Cuando las reglas del juego se quebrantan
Los partidos mayoritarios, lamentándolo mucho, hay ciertos lujos que no se pueden permitir.
Corría el año 2001. Algunos de ustedes todavía lo recordarán. Manifestaciones, concentraciones y encierros de inmigrantes sin papeles en iglesias. Nueve fueron las ocupadas en Barcelona. Plataformas como Papers per a Tothom protagonizaban las portadas de los principales periódicos en toda su dimensión. Ahí estaban. Dándolo todo.
Luego, pidieron una regularización masiva de inmigrantes irregulares, justo antes de que entrara en vigor la Ley de Extranjería en la que había estado trabajando el Ejecutivo de José María Aznar. Se les concedió.
La siguiente ley, ya con el PSOE de nuevo en el Gobierno, fue más restrictiva. Pero ya no había encierro, no había manifestaciones, no había portadas. Nada parecía alterarles.
Ya nadie hablaba de multiculturalidad, en nombre de la cual se han cometido verdaderas tropelías y cuyas consecuencias veremos tarde o temprano. Ya lo advirtió Giovanni Sartori en La sociedad multiétnica, quien proponía conservar y anteponer los logros de la sociedad occidental, es decir, la democracia, la libertad, el Estado de Derecho, la tolerancia, la diversidad y el pluralismo frente a quien no se somete al imperio de la Ley.
Pienso ahora en determinados imanes, pero podríamos hacerlo extensivo a otros colectivos.
Y lo cierto es que me ha venido a la memoria a raíz de los episodios dramáticos en Ceuta. Cabe recordar que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero –como bien apuntaba ayer mismo el diario ABC– destinó 8,7 millones de euros en concertinas para los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla tras las cinco muertes producidas en un intento masivo de asalto a la valla de Ceuta. El entonces presidente destinó, asimismo, 480 soldados, normalizó el uso de "material antidisturbios", tras haber procedido al lanzamiento de un centenar de pelotas de goma y tras las que otro centenar de inmigrantes penetraron igualmente y de manera ilegal en territorio español a través de Melilla.
Por supuesto, no hubo comisión de investigación en la Cámara Baja ni se permitió ver las grabaciones de los vídeos.
Bien. Más de una década después, volvemos a lo de siempre. A las diferentes varas de medir, a las concentraciones ante según quién haya tomado una determinada decisión, y sin ruborizarse si quiera un poquito al comprobar que las anteriormente tomadas eran mucho más drásticas.
Entiendo que el partido que se encuentra en la oposición tiene que hacer exactamente eso, oposición. Es más. Tiene el deber de hacerlo. También sabemos que hay algún que otro partido minoritario que puede hacer propuestas de lo más disparatada, con la certeza que te da el saber que probablemente nunca alcances una mayoría para gobernar.
Pero los partidos mayoritarios, lamentándolo mucho, hay ciertos lujos que no se pueden permitir.
No se pueden permitir ser frívolos y dejar patente día a día su absoluta ausencia de rigor. Porque lo que tiene pensar a tan inmediato plazo es que te cargas de un plumazo decisiones vitales que afectarán a tus hijos.
Y francamente. Hay ciertos temas, grandes temas, que tampoco pueden permitirse ningún tipo de relajación. Ni ensuciarlos con una demagogia tan evidente. Porque además de poco elegante conlleva, sin duda, consecuencias letales. Mantengamos intactas ciertas reglas de juego que parecen haberse resquebrajado.
Los grandes asuntos de nuestra querida España, y se me ocurren ahora unos cuantos, hay que trabajarlos, pelearlos en horas de discusión y finalmente, alcanzar con ellos un mínimo acuerdo que sirva de base para el resto. Porque de lo contrario, un país puede perder el rumbo e irse a las rocas en apenas unos minutos de temporal.
Así, para empezar. No creo haberme dejado demasiado. Seguiremos.
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