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Cristina Losada

El gilipollas era Cameron

En tiempos del 'noalaguerra', José Bono, entonces figura del PSOE, tachó a Tony Blair de “gilipollas”. Se equivocó.

Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, acaba de exponer en la BBC lo ya sabido sobre la integración en la UE de un territorio que se separe de un Estado miembro. Será "muy difícil, si no imposible". Hay que reconocerle a Barroso su empeño en explicar lo que el nacionalismo, sea escocés o catalán, emborrona. Esto lleva, por puro contraste, a otro reconocimiento, que habrá de hacerse caso de que se consume algo irreversible. Si el nacionalismo lograra destruir alguna de las naciones europeas que se fundan en la ciudadanía y montar estaditos basados en la identidad, entonces se deberá reconocer la notable e involuntaria contribución del primer ministro británico, el conservador David Cameron.

No existía ningún imperativo legal ni de otro tipo que forzara a Cameron a aceptar un referéndum de independencia en Escocia. Como mucho, ¡como otros!, hubiera tenido que encarar una convocatoria ilegal impulsada por los nacionalistas, que controlan el parlamento autonómico. Optó, sin embargo, por negociar las condiciones del referéndum, seguramente en la expectativa de ganarlo y así librarse del enojoso problema durante unos años. Fue un juego de riesgo. A día de hoy, los sondeos siguen dando una mayoría al no, aunque menos sólida de lo que aparenta. La proporción de indecisos es considerable. El estado de la economía británica es un factor crucial y puede alentar el independentismo de protesta.

Ahora Cameron se ha embarcado personalmente en la campaña haciendo valer sus ancestros escoceses, y eso tiene pinta de significar que le ha visto las orejas al lobo. ¡A buenas horas! Para completar el cuadro de torpezas, al tiempo que disuade de la independencia alertando de que dejaría a Escocia fuera de la UE, promete un referéndum para satisfacer a los británicos que quieren salir del redil europeo. Este hombre utiliza el referéndum como válvula de alivio de presión sin reparar en que así puede provocar justo lo opuesto. Y no hay vía de escape fácil al resultado de un referéndum vinculante.

Last but not least. A Cameron le importó un pimiento frito que su decisión-cesión pudiera espolear al nacionalismo más allá de sus fronteras y tan cerca como en otros países de Europa. Particularmente en España, aunque no sólo. El nacionalismo catalán no convoca para 2014 sólo por la magia potagia de 1714. También aprovecha sinergias con el referéndum de Escocia. Ir a su rebufo le asegura al menos otro gran festival victimista. Cameron, en fin, ha sentado un precedente muy útil para el nacionalismo identitario que puja en Europa y ojalá no sea el primero en lamentarlo. En tiempos del noalaguerra, José Bono, entonces figura del PSOE, tachó a Tony Blair de "gilipollas". Se equivocó.

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