿por qué continúa?
La respuesta está en las tablas 6.2 y 6.3 del informe. A la pregunta de qué beneficios trae la mutilación, la mayoría cree que ninguno, pero entre los que sí que le encuentran uno citan en lugar destacado el de la "aceptación social" (al que se suman otras presiones sociales del tipo "mejora las perspectivas de matrimonio" o "es una exigencia religiosa"). Es decir, se sigue mutilando a las mujeres por culpa de la presión social. Individualmente, los habitantes de estos países están generalmente en contra de la mutilación, pero como miembros de un grupo son incapaces de impedirla.
De hecho, este es precisamente el fin que persigue la mutilación: anular la individualidad de la mujer. Lo hace extirpándole los órganos que producen la sensación individual por antonomasia, la del placer sexual. Y es que las convenciones sociales de estos países exigen que la mujer no actúe motivada por sus placeres u opiniones personales sino como un engranaje del sistema social. Debe ser, ante todo, un miembro del grupo. Además, el aspecto social de la mutilación es tan fuerte que quien toma la decisión de mutilar no es quien lo va a sufrir sino sus padres, tíos, abuelos y jefes; si la decisión de la mutilación fuese individual de las niñas, la práctica habría desaparecido hace tiempo (a quien quiera conocer el testimonio de una mujer que luchó para sobreponerse a la mutilación moral que conlleva la mutilación física, y que logró afirmar su individualidad contra viento y marea, le recomiendo el libro de la senegalesa Khady Koita Mutilada).
El informe de Unicef pone de relieve que hay un yo individual y un yo social, y sus opiniones no son siempre las mismas. La misma persona puede opinar de manera distinta según se le pregunte en privado o en público; puede oponerse en privado a una práctica y, sin embargo, llevarla a cabo abrumada por el qué dirán público. Y aquí es donde entra en juego la defensa liberal del individuo que critica D. José. Los liberales lo que plantean al poner en valor al individuo es que efectivamente haya una esfera de decisión privada; que la persona pueda juzgar y decidir sobre lo que le interesa individualmente, blindada por así decir de las coacciones sociales del grupo. Esta es la base del derecho a la intimidad y a la libertad de opinión y de expresión. La libertad del individuo se basa en que su pertenencia a un grupo no conlleve su sometimiento a los deseos de dicho grupo.
Las ideologías nacionalistas, socialistas y tribales (aquellas que repiten el mantra de que "para educar a un niño hace falta un pueblo entero") buscan imponer la opinión del grupo sobre la persona, exaltan la unidad de la gente y abominan de los egoísmos individuales. La ideología liberal busca proteger a la persona de la imposición grupal otorgándole la libertad, tan obvia como revolucionaria, de poder decir, simplemente, "no". Que el liberalismo no siempre consiga sus propósitos no quiere decir ni que sea ingenuo ni que sea utópico ni, sobre todo, que el individuo no exista. Eso, en todo caso, sería lo que sus adversarios querrían que pensásemos. La mayor victoria para las fuerzas separatistas catalanas sería imponer la idea de que la unidad básica de opinión en Cataluña es "la gente" y no el individuo.
Por último, permítanme despedirme con estos versos de Octavio Paz ("Elegía interrumpida") en recuerdo de las víctimas del 11-M:
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
La que murió noche tras noche
y era una larga despedida,
un tren que nunca parte, su agonía.
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