Tengan unas muy infelices fiestas
Se ha juzgado imperdonable que no confirmara cuánta razón tienen los que creen que "España es una mierda"
Creo que los socialistas yerran el tiro con su sobreactuada campaña contra el proyecto de ley del aborto, porque lo que ha incendiado las redes sociales, sustituto actual de los españoles, es el anuncio navideño de Campofrío. Bueno, eso sucedía hace tres días, que es una eternidad en ámbitos tan volubles, pero el asunto ha dejado un poso, un poso bien amargo, como corresponde a la situación. No señor, no estamos para fiestas ni para anuncios que suavicen la dureza de la crisis. Qué digo suavicen. Mucho peor. Que una publicidad de embutidos quite hierro al desastre que vivimos, que lo oculte bajo una loncha rancia de atroz sentimentalismo, es inadmisible.
En efecto, vamos a ver, ¿es o no es un insulto a los españoles, o sea, a las redes sociales, que un anuncio de jamón y chorizo hable de "nuestra manera de disfrutar de la vida" y no hable de todo lo que estamos padeciendo? Ya que ha salido el chorizo, digámoslo clarito: no cabe encubrimiento más artero de la realidad que el hecho de que ese spot no mencione la corrupción galopante que tenemos. Por ley, que es lo que nos gusta, que haya una ley para todo –y ante todo para incumplirla–, que se obligue a la publicidad del chorizo a sacar las caras de los cargos públicos imputados, acusados, condenados y sospechosos.
Los españoles, es decir, las redes sociales, no toleran que un anuncio esconda realidades tan tremendas como los seis millones de parados, los desahucios, la exclusión social, los salarios bajos, el mal estado de la educación, la escasa inversión en I+D+i, las debilidades de nuestro modelo productivo y la baja calidad de nuestra democracia. ¿Para qué está la publicidad comercial si no es para mostrar los problemas reales que tiene España?
Aún no he dicho lo más grave del anuncio. Lo que ha dolido de verdad es que el spot recogiera un estado de ánimo de descontento con España y que, en lugar de abundar en ello, pretendiera darle la vuelta. No es la tontada de apelar a una supuesta generosa, divertida y pegajosa forma de ser lo que ha encendido las críticas. No. Se ha juzgado imperdonable que no confirmara cuánta razón tienen los que creen que "España es una mierda". Quienes así piensan no quieren, ni por asomo, abandonar tan útil percepción. Útil, porque les permite creer que esa España a la que maldicen nada tiene que ver con los españoles que la habitan, que es un regreso del viejo tópico: el buen pueblo secularmente maltratado por sus gobernantes. En fin. Esperemos que de ésta lo hayan aprendido los anunciantes: la única forma de no equivocarse hoy hablando de España es hablando mal.
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