Los "altibajos" de la Zarzuela
Lo más lamentable es que sea la propia institución la que airee unas sospechas que sólo pueden dañar la imagen pública de su mejor activo.
El diario El Mundo recogía ayer una información procedente del Palacio de la Zarzuela según la cual los príncipes de Asturias están viviendo "altibajos" en su relación conyugal. La sorprendente intervención pública de la Casa Real, en un asunto que compete exclusivamente a la esfera privada de los príncipes, alimenta todo tipo de sospechas sobre la existencia de una operación institucional para evitar la abdicación del monarca, aunque sea a costa de socavar la relación matrimonial y la imagen pública de su heredero.
La figura del príncipe es la más valorada en las encuestas, fruto de la sobriedad que siempre ha observado en su comportamiento y el inmejorable desempeño institucional de que hace gala cada vez que participa en un acto oficial. Junto a ese compromiso con su labor como heredero de la corona de España, don Felipe ha mostrado a lo largo de toda su vida una conducta intachable en la esfera privada, a diferencia de otros miembros de la Casa Real. Sorprende, por tanto, que sea precisamente la propia institución la que difunda rumores sobre la estabilidad conyugal del heredero, cuando es precisamente el único de sus miembros que mantiene su matrimonio a salvo de escándalos, financieros o de otro tipo, que han afectado muy gravemente al resto de la Familia Real.
Ya dijimos en su día que lo más decoroso para el Rey, dada su situación, era ceder la titularidad de la Corona a su hijo, de cuya aptitud, solvencia y dedicación no cabe albergar la menor duda. Tampoco ha sido favorable la Casa Real a impulsar un estatuto que regule las funciones del heredero, para que pueda representar a España desempeñando un papel acorde con la importancia de los foros a los que se está viendo obligado a asistir en representación de su padre. Ninguna de las dos posibilidades parecen entrar en los cálculos de La Zarzuela, al menos a corto plazo, lo que no va a mejorar precisamente la imagen de la institución a ojos de los ciudadanos, como vienen reflejando las encuestas con insistencia.
Lo más lamentable, sin embargo, no es esta tozudez en rechazar la mejor solución para la Corona y para España, sino que sea la propia institución la que airee unas sospechas que sólo pueden dañar la imagen de su mejor activo, el único hoy por hoy con capacidad para devolverle el respeto que siempre le han tributado los españoles.
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